La comunidad internacional mostraba su indignación por la negra jornada del pasado lunes en Afganistán, donde 10 periodistas murieron tras ser blanco ‘deliberado’ de un ataque en Kabul, según la ONU, y once niños perdieron la vida en otro ataque en el sur del país.

Miles de personas asistieron al funeral del jefe de fotografía de Agence France Presse en Afganistán, quien murió con otros ocho periodistas en un ataque suicida de Estado Islámico. En otro atentado murió un reportero de la cadena británica BBC.

Shah Marai, de 41 años, tenía seis hijos e hijas, la menor de las cuales nació hace apenas dos semanas.

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El ataque fue el más letal contra periodistas desde la caída del Talibán en 2001, de acuerdo con la organización Reporteros Sin Fronteras.

Los periodistas en Afganistán, en su mayoría jóvenes, que se conocen bien porque cubren los mismos atentados en su país en guerra, han tenido que acostumbrarse a la muerte.

Igual que Shah Marai, los reporteros afganos salen corriendo de sus oficinas cada vez que hay un ataque y vuelven a ver por enésima vez las escenas de horror, los cuerpos desmembrados y las vidas rotas.

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“La muerte está por todas partes, no puedes saber dónde ni cuándo te golpeará”, dice Zakarya Hasani, de 27 años.

Zainab, una periodista de 23 años en uno de los principales periódicos del país, el Hasht-e-Subh, habla de la presión de familiares para que deje la profesión. “(Su madre) Quiere que renuncie pero no puedo dejar de informar, es justamente lo que quieren los talibanes y Daésh”, acrónimo en árabe del grupo Estado Islámico. (I)