La opción de análisis optimista de los acontecimientos de la vida, para muchos ciudadanos y observadores no es siquiera una posibilidad. En nuestro país y en el mundo, la probabilidad de mirar el lado positivo de las circunstancias no es admitida como perspectiva lúcida e inteligente. Se prefiere y con largueza al examen que muestra el deterioro y la incorrección. A mayor virulencia en la crítica que evidencia lo obscuro de la situación, mayor reconocimiento social. De hecho, los niveles de aceptación del pensamiento de opinión sobre temas sociales están íntimamente vinculados con la capacidad de criticar a los otros y al entorno. Se asume que ese es el mejor camino para superar la devastadora maldad y el dolor y la injusticia que de ella se derivan.

La obligación de denunciar los errores éticos y jurídicos en el manejo de la cosa pública es ineludible y debe tener como correlato la oportuna sanción jurisdiccional y el rechazo social de los individuos involucrados, pues de no darse estas dos consecuencias punitivas se fortalece el escándalo que no trasciende y se transforma en penosa cotidianidad que lo admite todo, sin sorpresas. Los extremos de la ineficacia de la crítica a la corrupción sin la certeza de los efectos jurídicos y sociales previstos se muestran de cuerpo entero cuando algunos políticos y otros ciudadanos levantan su voz contra la decadencia moral para, a renglón seguido, ser descubiertos como responsables de lo que criticaron. También forma parte de este escenario de ineficiencia de la crítica la impunidad de quienes pese a las evidencias de corrupción en su contra la niegan desde la desfachatez porque saben que, como decimos en Ecuador, casi siempre ¡no pasa nada!

El enfoque optimista no desconoce esta parte de la realidad, pero plantea la posibilidad de analizarla también desde la esperanza de mejoramiento. Esta inclinación personal hacia el optimismo es resultado del ejercicio de la docencia por varias décadas en asignaturas relacionadas con la filosofía del derecho. ¿Cómo tratar en el aula problemas éticos y jurídicos solamente desde la perspectiva de la pena y el castigo? La educación moral es en esencia propositiva y optimista, pues parte de la fe en la bondad humana como factor de proyección y sostenibilidad.

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En el ámbito personal y familiar manejamos un discurso y generamos prácticas que valoran el optimismo pese a la criticidad de las circunstancias. En la vida individual conocemos que el abandono de la esperanza en situaciones como la enfermedad y otras contribuye con su profundización y por eso nos alentamos interiormente y también los unos a los otros para enfrentar al dolor, al fracaso y a la muerte desde la fuerza del pensamiento positivo, porque sabemos que el pesimismo es debilidad y no contribuye al prudente manejo de esas situaciones. Pese a ello, en el escenario público la perspectiva cambia y nos solazamos en la crítica devastadora que, siendo ineludible, solamente aborda la epidermis del problema, contribuyendo en muchos casos con la formación de un clima social que se detiene y acomoda con el griterío crítico carente de resultados, situación que seguramente les conviene a muchos. (O)