Alberto Loor, un ecuatoriano de 34 años, y Maria José Di Mora, de 28, estaban terminando su luna de miel en Europa. "Tristes", decidieron acortar su estancia en París, sin haber visto la Torre Eiffel. "Nunca habíamos vivido nada así. Uno siente que su vida está amenazada".

Ellos, junto a cientos de turistas, mirando hacia el altar, confinados en la catedral de Notre Dame de París, levantan los brazos en una sobrecogedora imagen, poco después de que un yihadista agrediera a un policía delante del emblemático monumento.

El sol de la tarde sigue filtrándose por las vidrieras y la nave está llena de brazos al aire, mientras que los turistas se prestan, en calma, al control de los policías, para mostrar que no tienen nada en las manos y que no representan ninguna amenaza.

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"La gente estaba tranquila. Oíamos una voz que nos decía, en francés, en inglés y en español que no cundiera el pánico", declaró a la AFP Nick, un estadounidense de 42 años que está pasando cinco días en París junto a su pareja.

A la salida, su compañera se le echa en brazos, todavía conmocionada. "Tengo miedo", repite ella. "La policía ha hecho un buen trabajo. No cundió el pánico", la tranquiliza él.

Hacia las 16H20 (14H20 GMT), ambos estaban en la fila de espera, en el exterior, cuando un hombre se precipitó hacia un policía con un martillo en la mano, afirmando ser "un soldado del califato" autoproclamado en junio 2014 por la organización yihadista Estado Islámico (EI), en Siria e Irak.

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Desde su oficina, situada en el segundo piso de la casa parroquial, el responsable de comunicación de Notre Dame, André Finot, se enteró de lo que estaba ocurriendo al escuchar el primer disparo de respuesta de la policía. "Vi a tres policías rodeando a un hombre. Hubo un segundo disparo y el hombre cayó sobre la explanada" delante de la catedral.

El policía resultó levemente herido y el asaltante, alcanzado en el tórax, fue evacuado.

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Comenzó el terror

En la fila de espera, todo se produjo tan rápidamente que nadie "tuvo el tiempo de caer en el pánico", cuenta Nick. "Oímos un ruido. Como 'pfff' [...] Luego hubo un movimiento, algunos se echaron a correr. La policía nos dijo que entráramos" al templo.

"De repente, cerraron las puertas. Tuve miedo, creí que era una bomba. Pero gracias a Dios nos dijeron rápidamente que no, y estuvimos bien", explica Juan, un mexicano de unos 50 años, de excursión con un grupo.

Según Finot, más de 1.500 personas estuvieron encerradas dentro de la catedral, que recibe a 13 millones de visitantes anuales.

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"Nos dio un poco de miedo al principio. Íbamos a salir cuando escuchamos a un policía decirle a todo el mundo que se sentara. Con un micrófono, nos dijeron que un hombre había atacado a un policía con un martillo y que la policía había tenido que abrir fuego contra él", dice Kaylee, una estadounidense de 19 años, que vino desde Waco (Texas) a París para estudiar francés.

Después de los controles policiales, "nos volvimos a sentar, esto duró cerca de dos horas y media. El ambiente no era pesado, estaba bastante tranquilo".

Tras una larga espera, "los policías hicieron salir a la gente por grupos de 10 o 20", cuenta Ugurcan Yilmaz, un turista de 29 años procedente de Estambul.

Aliviados por poder salir, los turistas no se demoran en atravesar lo más pronto posible los puentes que cruzan el Sena. La mayoría abandona precipitadamente el ancho perímetro de seguridad desplegado en torno al templo católico, silenciosos, demacrados y, algunos, llorando. (I)