El ruido de la sierra eléctrica y de los martillos sobre la madera no se detiene. Carpinteros de profesión y algunos ajenos a este oficio trabajan como voluntarios haciendo ataúdes, todos motivados por el deseo de ayudar a los damnificados por el terremoto del pasado sábado 16, que afectó a Manabí y Esmeraldas.

A diario, desde las 06:00 hasta las 22:00, estos voluntarios, en su mayoría residentes del sector y maestros carpinteros de empresas privadas, fabrican unos 50 ataúdes. Al principio lo hacían en una calle sin salida, atrás de la UEES, junto al maternal Wonky Land, que prestaba sus instalaciones; ahora están en el colegio CENU.

La iniciativa comenzó hace un poco más de una semana, por Roberto Vargas, un hombre de 25 años que estaba en Portoviejo justo en el momento en el que se dio el terremoto.

Publicidad

“Estaba allá haciendo un trabajo, minutos antes del desastre, salí del hotel en el que estaba hospedado porque iba a comer, cuando regresé sentí un remezón muy fuerte, me caí de las escaleras y a la final, gracias a Dios salí con vida”, dice mientras aprieta los puños y baja un poco la cabeza.

Roberto cuenta que al día siguiente del terremoto, justo cuando llegaba a Machala, adonde se había ido a buscar trabajo, vio por redes sociales que un grupo de arquitectos pedía la ayuda de voluntarios que pudieran construir ataúdes para donar en las zonas afectadas, por lo cual sin dudarlo decidió venir a Guayaquil y unirse a la iniciativa.

Poco a poco más personas se comenzaron a sumar, las donaciones de materiales como palets, madera gruesa y fina, clavos, pintura, entre otras cosas, aumentan a diario a tal punto que ahora no solo construyen féretros sino también sillas, mesas y cajas para víveres.

Publicidad

A la causa se han unido varias empresas privadas, no solo en la donación de materiales sino también con personal, como es el caso de José Muñoz, quien llevó a 4 obreros de su constructora.

Hasta el momento se han enviado ocho camiones con más de 200 ataúdes, todos con una medida estándar de 60 cm por 2 metros y 40 centímetros de profundidad, sin color, solo con una cruz pintada de blanco o negro, en el centro. (I)

Perdí todo en el terremoto, pero no la vida, por eso sigo trabajando, convencido de que Ecuador volverá a levantarse. Yo seguiré con esto el tiempo que sea necesario”.Roberto Vargas, Sobreviviente