Chía Patiño hace una pausa. El receso le permite respirar un poco y hablar con la gente que espera su presencia. Con una sonrisa muestra su buen genio. Está atareada, pero feliz. Y aunque confiesa que duerme bien, no puede ocultar su deseo de que no falle ningún detalle en la presentación de la obra bajo su dirección: La flauta mágica de los Andes.

La obra está casi lista para estrenarse el 14 de junio. La escenografía, elaborada con materiales autóctonos como carrizo, totora y madera, es probada una y otra vez y funciona de manera exacta. Los actores ensayan todo el tiempo. Los equipos de diseño dan los últimos toques para los trajes. Las marionetas con ponchos plomos, cafés y de colores están terminadas.

Esta es una nueva producción de la Fundación Teatro Nacional Sucre y ha sido trabajada desde hace un año y medio, aunque la idea nació hace dos. Y será presentada al público luego de una adaptación escénica realizada tras una profunda investigación musical y estética de la cultura andina. Será una obra colorida y comprensible para la mayoría de los asistentes, puesto que primero se tradujo del alemán al español y luego al quichua.

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La obra cuenta con la participación de las agrupaciones de la Fundación Teatro Nacional Sucre: la Orquesta de Instrumentos Andinos, formada en 1990 e integrada por 38 músicos; el Coro Mixto Ciudad de Quito, la Escuela Lírica y los coros juvenil e infantil.

Los elencos vocales son dirigidos por la estadounidense Carmen-Helena Téllez. La dirección escénica está a cargo de Chía Patiño. Según los organizadores, la obra traslada al público a un mágico mundo, con 300 títeres originales en escena, diseñados por la artista española Alejandra Prieto; el vestuario es responsabilidad del galardonado figurinista brasileño radicado en Madrid, Felype de Lima; y el diseño de luces está a cargo del español, Carlos Alzuela.

La sede de esta ópera será el Teatro Nacional Sucre, uno de los más antiguos teatros de Sudamérica y de Quito, construido entre 1879 y 1886 por orden del presidente Ignacio de Veintimilla e inaugurado en el gobierno de José María Plácido Caamaño. Su diseño siguió un modelo de inspiración europea, pues se trata de un teatro “a la italiana”.

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El Sucre es una de las salas de ópera más antigua de Sudamérica, pues fue inaugurada (1886) antes que el Teatro de Cristóbal Colón, de Bogotá (1892), el Amazonas de Manaos, de Brasil (1896), y el Colón, de Buenos Aires (1908). Este escenario ha sido sede de grandes obras teatrales y orquestales y también de sucesos de la vida política nacional, como la posesión presidencial de mandatarios, de alcaldes de Quito y de otros eventos de trascendencia.

En cartelera
La obra estará en escena durante ocho días, entre el 14 y el 24 de junio.

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Entradas
Las entradas tienen un costo de $ 20 para luneta; $ 30 para platea y $ 50 para palco. Se pueden adquirir en las boleterías del Teatro Sucre, en Quito. (I)