Una mujer con un tablero en mano aborda a cada persona que llega al muelle de San Lorenzo. “¿Va a Colombia?, venga que ya salimos”, dice. El ‘ya salimos’ es un estribillo, una oferta que tarda en cumplirse hasta tres o cuatro horas.

El consuelo para el interesado en viajar, cuando ya desespera, es que si el bote, con capacidad para 25 pasajeros, zarpa al completar un mínimo de 10 ocupantes, quienes pagan $ 10 hasta Puerto Palma, un atracadero colombiano ubicado al otro lado del estuario del limítrofe río Mataje.

La caza de pasajeros empezó luego del estallido del carro bomba, el 27 de enero, afuera del Comando de Policía de San Lorenzo, en el norte de Esmeraldas. Aquello desencadenó la declaratoria de estado de excepción en este cantón y en el vecino Eloy Alfaro, decreto renovado el pasado viernes por 60 días más.

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Antes de esa fecha, que marca el estallido de una crisis de seguridad en la frontera norte, los botes salían cada hora de San Lorenzo a Puerto Palma, Colombia. En esa misma proporción regresaban. Cada viaje llevaba mínimo 20 personas. En total, se movían unos 480 pasajeros en 12 horas.

Hoy, tres viajes en cada sentido significan un máximo de 90 personas, tomando en cuenta una ocupación de 15 personas por viaje. Esa cifra la proporcionan los directivos y miembros de la Cooperativa de transporte fluvial San Lorenzo del Pailón.

Pese a que los viajeros salen y entran del Ecuador, no hay cifras oficiales, pues no se realiza ningún trámite de Migración. A ambos lados de la frontera no hay ningún control de este tipo. Eso lo ratifican los pasajeros, los tripulantes y lo constata este Diario en el muelle de San Lorenzo, donde solo queda un registro en la hoja que la señora que busca viajeros tiene en el tablero, para contabilizar el ingreso económico.

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El muelle está a unos 20 metros de la Capitanía, que hace controles ocasionales de zarpe y revisa datos del bote.

La mayoría de viajeros se moviliza entre San Lorenzo y Tumaco, la localidad más poblada del suroeste de Colombia. El bote va directo a Puerto Palma. De ahí se toma una camioneta o una chiva hasta Embilí, en la orilla del río Mira, el que se lo cruza en bote y luego se aborda un bus a Tumaco.

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“Está complicada la situación, desde el bombazo viene esto, se complicó con el secuestro de los periodistas y ahora nadie quiere viajar de lado y lado, porque les da miedo”, dice uno de los lancheros.

Julio Moreno Alvarado, presidente de la cooperativa San Lorenzo del Pailón, se queja también de la informalidad. Hay canoeros que toman hasta tres pasajeros y se van. Eso desencadena inseguridad, señala.

Moreno cuestiona el estado de excepción, porque no ha venido acompañado de atención social y apoyo al sector productivo. “Necesitamos tranquilidad económica y también seguridad”, afirma.

Los pasajeros, sin identificarse, señalan que en el trayecto no tienen inconvenientes y tampoco hay controles en el mar.

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“Es pura bulla eso de la emergencia, ni un militar apareció, nadie nos dijo nada”, refiere un hombre que a las 17:00 del miércoles 2 de mayo llega de Colombia a San Lorenzo.

Sobre el control migratorio, en el Comando de Policía de San Lorenzo no se atienden entrevistas señalando que todo lo maneja un Comando de operaciones en el Batallón San Lorenzo, donde se da a conocer que cualquier gestión debe hacerse en el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. (I)

 

Trayectos
Poblaciones
Ruta

Además de Puerto Palma en Colombia, los botes de San Lorenzo hacen viajes a Palma Real, el último poblado ecuatoriano en la frontera norte.

Servicio

También los botes ofrecen servicio a las islas Tambillo y Limones y a Pampanal de Bolívar y el Cauchal, entre otras rutas.

Artículos

En las embarcaciones que cubren el trayecto hacia Colombia se trasladan todo tipo de mercancías y enseres.