La Unión Europea adoptó este viernes en La Valeta su plan para cortar la ruta migratoria del Mediterráneo central, convertida en principal itinerario hacia Europa, unas medidas criticadas por las ONG que advirtieron de sus efectos sobre los migrantes bloqueados en Libia.

“Llegó la hora de cerrar la ruta de Libia a Italia”, había sentenciado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a su llegada el jueves a Malta, una pequeña isla situada entre ambos países en el corazón del Mediterráneo.

El control de la migración irregular se ha convertido en una prioridad de los mandatarios europeos, que intentan dar un nuevo impulso a la UE basado en la seguridad interior y la defensa exterior, en un contexto de auge de la ultraderecha en Europa.

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Tras lograr frenar drásticamente la llegada de migrantes a las costas griegas a través del mar Egeo mediante un controvertido acuerdo alcanzado en marzo con Turquía, cortar la ruta que parte de Libia y es utilizada en su mayoría por personas subsaharianas se ha convertido en la prioridad.

Aunque las cifras en el Mediterráneo central son menos impresionantes que las registradas en Grecia, alcanzaron en 2016 un nivel récord de más de 180.000 llegadas a las costas italianas. Unas 4.500 personas perdieron la vida en el intento.

Este viernes por la mañana, las embarcaciones humanitarias desplegadas en el Mediterráneo socorrieron a más de mil migrantes frente a las costas de Libia, una situación que calificaron de “pesadilla”.

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Y, a unos 350 kilómetros al norte de Libia, los mandatarios europeos aprobaban mientras tanto su plan para frenar la migración.

Marcar la ‘diferencia’

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Sin embargo, a diferencia de la situación en Turquía, el jefe del gobierno libio Fayez al Sarraj “no tiene el control del territorio como (el presidente turco Recep Tayyip) Erdogan, por lo que no podemos esperar que la situación cambie de repente”, reconoció el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni.

En la denominada “Declaración de Malta”, los 28 proponen así reforzar el entrenamiento de los guardacostas libios, aumentar sus esfuerzos en la lucha contra los traficantes de seres humanos y colaborar con los países vecinos de Libia, así como estabilizar la situación en este país sumido en el caos desde la caída de Muamar Gadafi en 2011.

Otros de los objetivos son apoyar a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en su política de retornos voluntarios, así como garantizar unas condiciones adecuadas en los campos de migrantes en Libia junto a esta organización y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

La UE puede marcar la “diferencia” en cuanto a la migración, aseguró este viernes la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, para quien el plan cuenta con un enfoque basado en la colaboración, en el respeto de los derechos humanos y la legislación internacional, y en “evitar la pérdida de vidas tanto en el mar como en el desierto.”

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‘Mar’ y ‘arena’

Las medidas adoptadas no convencen en cambio a las ONG, que advierten de sus consecuencias sobre los migrantes, como ese joven de 26 años oriundo de Guinea-Bisáu que a su llegada a Italia el jueves aseguró que, en Libia, “a los negros los meten en prisión”. “No tenemos casi nada para comer o beber”, añadió.

“Lo que la UE quiere llamar ‘una línea de protección’ sería en realidad una línea mucho más profunda de crueldad en la arena y en el mar”, advirtió no obstante Judith Sunderland, responsable de la ONG Human Rights Watch.

Además del plan de los 28, el primer ministro italiano acordó la víspera con su homólogo libio proporcionar recursos financieros, materiales y de salud, a cambio de que Libia controle la migración y cree unos controvertidos campos de detención.

La idea de crear estos centros no es nueva, ya que en el 2008 fueron activados tras un acuerdo pactado entre el entonces primer ministro italiano Silvio Berlusconi y el líder libio fallecido Muamar Gadafi.

Arjan Hehenkamp, responsable de Médicos Sin Fronteras, describe que, en estos centros de detención, “la gente está hacinada en condiciones terribles, en pésimas condiciones higiénicas, sin luz, sin espacio, con distribuciones irregulares de comida y agua que son de muy mala calidad”.

“Si los europeos consiguen realmente que los guardacostas libios puedan devolver a la gente a Libia, esto significará que se les devolverá a una situación infernal”, añadió Hehenkamp, tras pasar tres días en el país norteafricano. (I)