Por efecto del sismo de magnitud 7,8 en la escala de Ritcher que sacudió al país, el sábado 16 de abril, un viaducto y 20 viviendas colapsaron y 243 edificios y casas presentan afectaciones parciales, según el informe situacional del Municipio y la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil.

La mayoría de las edificaciones con daños está en el centro. Son vetustas, de construcción mixta, las cuales son más vulnerables que las de hormigón reforzado, explica Javier Vera, gerente de la consultora Geoestudio y director del Instituto de Ingeniería e Investigación de la Universidad Católica y líder de la Comisión de COE 3, encargada de evaluar la infraestructura de Guayas y Manabí.

Vera señala que en Guayaquil hay suelos muy blandos, de espesor grueso de 40 metros. “Cuando vienen las ondas sísmicas, en este caso de Manabí, hay un efecto de amplificación dinámica, que incrementan las vibraciones...”, explica.

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Suelos como el del centro, sur y cierta parte de Kennedy Norte –las más afectadas en la ciudad– vibra de 1 a 1,5 segundos más, según el técnico.

“El suelo ha hecho que se amplifique la fuerza sísmica, lo que se conoce como efecto del sitio”, sostiene Vera.

Agrega que el riesgo no es uniforme en Guayaquil, depende del tipo de estructura, amenaza sísmica y cómo se diseñó la estructura.

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Con aval municipal, Vera elaboró en el 2005 un estudio de zonificación geotécnica y sísmica para la ciudad. En el 2014 lo actualizó con auspicio de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, pero aún no es entregado al Cabildo, comenta.

Vera sostiene que el documento recoge, por ejemplo, datos sobre los tipos y características mecánicas de los suelos, e información sobre la fuerza sísmica en función del punto donde se encuentre la infraestructura, para que se sepa, según él, cuál es la demanda sísmica para diseñar nuevas estructuras y reforzar las existentes.

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Como medida preventiva ante un posible colapso, en zonas de Guayaquil se restringe con cinta de seguridad el paso al perímetro de ciertas casas o edificios. Entre ellas, la vivienda de la familia Esparza Quintana, en Camilo Destruge y Noguchi, que perdió paredes laterales del segundo y tercer piso.

Antonieta Esparza, de 72 años, sostiene que la casa de construcción mixta tiene unos 52 años.

Ahí vivían tres familias, pero ante el estado de la vivienda, todas dejaron la casa.

Ella cuida la estructura en el día; en la noche se va a dormir donde una de sus hijas.

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“Quisiera que vengan técnicos a evaluar la casa y decirme si tengo que demoler. No sé cuánto me costará”, dice la adulta mayor, el miércoles 20.

En el cerro Santa Ana, en el callejón Butrón, la familia de Carmen Muñoz durmió en la calle algunas noches, con todos sus enseres en la vereda, porque su casa estaba por colapsar. La fachada la sostenían dos cañas. En el interior había daños en paredes, techo y piso de la infraestructura.

Entre las que colapsaron estuvo el condominio de Segundo Llamuca, ubicado en Ayacucho y García Moreno. En la edificación, construida hace cuatro años, invirtió $ 200 mil.

Por ser una estructura nueva, algunos inquilinos –que perdieron sus enseres– mencionan que podía tratarse de una “mala construcción”.

Llamuca lo descarta. Muestra los permisos y el certificado de inspección final del Municipio e indica que finiquitó el contrato e indemnizó a cinco de las ocho familias. Las otras no aceptaron, menciona.

Jorge Berrezueta, director de Obras Públicas del Municipio, sostiene que se otorga permiso de construcción al verificar que se cumpla con la normativa municipal, pero que no tendría nada que ver con estudios estructurales ni de construcción. “Si no tendríamos que tener a una persona en cada construcción, es imposible”, refiere.

En tanto, ingenieros estructuralistas extranjeros llegaron a la ciudad para inspeccionar casas que presentan cuarteaduras y daños aparentes por el movimiento telúrico.

Junto con técnicos locales, se definirán las medidas por adoptar para garantizar la habitabilidad de los inmuebles. (I)