Ya sea por el cuidado al ecosistema o a la salud, existen alternativas a las conocidas comúnmente para usar como protección durante la menstruación.

Las toallas femeninas de tela, muy utilizadas antes de que aparecieran las desechables, se renuevan para dar lugar a un producto elaborado a mano en tela de algodón, con mejor acabado, ajuste y variados diseños. El flujo es capturado por pequeñas toallas que se colocan en el interior del compartimiento de tela y que luego de usarlas deben ser lavadas con jabón neutro para reutilizarlas. Vienen en diferentes tamaños, según la cantidad de fluido, con repuestos, y accesorios para portar. Silvia Palacios vende Lunas (marca nacional) hace aproximadamente un año en su tienda Bhaktion, ubicada en Cedros 205 y Víctor E. Estrada, Urdesa central.

“Una mujer desecha miles de toallas en toda su vida, y las de tela te pueden durar unos tres años”, dice.

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Esta versión va de la mano con las cifras que páginas ecologistas muestran en la web, en donde se asegura que una sola mujer utiliza de 11.000 a 15.000 toallas sanitarias durante toda su vida fértil, que demorarían en degradarse alrededor de 100 años. A esto se suman los comentarios de las usuarias sobre las molestias de salud que estas les provocan.

Sucede lo contrario con las de tela. “Las uso desde la adolescencia y he comprobado que mi ciclo se regulariza, incluso el olor no es desagradable como el que provoca la toalla”, comenta Sofía Delgado, de 26 años. Otra opción es la copa menstrual; se trata de un recipiente flexible de unos 5 cm, que se inserta en la vagina (como un tampón), y que una vez lleno (entre 4 y 12 horas de uso) se retira, se vacía, se enjuaga y se vuelve a colocar. Está elaborado a base de silicona médica o plástico quirúrgico, que incluso soporta grados de ebullición. Las marcas son variadas e importadas desde Europa y Estados Unidos.

“Es lo máximo, porque es como un tampón, pero no te contamina, no tiene químicos ni nada, además es una inversión que te dura por mucho tiempo”, comenta Paulina Vallejo. Michelle Solano, de 25 años, ofrece a través de su página www.arteamuleto.org la marca OrganiCup en Guayaquil.

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La esponja de mar es otra opción reutilizable que se inserta al igual que un tampón. Es cosechada de forma sostenible y desinfectada de manera natural con peróxido de hidrógeno. Pueden ser personalizadas recortándolas para adaptarse a la forma de cada cavidad vaginal.

Se humedece y enrosca para ser insertada en la parte más cercana a los labios vaginales. Duran entre 2 a 3 horas. Algunas mujeres la usan como método anticonceptivo de barrera, combinado con algún espermicida.

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Aunque el uso de estos productos va de la mano con filosofías de cuidado ambiental y de los beneficios de la conexión de la mujer con su menstruación, muchas usuarias los acogen debido a alergias y afecciones de salud que, aseguran, se reducen luego de dejar de usar toallas plásticas o tampones.

El factor económico también influye. Las copas menstruales oscilan entre $ 35 y $ 40, con una duración de entre 5 y 10 años, la toalla Lunas, en cambio, cuesta, la unidad, desde $ 5 hasta $ 36 el neceser con 6 lunas, 12 toallas, 1 estuche y 1 impermeable. Las esponjas se promocionan en diferentes sitios web. Solanja Altamirano las ofrece en $ 5 y $ 10, llamar al 099-415-5638.

Experimenta algo diferente

Orgánico
El agua del lavado y la sangre menstrual recolectada es utilizada en muchos casos para abonar la tierra.

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Información
Pese a que no se trata de métodos nuevos, es difícil encontrar sitios donde los expendan en la ciudad. La mayoría de información se difunde en páginas web que impulsan el cuidado ecológico.

Nacional
Lunas se produce en una microempresa quiteña hace cinco años. Las emprendedoras además realizan talleres a nivel nacional para aprender a elaborar toallas de tela. Inf. en: lunasecologicas.org

Uso la copa desde hace un año, puedo hacer deporte o nadar, no me incomoda, solo es cuestión de acostumbrarse”.Michelle Solano