Ministros, hombres de negocios, empresarios, personalidades: las empresas "offshore" que han visto la luz con el escándalo de los "Panama Papers" han seducido a las élites de Islandia de forma sorprendente, provocando un sismo político en este país nórdico.

Para saber cuántos islandeses tenían intereses en los paraísos fiscales han sido necesarios los datos revelados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), a partir de los documentos filtrados del gabinete de abogados panameño Mossack Fonseca.

Las cifras son impresionantes: de una población total de 320.000 habitantes, unos 600 nombres están implicados en el escándalo, un récord mundial, según Johannes Kristjansson, un periodista independiente islandés asociado al Consorcio.

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En las calles de Reikiavik reina la indignación.

"Es una pequeña banda que, incluso después de la crisis del 2008, no ha querido soltar nada. Esto confirma simplemente que el dinero ganado durante los años del 'boom' no desapareció por arte de magia", dice a la AFP Kolbrun Elfa Sigurdardottir, una electora de 50 años.

En este pequeño país, todo el mundo conoce a un tío, un primo lejano, un socio o un vecino que figura en la lista.

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Las empresas "offshore" provienen de los años de euforia del sector financiero, desde principios de los años 2000 hasta el 2008, cuando el país vio a sus banqueros abalanzarse sobre los mercados financieros mundiales.

Según Sigrun Davidsdottir, periodista de la televisión pública RUV que investiga el tema desde la crisis financiera de 2008, los consejeros financieros en Islandia proponían por doquier colocar dinero en los países exóticos.

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"Durante los años de embriaguez antes del 2008, una fuente me dijo que tú no eras nadie si no poseías una empresa 'offshore'", escribe en su blog.

La historia más conocida es la del exprimer ministro Sigmundur David Gunnlaugsson. Su futura esposa, Anna Sigurlaug Palsdottir, heredera de una rica fortuna, opta en 2007 por colocar su dinero en un paraíso fiscal, a través del banco Crédit Suisse. Ni siquiera escogió el nombre de la empresa, Wintris.

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El problema es que Gunnlaugsson poseía en un principio el 50% de las sociedad y cuando fue elegido diputado en 2009 lo omitió en su declaración de patrimonio.

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La expresión "empresa de Tórtola" (la isla más poblada de la Islas Vírgenes Británicas) está bien presente en el lenguaje mediático del país desde hace meses.

Larga lista

Pero Gunnlaugsson y su mujer no son los únicos con dinero en paraísos fiscales. El ministro de Finanzas, Bjarni Benediktsson, tiene su empresa en las Seychelles, su colega de Interior, Olof Nordal, en Panamá. Ambos siguen en el gobierno a pesar del escándalo.

Finnur Ingolfsson, exgobernador del banco central y exministro de Industria, Robert Wessman, director general del grupo farmacéutico Alvogen, y Eggert Skulason, periodista del diario DV, también tenían sus intereses "offshore".

Ingolfsson y Skulason afirman que lo ignoraban porque para ellos todo estaba gestionado por el banco Landsbanki Luxemburgo. Esta filial del banco islandés en el Gran Ducado saltó a la fama cuando más de 110 de sus ricos clientes, entre ellos el cantante francés Enrico Macias, la demandaron por estafa.

Todos niegan que tuvieran intenciones de evasión fiscal e insisten en que declararon sus impuestos.

"Está claro que es legal", destacaba el nuevo primer ministro, Sigurdur Ingi Johannsson, en una entrevista publicada el lunes en el diario Morgunbladid. Aunque dejó caer la idea de prohibir a los islandeses las inversiones en los paraísos fiscales.

Para Bryndis Kristjansdottir, directora de control fiscal, Islandia no dispone de medios para controlar con certeza si todo está declarado. "Puede haber problemas para obtener [informaciones en países no cooperantes] y en algunos casos es incluso imposible", reconoce. (I)