Lo que no puede expresar en palabras lo detalla con sus trazos en cada obra que hace. Luz Toaquiza es tímida pero habilidosa. De su esposo, Julio Toaquiza, aprendió el arte de la pintura en la piel de borrego. No le fue fácil, empezó con cuadros pequeños y ahora ya lo hace con otros de más dimensiones, informa el portal elheraldo.com.ec.

Como Luz, muchas mujeres también han aprendido sobre el arte de pintar y tallar las máscaras que son tradicionales en las fiestas locales. Es de Tigua, un pueblo habitado por artistas que plasman el convivir diario de las comunidades indígenas o de la cosmovisión en la piel de borrego en especial.

La comunidad está a una hora de Latacunga, en la vía Pujilí-La Maná, en Cotopaxi.

Publicidad

Por la década de los años 60 esta actividad solo la realizaban los hombres. Julio Toaquiza recuperó esta tradición plástica prehispánica que busca –mediante las pinturas– enaltecer a los pueblos indígenas actuales. Con el pasar de los tiempos, este arte se compartió en la familia, tanto hombres y mujeres, dice elheraldo.com.ec.

A Luz le gusta plasmar lo que escucha, las leyendas o cuentos que dicen de los pueblos. “Se pinta lo que se percibe con los ojos y lo que nos muestra el corazón. Todo es belleza, todo está en darle el valor agregado a las cosas”, indicó la artista indígena al portal.

El arte de Tigua evoluciona con la nueva generación de pintores que tienen otras propuestas y técnicas.

Publicidad

César Ugsha, artista kichwa panzaleo, lleva desde los 12 años en esta tarea de pintar. Ni bien acabó la escuela, por cuestiones económicas en la familia debió aprender de su padre este oficio. Lo primero que pintó fueron cuadros en cuero de oveja y con pintura sintética les dio color y brillo. Cuando tuvo 18 años se independizó de estas técnicas y empezó a pensar en una propuesta propia, sin descuidar sus raíces.

Su pintura es una expresión de realismo fantástico que expresa temas de actualidad, como el Yasuní, las marchas y protestas del mundo indígena y las nuevas condiciones con que se enfrentan los indígenas en su vida en Quito y otras ciudades del país.

Publicidad

En su obra están presentes, además, elementos de la naturaleza: el maíz, alimento característico del mundo andino; la mujer, que es considerada la Madre Tierra o Pachamama. Pero también están presentes la simbología del fuego, la luz y la armonía y los ciclos de la vida. Es autodidacta y busca experimentar formas nuevas.

Ugsha comenta que puede demorar hasta cuatro meses en pintar un cuadro, dependiendo de la temática que aborde. Sus obras se cotizan de 150, 300 o 400 dólares, de acuerdo con el tamaño. (I)