Tras los comicios europeos que registraron un avance de la extrema derecha y los euroescépticos, los expertos se muestran pesimistas sobre el futuro de la Unión Europea, apostando unos por una pausa en la construcción europea mientras otros reclaman una profunda reforma del bloque.

Según una fuente diplomática, los resultados ilustran una crisis mucho más grave que la crisis económica y financiera precedente: una crisis de desconfianza y credibilidad respecto a Europa.

Las dificultades económicas originaron la crisis precedente, pero esta vez "hemos perdido el sentimiento de la utilidad de Europa", señala la fuente.

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Los grandes partidos proeuropeos, empezando por los democristianos y los socialistas, siguen siendo mayoritarios en el Parlamento de Estrasburgo, pero todos salieron malparados en esta elección frente a los movimientos euroescépticos, sean éstos de izquierda (como en Grecia e Italia) o de derecha y extrema derecha (Gran Bretaña, Francia, Dinamarca). Estos partidos podrían obtener en total una quinta parte de los escaños del Parlamento europeo.

El diario francés Le Monde alude incluso a una "ola eurófoba en el Viejo Continente", haciendo hincapié en un trío de partidos que encabezó los resultados en sus respectivos países: el UKip británico (27,5% de los votos), el Partido Popular danés (26,7%) y el Frente Nacional francés (25%).

A lo que hay que agregar que más de la mitad de los electores optó por la abstención, otro signo de desamor por Europa.

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Los extremos "progresan en todos los países de la Unión Europea, Europa está en ruinas, solo queda reconstruirla": esta constatación emana de Daniel Keller, gran maestro del Gran Oriente de Francia, que participará esta semana en un foro de unas 20 organizaciones masónicas europeas con el objetivo de reactivar la reflexión ciudadana.

Para muchos electores europeos, el voto por los partidos euroescépticos refleja ante todo el deseo de que sus países respectivos recuperen el primer lugar frente a lo que consideran como el poder burocrático de Bruselas.

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"Si Europa logra responder a las expectativas de los electores y si la economía mejora, quizá las frustraciones disminuyan. Pero existe la voluntad de reafirmar la soberanía nacional, a la que no será fácil responder", sostiene Giovanni Orsina, profesor de ciencias políticas en Roma.

"En esta votación se ve que algunos dicen: hay que pensar más en nosotros en tanto Estado nacional. Debemos dejar en casa la política y no trasladarla a Bruselas", coincide Klaus-Dieter Sohn, del Centro para la Política de Europea de Friburgo (suroeste de Alemania).