Ella dejó el cuidado de sus hijos y del hogar; y él, la obra de carpintería temporal en la que trabajaba. Dos de sus siete vástagos no van a la escuela porque no tienen quién los ayude a cruzar la transitada carretera, y el más pequeño –de dos meses de nacido– se inquieta por la ausencia de su madre. Ayer incluso amaneció enfermo.

Son Olga A., de 37 años, y Douglas G., de 40, padres de Jeomaira, de 11 años, la niña que está en terapia intensiva luego de que una bala perdida dañara varios de sus órganos, el pasado sábado en la parroquia Pascuales, norte de Guayaquil, cuando la menor iba con su hermana de 19 años a comprar unos lápices y útiles escolares.

Desde ese día, la vida de la familia de Jeomaira, de escasos recursos económicos, se alteró por completo. Ahora en su casa de caña, ubicada en el recinto Tierra Blanca, de Daule, hay preocupación, tristeza, oración y hasta sentimientos de culpa.

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Douglas cuenta que su hija mayor, de 19 años, Stefanía, sufre a diario porque se siente responsable. “Le decimos que no es culpa de ella, que uno sale a la calle sin imaginar que pasarían estas cosas tan dolorosas. Es algo muy duro, no lo conocíamos esto (tragedia) hasta vivirlo”, expresa.

Él llora cada que sale del cuarto en el que está asilada su hija porque, indica, no resiste verla en la cama de un hospital, más cuando Jeomaira ha sido risueña, estudiosa y aficionada por el baile. Esto último deprime más a sus progenitores porque los médicos les han indicado que si la menor se salva, puede quedar parapléjica, ya que la bala pasó por la columna y afectó también la médula ósea.

Para Olga y Douglas, el hospital se ha convertido en su nuevo hogar. Allá pasan todas las noches y parte del día. Ella debe ir a su casa, a una media hora en bus, unas dos veces al día para amamantar al último de sus hijos, el de dos meses.

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Una cuñada y una sobrina de Olga cuidan por estos días al pequeño y a sus hermanos, mientras ellos están en el hospital. Stefanía, la mayor y quien tiene dos hijos (de 3 años; y de mes y medio), toma un bus, con sus hijos, a primera hora del día y va a casa de su mamá a ayudar con la crianza de sus hermanos.

A las 11:00 de ayer, Olga estaba en casa atendiendo a su pequeño, que amaneció congestionado, y a sus otros hijos. La vivienda se mueve con el viento y con el pasar de los carros. “Es por la polilla, que se la está comiendo”, expresa un familiar.

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En la casa de tres cuartos estrechos vive la pareja con seis de sus hijos, quienes duermen en colchones sobre el piso de tablas. No hay electrodomésticos. Las niñas preguntan por su hermana. “¿Cuándo viene ñaña?”, le dice la de 6 años a Olga. “Pronto”, le contesta la mamá, quien no resiste y llora.

Douglas contó que el gobernador del Guayas, Rolando Panchana, estaría pagando los gastos médicos, y que le ha ofrecido un empleo.

Salud
Jeomaira empezó a balbucear el pasado miércoles. Sus palabras habrían sido “ma... ma” y “pa... pi”. Ha intentado preguntar por sus ñaños y sobrinos. No sabe qué le ocurrió y no siente sus piernas, dijo ayer su papá. Para ayudarla, puede llamar al 098-975-7525.

“Oro a mi Dios a cada rato, todos los días. Sé que él me va a salvar a mi hija... Ella quiere conocer a Richard Barker, lo imita en todo, quería verlo para su cumpleaños, en marzo”.Olga A., mamá de Jeomaira.

“Ella (Jeomaira) es mi consentida. Es muy alegre. Primera vez que conoce el hospital, ya me iba a terminar la escuela... La Policía dice que capturó a uno, faltan dos agresores más”.Douglas G., papá de Jeomaira.