​Los gritos y lamentos invadieron a la familia de Alberto Borbor Mejillón. No esperaban verlo otra vez en un cofre mortuorio y en las condiciones en las que fue hallado.

El cuerpo del pescador, que llevaba desaparecido un mes, reflotó en las costas de Jama, Manabí. Estaba en estado de descomposición y sin cabeza.

El rostro de un tigre y un corazón que llevaba tatuado en su cuerpo permitieron a su familia reconocerlo.

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“Pido a la justicia que esta muerte no quede así, no es un animal, no soy nadie para juzgar, pero que la investigación siga. Mi hijo no merecía esta muerte”, dijo Rosa Mejillón, madre del pescador.

El hombre vivía en Santa Rosa, población cercana a Salinas, y deja en la orfandad a una niña de 5 años.

Lo último que se supo de Alberto y sus compañeros Dugra Mero Benítez y Wilian Rodríguez Rivera es que ellos eran perseguidos por supuestos piratas y que uno de los tres alcanzó a dar aviso.

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Desde entonces la familia insistió a la Capitanía y los pescadores cerraron la vía de acceso al puerto y gestionaron la búsqueda de los tres.

Ronny García, pescador de Santa Rosa, lamentó lo sucedido y pidió que se mejoraran las acciones de seguridad en mar para evitar los ataques de piratas que roban motores.(I)