Luego de permanecer cerca de ocho años asilado en el hospital José Carrasco Arteaga, del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), Ramón Góngora Salazar falleció la tarde del jueves 21 a los 31 años. Él estaba en estado vegetativo.

Ramón ingresó a ese hospital el 26 de febrero del 2010 por una cirugía de nariz, pero jamás salió en pie. Quien se mantuvo firme fue su madre, Nancy Salazar. Gritó, protestó y se encadenó reclamando justicia.

En el 2015 la familia consiguió del Estado una sentencia que aseguraba el cuidado de Ramón en el hospital y la entrega de una pensión a la mamá mientras Ramón esté vivo.

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Andrés Cadena, gerente general del hospital, señaló que la muerte se debió a una trombo que taponó el intestino delgado, lo que impidió que los nutrientes pasen al resto de los órganos. Según Cadena, ello aconteció el lunes 18.

Al momento de ingresar al hospital del IESS en Cuenca, Ramón tenía 23 años. Estaba casado, pero al poco tiempo su esposa lo abandonó y se llevó con ella al hijo de ambos.

Nancy, su mamá, nunca perdió las esperanzas de que Ramón despertara e incluso tenía la esperanza de pasar Navidad con él en su natal Esmeraldas. A pesar del estado vegetativo, ella comentó que sentía que Ramón mejoraba y que su corazón de madre le decía que podrían retornar a su casa.

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Sin embargo, Érick Pazmiño, abogado y amigo de la familia, señaló que tenían los exámenes médicos listos, el traslado a Esmeraldas, pero que ello se estancó porque en Quito supuestamente no se firmaban los papeles que autoricen el viaje.

Nancy Góngora, hermana de Ramón, lamentó que el médico que le administró anestesia a Ramón no fue sancionado. El abogado Salazar señaló que en ese entonces se lo procesó por lesiones inintencionales, pero como presuntamente este no se presentó a las audiencias “todo quedó en el olvido”. Agregó que fue demostrado que el médico no tenía título de anestesiólogo, por lo que no podía cumplir esa función dentro del hospital.

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Al quedar Ramón en estado vegetativo, su mamá dejó Esmeraldas y se mudó al sexto piso del hospital del IESS, donde a veces durmió en el piso y pasó malas noches, pero eso nunca la doblegó ni impidió que acompañe a su hijo hasta el final. “Murió a mi lado, nunca lo dejé”, dijo con rostro aquejado, antes de abordar la buseta que la llevó de vuelta a Esmeraldas, donde tratará de retomar su vida junto con sus hijas y demás familia.

El cuerpo de Ramón iba en un féretro color café con un crucifijo dorado en la tapa. “Ahora nos toca apoyar a mamá, no dejarla sola, fortalecerla”, reflexionó Nancy Góngora.

Han sido 8 años de lucha, estar al lado de mi hijo. Luchando él y yo porque así nos tocó. Se comprobó negligencia médica, pero el dinero no es nada para una vida. Él estaba reaccionando.Nancy Salazar, mamá de Ramón

(I)