Dos peces pequeños nadaban despreocupados en el mar. En un momento se toparon con un pez mayor, que nadaba en sentido contrario. El pez mayor les dijo: “¿Cómo está el agua, chicos?”. Los pececillos siguieron nadando un buen rato, hasta que uno le pregunta al otro: “¿Qué rayos es agua?”.

La parábola es la intro del discurso de 2005 de William Foster Wallace a los graduandos de Kenyon College. El punto de la historia es que la realidad circundante la damos por sentada y no la vemos ni hablamos de ella. Que lo más obvio es lo menos evidente.

Por ejemplo, el miércoles diserté junto a expertos internacionales sobre transparencia, derechos humanos y libertad de expresión en la UEES. Quedó en el aire la idea que la transparencia no se aprehende porque en nuestros países no hay medios para difundirla. Pero, en Ecuador con +90 % de usuarios de Facebook y +90 % de usuarios de WhatsApp hay medios… pero no hay motivos.

Publicidad

En la era de la distracción –o de la información– es obvio que la transparencia se ha vuelto traslúcida y lejana.

Lacan decía que “lo obvio suele pasar desapercibido, precisamente por obvio”.

¿Han leído Adams Obvio? Un texto de Robert Updegraff, publicado en 1916.

Publicidad

Si las escuelas enseñan a los alumnos a repetir la lección –y los califican por eso– es obvio que no tengamos más pensadores críticos.

Si no hay pensamiento crítico es obvio que terminemos como hombres-masa, como decía Arendt.

Publicidad

Si la necesidad de tener un smartphone se convierte en la obligación de tenerlo, es obvio que el adminículo va a administrar nuestra realidad.

Si fake news o malvertising o la ficción parecen más ciertos que la realidad, es obvio que vivamos en un mundo falso.

Si nuestro mundo circundante son ciudades de concreto y muros y pantallas es obvio que olvidemos la naturaleza.

Si olvidamos hablar del planeta en nuestras agendas personales es obvio que los candidatos políticos no incluyan la sostenibilidad en sus propuestas.

Publicidad

Si medimos el éxito empresarial por el patrimonio acumulado –en monedas, además– es obvio que la rentabilidad socioambiental no entre en la ecuación corporativa.

Si 80 % de la contaminación marina viene de las ciudades, ¿no es obvio que debemos ser consumidores conscientes, reducir las compras y rechazar los plásticos de un solo uso?

Si 3/4 de la superficie del planeta es agua, ¿no es obvio que debemos cuidar los océanos?

En este punto recuerdo a Oppenheimer. Él decía que “es perfectamente obvio que el mundo entero se va al infierno. La única oportunidad posible es que procuremos que no sea así”.

Por ello les pregunto: “¿Cómo está el agua?”. (O)