César Carrión se convirtió en el centro de las acusaciones de Rafael Correa por la revuelta del 30 de septiembre de 2010. Carrión estuvo preso y luego fue declarado inocente. Siete años después es asambleísta por CREO. Es doctor en Jurisprudencia y coronel de Policía en servicio pasivo, pero sobre todo, aclara, es “una víctima de una persecución tenaz del correísmo”.

¿Qué pasó con su vida desde aquel 30 de septiembre?

Un cambio radical. Mi carrera policial estaba en su mejor momento y podía ascender a general, pero fue frustrada. En el 2012, en medio del proceso judicial, fui reintegrado, pero en los siguientes meses pedí la baja porque el presidente (Correa) seguía con sus difamaciones en las sabatinas.

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¿Como asambleísta hace seguimiento a los procesados por la revuelta?

Hay cientos de procesados civiles, policiales, militares, muchos de ellos incluso con sentencias o dados de baja. Cinco policías fueron sentenciados a 12 años por intento de magnicidio. En mi caso, planteé una demanda internacional (ante la CIDH) en vista de que aquí no encontraba justicia. El 30 de septiembre fue una farsa.

¿Una farsa?

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Después de la protesta coincide la consulta popular del 2011 para callar a la prensa e impulsar la reforma a la justicia. Casualmente, en ese entonces Gustavo Jalkh estaba de ministro de Gobierno y luego pasó a secretario privado del presidente. Y al poco tiempo, presidente del Consejo de la Judicatura. Ahí se entiende cómo la orden de la sabatina surgió efecto no solo conmigo sino con muchos perseguidos. Fue un sainete, una gran mentira. Lo que sí sucedió fue la imprudencia de un presidente que ingresó a un regimiento donde estaban protestando los policías.

¿Cree que hubo un plan para algo más?

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Es evidente. Pero eso lo tenía que descubrir la justicia. En el hospital nadie le apuntaba (a Correa). Por decir esto, en una sabatina, el presidente dispuso que me procesaran, me sacaran del hospital y me dieran de baja. Todo se cumplió. Fue un invento para salir como héroe.

¿Qué necesidad tenía Correa de salir como héroe?

No creo que tenía una popularidad tan alta y hubo el interés por salir como “héroe”, por reprimir y callar a la gente. También está su personalidad. Siempre quiso resolver directamente los problemas y en este caso el desenlace fue fatal. Las consecuencias, las muertes y heridos los causó él. La muerte del estudiante Bolaños fue el producto del llamado de Ricardo Patiño a “rescatar la democracia”.

La Policía también tuvo responsabilidades ese día

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No hay que ver el problema desde la mitad, sino desde el origen. No se investigó, no se quiso topar sino solo a los mandos medios, a la tropa.

¿Lecciones?

La injerencia del Ejecutivo en la justicia. ¡A los tres días (de la sabatina) yo ya estaba en prisión! No hubo una investigación imparcial y el presidente puso en sus sabatinas y cadenas nacionales, día y noche, el intento de golpe de Estado, de magnicidio, de secuestro...

¿Usted sitúa a Jalkh como cómplice de una justicia alineada con Correa?

En la sabatina, el presidente ordena a Jalkh que hable con el fiscal de ese tiempo, Washington Pesántez y a los tres días, yo estuve acusado, procesado y fuera del hospital. ¿Qué más injerencia puede haber?, ¿se puede confiar en alguien que trabajó como secretario privado (de Correa), como el fiscal Carlos Baca Mancheno?

La cercanía es real, pero no prueba la injerencia

Se conformó la Comisión del 30 de septiembre con Baca Mancheno, Diego Guzmán y Óscar Bonilla. Les dieron año y medio para hacer un informe y todo fue en secreto. El informe no se conoce.

¿Cuál es su situación legal?

Fui absuelto en las tres instancias. No debo nada; más bien me deben todo el tiempo que pasé en prisión, las difamaciones, las cadenas nacionales... Me acusaron de intento de magnicidio y de ser cómplice de los policías del regimiento. Es ridículo.

Ahora hay otro presidente

Le envié dos cartas al señor presidente Lenín Moreno, pidiéndole ser recibido para tratar estos temas de violación de los derechos humanos de todos los perseguidos, no solo de los del 30 de septiembre. El presidente tiene la facultad de indultar.

¿Le pide que indulte a los procesados?

Tienen que revisar los casos, ver una metodología o hasta plantear una pregunta en la consulta popular. Si no, sería como aceptar estos procesos injustos. Al menos yo, veo que el señor presidente Lenín Moreno tiene la oportunidad de desmarcarse del anterior o convertirse en un encubridor del 30 de septiembre.(I)