- Andrea está en el hospital

- ¡Qué! ¿Qué pasó?

- Ella murió. No sé más. Vengan.

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A través de una escueta llamada telefónica a las seis de la mañana del 17 de julio del 2017, el padre de Andrea se enteró que su hija de 25 años estaba muerta.

Desde Durán se trasladó, junto a otros familiares, hasta el Hospital Universitario en Guayaquil y encontró un cuerpo rígido y lleno de moretones en brazos, piernas y espalda.

Ya le habían hecho la autopsia y el documento decía: Causa de muerte: Infarto. Edema cerebral y pulmonar. ¿Y todos estos moretones?, preguntó el padre. “De golpes nadie se muere”, le respondieron en la morgue.

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Desde entonces, la familia acumula documentos, fotografías y declaraciones extraoficiales que confirman su teoría: Andrea fue asesinada por su conviviente, un hombre de 37 años con quien llevaba tres años de relación e incontables episodios de violencia física y psicológica.

La denuncia fue presentada en la Fiscalía Provincial del Guayas y están solicitando la exhumación del cuerpo y pidiendo que se tome en cuenta las declaraciones de los hijos de Andrea, que presenciaron la muerte de su madre.

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- Mi mamita no se murió. Él la mató.

- Mijito, ¿está seguro?

- Sí. El la mató.

Estas son las declaraciones del hijo mayor de Andrea, de 9 años. Él y su hermano de cinco años hablan de gritos, de un cuchillo, de sangre…

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Los hechos son confusos. Cuando el padre de Andrea llegó a la morgue del hospital, su conviviente permanecía detenido en una patrulla, pero al poco tiempo lo liberaron. Hasta ahora, él sigue habitando la misma casa donde vivía junto con Andrea.

Los hijos de ella, producto de un compromiso previo, ahora están a cargo de una abuela y con terror de encontrar al exconviviente de su madre. El hombre amenaza a la familia por mensajes de WhatsApp. Dice que Andrea se volvió loca, que se golpeó sola, que se mató sola. Que ella lo contagió de Sida (VIH) y que son ellos los que deberían pagar por dañar la vida de un hombre inocente.

- ¿Andrea tenía Sida?

- Sí. Desde la adolescencia. Cuando vivía con su madre (fuera del país), el marido de ella la violó. Otros hombres también. La madre la prostituía, por eso ella se vino acá conmigo, dice su padre. Pero los hijos de Andrea no tienen Sida. Yo la llevaba a hacerse los tratamientos. Ella tomaba medicinas, dice su abuelo.

- ¿Andrea tenía algún problema mental u otro problema de salud o comportamiento?

- A veces ella consumía drogas, eso sí es cierto, dice uno de sus tíos. Pero ella era una chica alegre, divertida, normal, dice una hermana menor.

 - ¿Qué dicen los abogados sobre las acusaciones del que era conviviente de Andrea?

 - Que no importa si ella se drogaba o que ella tenía Sida. Que él no es Dios para decidir quién vive o muere. Que si él la mató, él debe ir preso. Que hay que averiguar mejor, porque debieron tomarle las declaraciones a los hijos de Andrea y no debieron soltarlo tan rápido a él, dice la abuela paterna.

A la familia de Andrea le quedan documentos que no alcanzan a comprender, trámites que no siempre pueden cumplir por falta de recursos económicos o tiempo, fotos de un cadáver, amenazas y el deseo de que su ser querido tenga justicia al menos tras la muerte. (I)