¡Achachay!, ¡arrarray! y ¡atatay! son las palabras que entre el 1 al 6 de este mes se escucharán decir por los cientos de diablos que salen a bailar en la Diablada Pillareña, que desde enero del 2009 se celebra como parte del Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador.

A las partidas (comparsas) de Guanguibana, Guanguibana La Paz, La Florida, Rocafuerte, Robalinopamba, Marcos Espinel, Chacata El Carmen, San Vicente de Quilimbulo, San Andrés, Santa Marianita, Tunguipamba El Rosal y Cochaló, anunciadas inicialmente, se unió la de la organización Minga Cultural.

Esta última apareció primero por las calles de Píllaro la tarde del 1 de enero. Blasco Sánchez, coordinador del grupo, aseguró que trabajan para que las actividades que son parte de la cultura pillareña, como la Diablada, se fortalezcan.

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Timoteo Chasi, cabecilla de la partida del barrio Rocafuerte, comentó que la Diablada Píllareña es parte de la cultura ancestral de Píllaro y que por esa razón se motiva para que los niños sigan la tradición, que es único en el país, sostuvo.

Recordó que hay un acuerdo con el Municipio para que cada partida se apegue a lo que es la Diablada Pillareña, que excluya la participación de personajes que nada tienen que ver con esta comparsa, además que la vestimenta sea la auténtica.

En cada partida, se asegura, participan por lo menos 200 diablos, sumados a los capariches (barrenderos) que son los que abren la participación de cada comparsa, guarichas (hombres vestidos de mujeres), parejas de línea y banda de pueblo, son 400 personas.

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El alcalde Patricio Sarabia señaló que desea que en el 2018 haya más de las trece partidas de este año, para fortalecer más la cultura ancestral.

El comienzo de la Diablada fue cuando a los indígenas de la colonia les daban un día al año para el descanso, que era aprovechado para disfrazarse de diablos con el fin de distraerse, así como para protestar por la opresión, abuso y represión de la que eran víctimas. (I)