La vigilante con túnica negra y velo blanco silba el fin del recreo. Las adolescentes del centro de enseñanza Trablus de la ciudad iraquí de Mosul vuelven sonrientes a las aulas en las que se hacinan 90 por clase.

Situado en el barrio Mosul al Jadida fue el primer colegio para chicas en reabrir en el oeste de la ciudad en mayo. Otros siguieron sus pasos.

“En tiempos de Dáesh (acrónimo árabe de la organización Estado Islámico, EI) había 27 alumnas. Hoy contabilizamos 650”, explica Nihad Jasem, una responsable del centro.

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El portal metálico ha quedado acribillado por la metralla, los cristales rotos dejan pasar el calor, los muros están resquebrajados, hasta el pasado miércoles no hubo agua ni electricidad, los profesores no cobran y los libros escasean... pero Jasem asegura que son ‘felices’.

“Después de tres años (bajo el yugo del EI) queríamos desarrollarnos de nuevo, volver a ser civilizados. Estas chicas tienen una nueva oportunidad, su futuro estaba a punto de quedar destruido para siempre”, dice sonriendo.

En el mandato del EI, que se apoderó de la ciudad en junio de 2014, los profesores tenían que asistir bajo amenaza de ser detenidos por la policía religiosa. Se suprimieron las clases de biología, historia, geografía y ciencias. Solo se impartía religión islámica, árabe e inglés.

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Para estas alumnas que sueñan con ser ‘profesora’, ‘abogada’, ‘periodista’ o ‘arqueóloga’ y para sus profesores la prioridad es recuperar el tiempo perdido. “Lo que queremos son libros”, abunda Nur Jeiri.

El temor persiste porque no se han liberado completamente del EI. Detrás de las sonrisas afloran los miedos. (I)