Llegó de prisa a sumarse a las tareas para combatir el incendio en un edificio del centro de la ciudad. Lo primero que hizo fue buscar un lugar para cambiarse el uniforme de oficina por el de bombera. Al no encontrar un espacio adecuado, lo hizo en un camión del Cuerpo de Bomberos y por la incomodidad del espacio no logró quitar sus medias de nylon. Estas se derritieron y pegaron a la piel por el calor de las llamas.

Ana María Wiesner cuenta esta anécdota de sus inicios como voluntaria en el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil. Ahora, más de 20 años después, es capitán y ha sido comandante de dos compañías, en el norte y sur de la ciudad.

Además fue la primera mujer, en 1994, que ingresó a la institución. "Fui quien dio el primer paso y junto a mí existen alrededor de 250 mujeres guerreras tratando de poner su granito de arena, dejando a un lado por un rato su familia, sus actividades, su trabajo, su universidad, sus estudios en sí, para ayudar a las personas que lo necesitan en ese momento".

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Junto a un camión, similar al que le sirvió de vestidor improvisado hace unos años, y vistiendo su uniforme con el que combate las llamas, Wiesner da un mensaje a las jóvenes: "Podemos retribuir las bendiciones que recibimos a diario. Eso es ser bombero, es mi pasión. Es de una u otra forma agradecerle a la vida todas las bendiciones recibidas".

'Todavía hay mucha gente machista que piensa que la mujer no ayuda'

Su voz es firme y con decisión toma el uniforme y se lo viste con rapidez. Paola Cevallos Figueroa es bombera voluntaria hace cuatro años y pertenece a la División de Rescate del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil. En ese accionar ha escuchado cuestionamientos de ciudadanos previo al ingreso a un incendio, tales como: '¿Qué vas a hacer ahí adentro?'.

'Todavía hay mucha gente machista que piensa que la mujer no ayuda', responde esta mujer subteniente que fue la primera en llegar a Manabí para ayudar en el rescate de las víctimas del terremoto del 16 de abril del 2016. Lo hizo cerca de las 23:00 de ese día (el sismo ocurrió a las 18:58) junto a su esposo, también bombero.

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Recuerda que cuando empezó a ser bombera voluntaria su madre se oponía a que fuera a los incendios en la noche, por temor a que le pase algo malo. "Siempre hay un poquito de cuidado para nosotras las mujeres", comenta.

"Hay mucha gente que no confía tanto en las mujeres, que siempre piensan que van a estar detrás de un escritorio o haciendo labores más pasivas y cuando nos ven saliendo de una estructura (tras un rescate), nos ven y dicen: qué chévere ver que una mujer está haciendo (su labor) a la par y trabajando con todos sus compañeros. Esa creo que ha sido una de las cosas más positivas que tenemos", sentencia. (I)