Una sirena hace que la gente que está en el ingreso norte del Estadio principal de Pedernales se retire. El silencio se apodera del sitio y solo el grito sin consuelo de una mujer se replica una y otra vez.

Carmen mirando al cielo dice no creer que el cuerpo que venía dentro del carro de Medicina Legal sea el de su hijo Carlos. Un oficial vestido completamente de blanco, en cambio, le confirma que sí, que el cadáver encontrado debajo de los escombros de un edificio es el de su hijo.

Escenas como estas se ha vuelto comunes en Pedernales, luego del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que ocurrióm el sábado último en Ecuador.

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En una esquina del estadio de Pedernales se encuentran apilados los ataúdes que son usados para los cadáver que van encontrando. El comandante de la Policía, general Diego Mejia, explica que los cuerpos llegan al sitio, se los identifica e inmediatamente se los entrega a sus familiares.

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Los más de 30 grados de temperatura que se tiene en la zona no permiten mantener mucho tiempo en el lugar a los cuerpos. Hasta el momento solo cuatro cadáveres, de los 132 que hasta la mañana de este lunes habían sido recuperados en Pedernales, no han sido identificados.

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Esos cuerpos serán enterrados en una fosa común, a un metro y medio de profundidad, no sin antes registrarlos con imágenes, huellas dactilares, entre otros detalles que faciliten su posterior reconocimiento.

Extranjeros fallecidos

En la calle, personas como Julio Ibarra esperaban que entre los escombros ubiquen a dos personas al interior de su hotel. En menos de dos días, él ha visto sacar los cuerpos de tres médicos cubanos y estaba a la espera de que encuentren al de su tío y al de un jubilado italiano que vivía desde hace años en lo que era el Gran Hotel de Pedernales.

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En el cementerio central de la localidad costera se vive un ir y venir de tricimotos cargando ataúdes. El ambiente es denso y el olor a descomposición se siente muy fácilmente.

En la mañana de este lunes, en menos de 15 minutos, cuatro cofres mortuorios ingresaron en un cementerio con árboles caídos y tumbas dañadas. Entre los ataúdes que ingresaron estaban el de dos primas, de 8 y 5 años, que murieron aplastadas por un casa mientras jugaban con otras cuatro pequeñas más.

Un silencio incómodo entre las personas que buscan un familiar perdido se crea. Es un carro de Medicina Legal que llega con un cadáver en su interior. Más atrás una madre que sin consuelo grita que no puede creer que sea su hijo al que lo encontraron entre los escombros de una construcción. (I)