Decenas de miles de víctimas, de desaparecidos, de desplazados, 12 exgobernadores investigados por presunta corrupción, impunidad, surgimiento de grupos de autodefensa, aumento de consumo de drogas en jóvenes, descabezamientos de grandes carteles que dieron paso a células más violentas...

Ese es el saldo desde el 11 de diciembre de 2006 cuando el entonces presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico, una medida que para activistas desató una tragedia innecesaria que ha dejado más de 155.000 muertos.

Ninguno de los programas, incluido el llamado ‘México Seguro’, que ya había iniciado en su gestión Vicente Fox, han dado resultados porque “simple y sencillamente no está clara la estrategia”, dice Javier Oliva Posada, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, a infobae.com.

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Expertos advierten que los casos de homicidios se disparan. En el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien asumió el poder prometiendo un “México en paz”, pero su estrategia de seguridad la mantiene intacta, las cifras de la violencia repuntaron. Entre enero y octubre de este año hubo 17.063 homicidios, contra los 14.090 del mismo periodo de 2015.

Aunque grandes carteles fueron descabezados, el crimen resurge en pequeñas bandas más violentas que buscan otros negocios como el secuestro y la extorsión. “La guerra se volvió mucho más compleja, escaló el nivel de muerte”, dice a la AFP el experto en seguridad Raúl Benítez Manaut.

México se sumergió en un cruce de disparos de fusiles, metralletas y hasta lanzagranadas. Los criminales minaron el paisaje de cadáveres colgados, decapitados, calcinados y enterrados en fosas clandestinas, mientras los uniformados han sido acusados de cometer torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas.

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Analistas como Oliva Posada coinciden en que de nada sirve presumir las cifras de cabecillas atrapados, como el Chapo Guzmán o el Z40 si no existe un cambio desde las policías locales, poco preparados, mal pagados y sin el equipo necesario.

Un funcionario policial del estado de Tamaulipas dice a AP que se topa seguido con jóvenes convertidos en gatilleros de carteles y cuyo oficio no les causa remordimientos. De hecho, esos jóvenes ven los asesinatos como la mejor manera de costearse cosas, como teléfonos celulares, vehículos y novias.

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“Ser jefe de estacas y tener un narcocorrido, no tienen otra aspiración más, a pesar de que saben que su tiempo de vida es muy corto”, lamenta el funcionario, quien recuerda el caso de un chico de 16 años que secuestraba, mataba y mutilaba a sus víctimas y después se tomaba selfies con los cadáveres desmembrados. Tras una década de guerra contra el narco, la violencia es la única realidad conocida por su generación.

“Los chamacos, los de ahorita, de 14 años en adelante que pueden ser los detenidos, han vivido dentro del delito; es decir, viven en algo que para ellos es completamente normal”, agrega el funcionario.

El escritor Juan Villoro recuerda una declaración de Calderón sobre la existencia de 7,5 millones de jóvenes que ni trabajan ni estudian. “Curiosamente el mismo presidente no hizo nada para enfrentar el problema”, dijo a bbcmundo.com y agregó que este tipo de jóvenes “son el caldo de cultivo perfecto para el narcotráfico.

La disputa entre carteles por control territorial llevó a masacres como en 2010 a 72 migrantes en Tamaulipas por el cartel de Los Zetas, que los masacró porque rechazaron ser reclutados. En 2014 se dio el caso de la desaparición de 43 estudiantes en Guerrero. En el libro La verdadera noche de Iguala, de la periodista Anabel Hernández, se revela que el Ejército participó en el asesinato de los jóvenes, quienes descubrieron que en los buses que tomaron para una protesta había droga. (I)

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Los recuentos son terribles. Ya no sabemos dónde empieza el Estado y dónde termina el crimen. Queremos que se larguen... No hay nada que pedirle al Estado, hay que cambiarlo, refundarlo”.Javier Sicilia, poeta y líder activista, cuyo hijo fue asesinado