“Quiero pedirle al presidente de la República, a los miembros del poder Judicial, una sola cosa: por favor, no me maten; si regreso a prisión, mi corazón no lo va a soportar...”, declaró el expresidente Alberto Fujimori en un video grabado desde la clínica donde fue ingresado el pasado miércoles y donde está bajo custodia policial.

La Corte Suprema anuló ese día el indulto humanitario y ordenó que el exmandatario vuelva a prisión luego de diez meses de libertad, decisión que fue celebrada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

 

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La @CIDH saluda decisión de Corte Suprema de Justicia de #Perú de anular indulto a Alberto #Fujimori. Decisión cumple con estándares interamericanos de memoria, verdad y justicia, combate la impunidad y cumple con garantía de justicia para víctimas de crímenes de lesa humanidad. pic.twitter.com/xRB1z9u7L5

Fujimori había sido indultado en diciembre pasado por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski y liberado de prisión, donde cumplía una sentencia de 25 años por crímenes contra la humanidad y corrupción.

El ministro peruano del Interior Mauro Medina dijo que Fujimori seguirá en la clínica y que la policía deberá "esperar el alta" del exmandatario antes de llevarlo al penal que disponga el Instituto Penitenciario.

Los familiares de las víctimas de los casos La Cantuta (1991) y Barrios Altos (1992), en los que murieron 25 personas, solicitaron en julio la revocación del indulto, luego que la CIDH dio plazo hasta fines de octubre para que la justicia peruana tomara medidas.

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La anulación del indulto al expresidente reavivó la guerra entre sus hijos Keiko y Kenji, quienes se disputan su legado político.

A pesar de haber sido condenado, Fujimori siguió gozando de gran popularidad por haber acabado con el terrorismo de Sendero Luminoso y la hiperinflación. Ese legado se disputan sus hijos.

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La clínica se convirtió así en una suerte de gran teatro, donde los peruanos contemplan un drama shakesperiano, protagonizado por dos hermanos que lloran por la cancelación del indulto.

Es que la lucha fratricida entre Kenji (38 años) y Keiko Fujimori (43) parece una versión andina de El rey Lear, la tragedia de William Shakespeare sobre el legado de un monarca a sus herederos. En este caso la herencia es el capital político del fujimorismo, primera fuerza electoral de Perú.

El cisma en el fujimorismo se selló en junio cuando el partido que lidera Keiko –que domina el Congreso– consiguió quitarle su escaño parlamentario a Kenji, quien se opuso a la cruzada de su hermana para destituir al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció en marzo pasado.

Ambos hermanos, que podrían enfrentarse en las presidenciales de 2021, derramaron lágrimas tras la anulación del polémico indulto.

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Pero un antiguo abogado del expresidente declaró que las lágrimas de Keiko llegaron tarde, pues fueron las propias acciones que ella emprendió por ambición política las que condujeron a la anulación del indulto.

La escalada bélica del partido de Keiko –primero contra Kuczynski y después contra Kenji– “hacía irremediable traerse abajo el indulto”, subrayó el abogado César Nakazaki.

“Si mi padre regresa a la cárcel, jamás se lo perdonaré a Fuerza Popular”, había declarado Kenji, quien fue el promotor del indulto y para conseguirlo apoyó a Kuczynski. Su hermana no hizo nada para obtenerlo por temor a que su padre le disputara el liderazgo del partido, señalan analistas.

Mientras, el Congreso aprobó que sean sometidas a un referendo las reformas sobre la reelección de legisladores y la creación de un parlamento bicameral, planteadas por el gobierno de Martín Vizcarra para frenar la corrupción.

Sin embargo, la bancada fujimorista introdujo modificaciones drásticas en los textos que reducen el espíritu de lucha contra la corrupción, publicó elpais.com. (I)