La presencia de la colonia libanesa es fuerte en Guayaquil y en Samborondón también, de hecho, los primeros arrozales fueron de libaneses, de las familias Massuh, Abud y Yúnez. “Ellos participaron desde inicios del siglo pasado y son parte de este mestizaje que ya tiene más de un siglo en el país”, manifiesta Óscar Nader, gerente desde hace 40 años de Bodegas Nader, empresa dedicada a la venta de textiles.

El club Biblos, en la urbanización del mismo nombre, es punto de encuentro de libaneses y descendientes de ellos. Asimismo, su comida está en auge a través de varios restaurantes en el sector como Le Bristot, La Taberna Libanesa, Lamb and Chicken, Bhundeo, entre otros.

La llegada de estos ciudadanos a América Latina, en especial a Ecuador, no es exacta, pero se estima que fue en 1875 que empezaron a arribar desde tierras árabes en barco, huyendo del dominio y violencia del Imperio Otomano, liderado por los turcos, quienes mataban a los libaneses cristianos.

Publicidad

“Los libanes huyeron en barco a cualquier parte del mundo, solo con lo que tenían, nosotros hemos sufrido mucho con los turcos, pero cuando llegó Francia a Líbano (1860) nos salvó del Impero Otomano”, explica Juan Saade Saade, cónsul honorario de Líbano.

De ahí cuando pisaron tierras ecuatorianas, los libaneses buscaron cómo sobrevivir en una tierra extraña con costumbres diferentes. “Trabajaban en los campos, en los pueblos y se les hizo difícil porque no sabían comunicarse por el idioma, pero poco a poco se fueron adaptando y empezaron a educar a sus hijos”, cuenta Saade, quien llegó a Ecuador en 1954 en busca de su padre, Miguel M. Saade Saade.

Óscar Nader, de 67 años, llegó al país cuando tenía 25 de su natal Beirut, de la región de Biblos. Sobre cómo vinieron a Ecuador, dice: “Depende del barco, dónde tenía su puerto. Los libaneses tenían un capital en las manos que venían negociando en el camino de las ciudades como Génova, Marsella, Londres, y depende de la suerte de cada uno. Allí los otros fueron llegando como todo migrante”.

Publicidad

Sociabilidad libanesa

Juan José Bassil Barciona, presidente de la Sociedad Unión Libanesa (SUL), cuenta que esta agrupación se formó el 14 de agosto de 1921. “La prioridad era unir a todos los libaneses y sus descendientes que llegaron al Ecuador y que querían tener una sede para reunirse y fomentar la fraternidad entre nosotros”, explica Bassil.

Publicidad

La primera sede fue en Boyacá y 10 de Agosto, frente a diario El Telégrafo; luego de algunos años se construyó el Club Biblos, en el interior de la urbanización Biblos.

Allí, todos los domingos después de misa, que se la oficia en la misma capilla que tiene el club, es el punto de encuentro de familias descendientes de libaneses que viven a lo largo de la avenida Samborondón. Además realizan actividades deportivas, culturales, sociales y festivales gastronómicos.

“Los terrenos de Biblos fueron comprados en mayo del 78, y junto con José Antón, José Barciona, Anuar Saab, George Fayad, Henry Raad y yo aportamos para la construcción del club”, cuenta Óscar Nader.

“Las personas asocian al Club Biblos con libaneses y sus descendientes, pero es un club abierto para gente que no necesariamente debe tener raíces libanesas y que pueden ser socios”, manifiesta Juan José Bassil, de 39 años y propietario de la industria de moda masculina que lleva su apellido.

Publicidad

“Cuando se hizo el club se lo hizo como un club campestre, los terrenos eran de 2.000 metros cuadrados para que las familias hagan su huertito o vayan a vacacionar, hoy en día la gente ya reside y ha construido sus casas ahí”, indica Bassil.

Estos personajes coinciden en que los libaneses han formado parte de la historia del Ecuador y en especial de Guayaquil, y que han aportado para desarrollarlo a nivel económico, político, cultural y social. Por ejemplo, Miguel Salem, exgobernador del Guayas; Roberto Hanze, exministro de Educación; Nassib Neme, presidente del Club Sport Emelec; José Miguel Salem, director de Danzas Jazz, entre otros.

Libaneses en el sector

Nayef Tannouri Mezzarani es chef de profesión, su especialidad es la comida libanesa, por eso tiene su restaurante Le Bistrot.

Llegó hace catorce años al país para hacer turismo, vino a visitar a unos amigos, cuenta, pero conoció a su esposa, Karina Schengen, y por amor se quedó. Su lengua natal es el árabe, aunque con su esposa hablaba francés, otro idioma además del inglés que también forma parte de la cultura de Líbano. Ella le enseñó el español.

Comenzó a formar su vida aquí. Durante diez años fue profesor en la Escuela de los Chefs, donde por obvias razones daba clases de comida libanesa. También desde aquel tiempo hasta ahora es el chef de la Sociedad Unión Libanesa (SUL) del Club Biblos, en el km 2.

Después de algún tiempo decidió abrir su propio restaurante, Le Bistrot, que queda en La Piazza, y pondrá otro en la vía a la costa.

A su país natal no vuelve desde hace diez años. Asegura que trabajar en cocina es sacrificado. “Todos los años pienso en ir, pero por el trabajo se me hace difícil”, cuenta Nayef, quien tiene 17 años en el ámbito gastronómico.

Nayef no mantiene ninguna costumbre libanesa en casa con sus tres hijos, solo la gastronomía, incluso ellos no hablan árabe. Como jefe de cocina del Club Biblos también comparte las reuniones con la colonia. “La familia libanesa es unida”, expresa. Esta gastronomía utiliza principalmente la carne de cordero, teniendo entre sus platillos más conocidos en la ciudad el kibbe (se pronuncia quipe).

Alberto (29) y Virginia Samán Salem (33) son descendientes de libaneses. Fue a fines del siglo pasado que su bisabuelo Alberto Abdelkarim llegó a Ecuador.

En su familia se mantiene la costumbre de los nombres árabes, por ejemplo, su padre se llama Antonio Foad Samán, aunque sí los combinan con españoles para hacer más fácil la pronunciación.

La gastronomía también es parte de su día a día. A Virginia le gusta el shisbarak, “es una sopa, son sombreritos rellenos de carne que se hierven como en una sopa de yogur y se la puede comer con arroz”, explica ella. Mientras que Alberto prefiere el kibbe crudo.

Ambos administran el local familiar Dubai Shop & Deli’s, en La Piazza. Aquí se encuentran todo tipo de implementos y accesorios de la cultura árabe, como las pipas y los rosarios de bolas grandes.

Sus actividades sociales no solo se dan en el Club Biblos, donde son socios y la mayor parte del tiempo hacen deportes. También lo hacen en familia, con sus primos, y se reúnen a comer.

Virginia además aprendió la danza árabe. “En mi matrimonio hicimos una coreografía con mis primos, el dabke, que es una danza árabe en la que entrelazamos las manos y es mucho zapateo. Y por lo general en los matrimonios de las familias levantamos a la novia en una silla, hacemos un momento árabe”, cuenta emocionada.

El dabke es la danza folclórica del Líbano, Siria, Palestina y Jordania. Esta se baila tradicionalmente durante la primavera, época lluviosa, y en los matrimonios, en época de cosecha.

400

Socios pertenecen al Club Biblos de la Sociedad Unión Libanesa

‘Turcos’

Es un apelativo mal empleado hacia los libaneses. Esto surge cuando el Imperio Otomano dominó Líbano.

“Las familias árabes en Ecuador son personas que han crecido en el comercio, sobre todo en telas y exportaciones”. VIRGINIA SAMÁN, descendiente de libaneses

“Cuando los libaneses llegaron al país sufrieron mucho porque venían a un lugar desconocido y tuvieron que trabajar fuerte para salir adelante”. JUAN SAADE SAADE, cónsul honorario de Líbano