Tres niños corretean tras un balón. Es sábado y los chicos disfrutan de la mañana fresca en ese parque de la Pradera 2, en el sur de Guayaquil. La escena se desarrolla con el fondo de un enorme y colorido mural de dos pies que disputan una pelota, juego que se arraigó en los barrios porteños.

A pocos metros de allí, en el mismo parque, un grupo de adolescentes juega un partido de básquet rodeados de murales temáticos.

Ese es solo un rincón de la Pradera que ha cambiado sus paredes sombrías por coloridos murales costumbristas, de juegos tradicionales, cantores, la flora y la fauna costeña y personajes populares de la urbe.

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Las obras se han pintado en los últimos meses en las etapas 1, 2 y 3 de la Pradera a través de diferentes iniciativas. La mayor parte está en la etapa 3.

Allí se desplegó días atrás el proyecto Bosque de colores. Los murales están listos, cubren las paredes que rodean el parque y casas de un callejón.

“Esto ahora es diferente, le ha dado vida a este parque”, dice una mujer que camina con su esposo por los senderos.

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Una mujer que toca guitarra, un niño a punto de sembrar un árbol, una chica que abraza a un perro, peces nadando en el estero y otros escenarios urbanistas se han plasmado.

El muralista Gabriel Peña impulsó esta iniciativa, en la que participaron otros artistas locales. Una empresa privada ayudó en este proyecto que cubre unos 800 m de murales.

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La fundación Rescate por la Paz, con doce reconocidos artistas, también pintó paredes de la Pradera 1. En uno de ellos se rinde homenaje al cantautor Carlos Rubira Infante, cuyo rostro aparece con una enorme guitarra y la bandera de Guayaquil flameando.

Entre las figuras pintadas está Guayas y Quil y animales íconos de la Costa ecuatoriana como la iguana, el mono machín y el papagayo. (I)