El taxi avanzaba por el centro de Portoviejo. Allí, el conductor hablaba del terremoto del 16 de abril de 2016. Narraba a la pareja de pasajeros que algunos se salvaron de morir por un milagro.

La mujer lo interrumpió: ¿Usted cree en los milagros? -No tanto, porque algunos son charlatanes, respondió el chofer. María Vanessa Baque soltó una sonrisa y exclamó: “Nosotros sobrevivimos 36 horas bajo los escombros del edificio del centro comercial Navarrete, en Manta, luego del terremoto, nosotros somos un milagro”.

El chofer frenó en seco, volvió a mirarlos y casi los obliga a bajarse del auto a ella y su esposo, Segundo Pin.

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Vanessa cuenta ese pasaje como una anécdota y a cada momento repite: “Dios quiso que nos salvemos, la gente dice que recibimos un milagro, somos un milagro”.

La pareja, que vive en Manta, quedó atrapada junto a unas quince personas en una especie de acordeón que se formó entre las losas del centro comercial que estuvo localizado en el corazón de Tarqui, de Manta, donde por el terremoto de magnitud 7,8 fallecieron 99 personas. Ellos, aplastados y con poco espacio para moverse, sobrevivieron, humedeciendo los labios con su propia orina, rezando, dándose ánimo agarrados de la mano. Sobrevivieron escuchando morir a otros atrapados. Ellos son dos de los 113 rescatados vivos en toda el área del desastre.

La alegría de Vanessa por ser considerada como resultado de un milagro se transforma furtivamente al recordar que mañana se cumplen dos años del trágico evento.

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Aún retumban en su mente los gritos de los moribundos. “Lo que siempre me afecta más es recordar los gritos de los niños, del militar, de dos chicas, que se iban apagando con el paso de las horas, hasta morir, pero más me duele lo de la señora embarazada”, dice la mujer. Y en segundos, ya las lágrimas ruedan por su mejilla y apagan su sonrisa.

La señora relataba a gritos, entre los escombros, que tenía algo más de siete meses de embarazo. Decía que se le venían los dolores de parto. Pasaba el tiempo y gritaba que se le rompió el agua de fuente, que el niño se le venía, que se le vino. Luego su voz bajaba de tono, jadeaba, se quedaba en silencio, moría.

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Cuando la gente nos mira, nos toca, dicen que Dios nos hizo un milagro. Agradecemos a él y le pedimos que no vuelva a pasar lo que pasó”.Vanessa Baque, Sobreviviente

Dos años después de esa agonía de la que la pareja de esposos se salvó, ella revela un dato inédito. Meses más tarde del terremoto, recibió la visita de los familiares de la embarazada fallecida, para preguntarles quién se llevó al recién nacido. En la autopsia, los médicos legistas comprobaron que no tenía en sus entrañas al bebé, pero tampoco se habían hallado sus restos entre los escombros, a decir de sus familiares.

Vanessa se admira de aquello y no halla explicación. Refiere que les dijo que recen por ella. No los vio más.

La sobreviviente aún tiene secuelas graves del terremoto. Una columna del edificio rozó en su espalda al caer y le causó un daño en la columna. Dos años después del desastre, ella gira todo el cuerpo para mover su mirada de un lado a otro. Solo debe dormir en posición recta, no puede hacer labores domésticas ni ninguna actividad que signifique esfuerzo. Si se cae, no puede levantarse sola.

Dejó su negocio con el que ayudaba a su esposo, empleado en una fábrica. Pasa de terapia en terapia. De ayuda del gobierno de aquella época, asegura que no recibió nada. Hace trece meses perdió a su madre, no tiene hijos, pero tenía con ella a un sobrino que se lo quitaron.

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Afirma que sus cumpleaños son tristes y alegres. El 17 de abril, fecha de su nacimiento, ella estuvo atrapada y aquello la asusta, Pese a todo, no se deja vencer, dice que es el resultado de un milagro. (I)