Moscú está preparado para ordenar la salida de diplomáticos británicos en respuesta a la decisión de la primera ministra Theresa May de expulsar a 23 ciudadanos rusos, mientras las relaciones con Londres se degradan a mínimos posteriores a la Guerra Fría tras el ataque a un exespía ruso en suelo británico.

Sergei Skripal, de 66 años, y su hija Yulia, de 33, están hospitalizados en condición grave desde el 4 de marzo, cuando fueron encontrados inconscientes en un banco fuera de un centro comercial en la ciudad inglesa de Salisbury.

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Después del primer uso ofensivo conocido de un agente neurotóxico en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido responsabilizó a Moscú y expulsó a 23 enviados rusos que según Londres trabajaban como espías encubiertos en la embajada británica.

Rusia ha negado cualquier participación en el envenenamiento, acusando a Reino Unido de ser una potencia post-colonial trastornada por el Brexit. Moscú incluso sugirió que Londres inventó el ataque para desatar una histeria contra Rusia.

El jueves, los líderes de Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos emitieron un comunicado conjunto pidiendo a Moscú que explique el ataque.

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En una muestra de lo tensa que está su relación, los ministros de Reino Unido y Rusia intercambiaron declaraciones abiertamente ofensivas, mientras que el viernes el embajador Alexander Yakovenko afirmó que Londres estaba tratando de desviar la atención de los problemas que está teniendo con las gestiones para la salida de la Unión Europea.

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El secretario de Defensa británico, Gavin Williamson, dijo el jueves que "Rusia debería irse, debería callarse". El ministro de Defensa ruso opinó que Williamson, quien estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Bradford, era un "impotente intelectual".

Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, afirmó el viernes que Williamson "era un hombre agradable, me han dicho, quizás quiere ganarse un lugar en la historia haciendo algunas declaraciones fuertes". (I)