A la entrada un cartel que invita a los transeúntes a vivir una nueva experiencia. De pronto, un joven se acerca a la puerta y con sus brazos hace un movimiento que termina en puños, su gesto reafirma lo escrito en el letrero. Una vez adentro, se puede divisar en sus paredes 27 cuadros del alfabeto, cada uno en lengua de señas. El sonido no es el principal protagonista, pero sí las manos que dibujan otro modo de comunicación para los trabajadores del Café en Señas, un restaurante ubicado al norte de Quito y que es atendido por personas con discapacidad auditiva.

Damaris Arias, su propietaria, cuenta que su deseo siempre fue crear un espacio de convivencia entre las personas oyentes y las personas sordas, es por eso que lo cataloga como una idea social. Pero su objetivo mayor es mostrar la capacidad que posee la comunidad sorda de trabajar de manera independiente Arias estudió Educación Especial en Estados Unidos, lugar donde conoció a una persona sorda, la misma que la inspiró a especializarse en la lengua de señas. Desde entonces (6 años), la ‘cultura sorda’ ha sido el motor de algunos proyectos inclusivos que ha precedido.

"Es importante estar involucrados en la comunidad sorda para conocer más su mundo", añade.

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La creación de la cafetería es algo que hace tres años ya rondaba por su cabeza, pues lo proyecta como un negocio sostenible. “Ha sido un trabajo durísimo de mucha investigación ya que no hay un negocio como este en el Ecuador”.

El café es un lugar que promueve el trato equitativo, así lo confirma Tatiana Mantillla persona sorda de 40 años, para ella ha sido el primer lugar laboral donde se siente respetada.

“No siento que estoy en un trabajo sino que me siento como en casa”, señala con sus manos formando un triángulo.

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Cuenta que le agrada ver cómo los clientes se muestran interesados en aprender un poco de su idioma. Mientras les toma el pedido, con sus manos forma los gestos de los platos señalados en un menú con ilustraciones que incluye la lengua de señas y la lengua oral.

El menú muestra los platillos en lengua de señas. Cortesía de Grace Cordero.

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Arias confiesa que trabajar con ellos es un reto, pero a la vez divertido. Su idea es que el personal aprenda todo lo que refiere a la administración del negocio y así en un futuro puedan emprender por sí solos. “Son personas que aprenden súper rápido porque son muy visuales y entonces memorizan todo”, afirma.

El equipo de trabajo está conformado por cuatro personas, las cuales fueron seleccionadas de un total de cincuenta postulaciones (cantidad alcanzada en una sola semana). Para Arias, esto evidenció la necesidad que tienen esta comunidad de laborar.

Con su café sabe que está brindado esa oportunidad de trabajo que tanto buscan. “Tal vez no logremos cambiar las mentalidades de las personas del país, pero sí conseguimos cambiar las vidas de las personas que trabajan aquí”.

Sin embargo, la Ley Orgánica de Discapacidades establece en su artículo 45 que “las personas con discapacidad, con deficiencia o condición discapacitante tienen derecho a acceder a un trabajo remunerado en condiciones de igualdad y a no ser discriminadas (...)”.

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Arias indica que las empresas deberían contratar personas con discapacidad. De esta forma se estaría cumpliendo con el artículo 47 de la Ley de Discapacidades, donde señala que el empleador público o privado que cuente con un número mínimo 25 trabajadores está obligado a contratar, un mínimo de 4% de personas con discapacidad.

Según datos del 2018 mostrados en la página del Consejo Nacional para la Igualdad de las Discapacidades (Conadis), en Ecuador hay 63,191 personas con discapacidad auditiva registradas. 11,114 se encuentran laboralmente activas, según la misma página.

Es así como de lunes a sábado, la comunidad sorda y oyente olvidan las barreras de comunicación y se juntan en un espacio para intercambiar señas, culturas y un café caliente. (I)