Más de 1.800 años después cuesta mucho llegar a La Florida. Y no solamente porque está ubicada en una parte alta de las faldas del Ruco Pichincha, sino porque se encuentra casi perdida en medio de muchos barrios populares que avanzan montaña arriba. Ya en el lugar, al que se llega preferiblemente en auto, el Museo de Sitio de La Florida permite descifrar los cambios sufridos por el Quito milenario.

Hay varios aspectos por descifrar en este sitio. La Florida está ubicada de tal manera que desde allí se mira al Parque Arqueológico de Cochasquí que se encuentra al frente, casi en línea recta, pero al otro lado de Quito. Se cree que había una relación directa entre La Florida y Cochasquí.

Además, La Florida fue clave para que sus habitantes puedan evitar el peligro de vivir en la planicie, en el sector del ahora antiguo aeropuerto Mariscal Sucre, que fue un gran lago. Durante el invierno, ese lago era un peligro para las personas y para sus cultivos porque subía el nivel del agua y dañaba todo lo que estaba a su alrededor.

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Pero La Florida, con 1.531 metros cuadrados, también jugó un papel importante en el intercambio comercial. Este sector pudo haber sido el lugar escogido para hacer un tambo, es decir, una pausa en los largos caminos que recorrían nuestros antepasados para el intercambio de productos de la Sierra a la Costa y viceversa. Y es que desde La Florida se puede ir caminando por las faldas del Pichincha hasta llegar a Tulipe, en el noroccidente de Pichincha, que está al otro lado de la montaña, un sector de clima subtropical y necesario para encaminarse a la Costa.

Los pobladores de La Florida realizaban trueque con pueblos de la Costa; intercambiaban molusco spondylus princeps y calcifer, así como madreperla y caracoles, elementos muy utilizados para la confección de trajes especiales para los rituales de las ceremonias fúnebres. De la Sierra se enviaban metales, alimentos y otros productos provenientes de los ricos valles de Quito.

El Museo de La Florida es uno de los centros importantes para la reconstrucción de la identidad y de la historia ecuatoriana y esto se explica, de entre otros detalles, por las formas de enterramiento que practicaban estas sociedades prehispánicas. Queda como evidencia un cementerio cuyas excavaciones tienen cerca de 16 metros de profundidad. Allí se iban ubicando los cadáveres en posición cómoda: sentados uno junto a otro y luciendo las galas que utilizaban mientras vivían.

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Los antiguos habitantes quiteños creían que los muertos eran el vínculo entre los dioses y sus familiares vivos, convirtiéndose en los portadores de la fertilidad de personas, animales y campos; por ello, se celebraban ceremonias fúnebres, entierros en tumbas profundas, rituales y visitas.

Liliana Ramos, una experta en arqueología, trabaja hace ocho años en este museo de sitio. Dice que se encuentra a gusto porque ha tenido la oportunidad de entender muchos de los cambios de nuestra sociedad y porque esos conocimientos se pueden compartir con los visitantes, que en su mayoría son estudiantes, grupos familiares y turistas extranjeros.

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Señala que los difuntos eran enterrados con joyas, ya que los antiguos quiteños fueron orfebres, desarrollaron técnicas para fundir el oro, laminarlo, recortarlo y repujarlo; aliaban el cobre con el oro; producían objetos de cobre y realizaban soldaduras con plata. Y ese cementerio se encuentra muy bien conservado y explica que nuestros antepasados tenían mucho respeto y cariño por quienes se adelantaban en el camino eterno. (I)

En Ecuador
Museo

Objetivo
En el Museo de Sitio de la Florida se trata de explicar cómo fue este proceso preincaico hasta la llegada de estos habitantes. Se cuenta con investigaciones de hace diez mil años a. C.

Talleres
Los fines de semana se dictan talleres para estudiantes y público en general sobre, por ejemplo, cómo hacer collares tal como trabajaban nuestros antepasados.

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Atención
El museo atiende de miércoles a domingo, de 09:00 a 17:00, con horario corrido. La entrada es gratuita.