Mucha gente entiende que su timeline en redes sociales es una mezcla de chisme de farándula y de familia, activismo político, noticias falsas, propaganda e historias ciertas. Pero mucha más gente no logra discernir qué es cuál.

El 63% de las personas dice no saber distinguir si una información es cierta o falsa, según el Edelman Trust Barometer 2018, realizado en 28 países.

La pregunta es ¿por qué?, ¿por qué creemos en la ficción?

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¿Recuerdan la emisión de radio Quito de La guerra de los mundos? El 12 de febrero de 1949 muchos quiteños huyeron de sus casas porque llegaban los extraterrestres, –como decía la novela de H. G. Wells–. Y al día siguiente la gente quemó la emisora cuando descubrió que la radionovela era eso… ficción.

Ficción viene del latín fictus. Significa fingido o inventado. Si las ficciones son falsedades, entonces ¿por qué creemos en ellas? ¿Ejemplos? Creemos que Dios nos pronosticará el futuro si hacemos clic en el enlace correspondiente de Facebook. Aceptamos como cierta la versión de un hecho si la fuente es el activista político A. Rechazamos (tajantemente) la versión del mismo hecho cuando viene del activista político B. Aceptamos que un producto es malo porque lo dice una celebrity de TV.

Pregunto, ¿por qué creemos en la ficción? ¿Por qué las redes llevan el asunto al paroxismo? Haré una aproximación reduccionista y tríada como respuesta:

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1. Porque creemos en las historias. Está arraigado en nuestra biología, sostiene Lisa Cron en Story Genius. Nos permite aglutinar gente para lograr su colaboración, dice Yuval Harari en Sapiens.

2. Porque la popularidad del emisor le da –equivocadamente– credibilidad a un hecho al incorporarle emocionalidad. Rupert Murdoch –presidente ejecutivo de News Corp– dijo que las plataformas web “…han popularizado fuentes de noticias difamatorias a través de algoritmos rentables para estas plataformas pero esencialmente poco fiables”.

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3. Porque creemos aún más en historias que coinciden con nuestra perspectiva de la vida y de cómo deben funcionar las cosas. Procesamos la data (nueva y vieja) a la luz de lo que ya creemos; y calificamos como equivocado aquello que contradiga nuestras creencias, según la neurocientífica Tali Sharot.

Las historias cambian el mundo. El storytelling cambia la relación entre las marcas y los consumidores. Y el chisme y las fake news son lo mismo. (O)