Si las elecciones fueran en las redes sociales y los seguidores y me gusta, votos, Abdalá Dalo Buracam (de Fuerza Ecuador) ganaría la Presidencia, pues es el más seguido en Twitter. En Instagram le da diez a uno a quien le sigue que es Guillermo Lasso (del Movimiento CREO), quien en cambio en Facebook –la más usada– tiene el primer lugar, aunque rebatido por el equipo de Bucaram: “Las métricas nos dicen que Dalo con apenas la tercera parte de seguidores hace el triple en engagement (grado de interacción). La gente siente auténtico a Dalo, eso es todo”, dice Carlos Ferrín, director de Comunicación de esa campaña.

Pero los seguidores no son votos. “Es muy difícil traspasar esos simpatizantes a votos. No son endosables, pero generan una imagen”, señala el director académico de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, Édgar Salas Luzuriaga. Y de eso son conscientes quienes manejan la campaña digital.

Lo corroboran elecciones cercanas: El candidato rey de las redes sociales de Colombia, Antanas Mockus, no ganó la campaña del 2010. Y en 2016 Pedro Pablo Kuczynski llegó a la Presidencia de Perú con 3,2 millones de votos y 661 mil likes en Facebook en la primera vuelta; y 8,5 millones de votos en la segunda, siendo tercero en seguidores en esa plataforma.

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Pero sí hay una ventaja: “Es alcance, audiencia, más gente a la cual llegas con el mensaje”, indica Ferrín, y cuenta que hay posteos de Dalo que superan los 100 mil likes y videos que superan el millón de vistas.

Lo importante de moverse en redes es llegar a los electores. Y él es uno de los que lleva la delantera. “Lasso lleva cinco años con estructura, Dalo tiene a su esposa que es muy mediática, otros recién se están incorporando”, comenta Salas.

Y en esa carrera ya están los ocho presidenciables. Todos tienen su página en Facebook y cuentas en Twitter, unos llevan en ese ciberespacio siete años y otros pocas semanas o meses.

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En Facebook es como si llenaran dos estadios Monumental repletos, hasta en la cancha. O como si toda la ciudad de Riobamba o Esmeraldas los viera a través de los videos que cuelgan en la red: a Lasso hablar de crear un millón de empleos. A Bucaram caminando, en mítines o en Manabí. A Lenin Moreno (Alianza PAIS) hablar de “nuevos sueños”. A Cynthia Viteri sentada en la sala de Ornella y Flor, quienes le escribieron por Facebook y ella en respuesta las fue a visitar.

Sus videos llegan a ser vistos por 170 mil, 200 mil, 600 mil personas que no están en un solo lugar, sino que hacen clic en las cuentas de los candidatos.

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Desde que Viteri es precandidata su actividad se hizo mucho más fuerte. “No es que se le metió más intensidad a las redes sociales. Es el reflejo del día a día de ella”, comenta Andrés Tacle, del equipo digital de la campaña de la socialcristiana. Asegura que a la semana llegan a tener de cinco a seis millones de visualizaciones.

Lo mismo ha ocurrido con Moreno, Paco Moncayo (Izquierda Democrática) e Iván Espinel (Fuerza Compromiso Social). Sus agendas crecieron al convertirse en candidatos y sus fotos, videos y comentarios reflejan esa precampaña.

Ni bien se inscribió Patricio Zuquilanda (Sociedad Patriótica) abrió una nueva cuenta en Twitter como candidato. Cuatro meses antes lo hizo Washington Pesántez (Unión Ecuatoriana).

Para el director general de redes sociales de la campaña de Lasso, Juan Pablo Meneses, “la cantidad de likes no es lo que importa, sino cuánta gente comparte” los mensajes, y asegura que un solo video del candidato puede tener más de dos millones de visualizaciones.

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Y a nueve días de que se inicie la campaña oficial esos tuits, comentarios, fotos y videos abundan en un espacio tecnológico donde no hay límites, ni de ingenio –pues algunos candidatos ya están yendo de las redes a estrechar la mano de sus seguidores– ni de reglas, pues la campaña en redes sociales está excluida del control del Consejo Nacional Electoral. (I)

Hay grupos sensibles que sí se dejan llevar por esto, jóvenes que no saben por quién votar, que en su memoria solo está un presidente, pero no son la fortaleza electoral.Édgar Salas Luzuriaga,Facultad de Comunicación de la Universidad Espíritu Santo