Cuando el líder de Six60, Matiu Walter, entona el éxito Forever, el clima estalla. Unos 50.000 fanáticos de esta banda de rock fusión neozelandesa bailan y celebran en el Eden Park de Auckland, con todas las entradas agotadas, levantando los brazos al aire.

Las imágenes del concierto de la banda Six60 en Nueva Zelanda, cumplido el 24 de abril, exhiben el clima de normalidad que se vive en ese país insular.

¿Mascarillas? No se ven. ¿Distanciamiento social? No existe. Es el 24 de abril de 2021. Dos años atrás, la presentación de este grupo no habría sido noticia fuera de esta nación del Pacífico, pero en tiempos de pandemia estas imágenes dan rápidamente la vuelta al globo.

Sin mascarillas ni distanciamiento en el concierto de la banda Six60 en Nueva Zelanda, cumplido en abril.

Muchos se frotan los ojos, incrédulos: mientras en numerosos países la gente debe quedarse en casa y rigen estrictas restricciones, una pequeña nación al otro lado del planeta vive una normalidad que ya parecía olvidada.

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Si bien se sabe a nivel internacional que casi ningún otro país ha combatido tan exitosamente el coronavirus como Nueva Zelanda, estas fotografías y videos, como los del concierto de Six60, hacen tomar conciencia de la discrepancia.

La maestra de jardín de infantes Kate Liddington, de 34 años, asistió recientemente a un recital de los músicos en la ciudad de Northland, en el norte del país, y afirma que vivió una “experiencia magnífica”. Y no solo porque la banda es brillante, “sino especialmente porque somos el único país en el mundo en el que pueden realizarse estos conciertos”, señala.

Retorno a la normalidad “normal”

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Eventos masivos como estos recuerdan a muchos neozelandeses cómo muchos países luchan aún con restricciones masivas contra las crecientes cifras de infecciones de COVID-19. “Miramos las noticias y a veces leemos cosas que nos hacen pensar: ‘Wow!’. Eso nos hace abrir los ojos y reconocer la suerte que tenemos de estar en Nueva Zelanda y tan seguros”, expresa Kyah Te Kira-Nolan, quien en los últimos meses asistió seguido a acontecimientos multitudinarios como conciertos y eventos deportivos.

Mientras Alemania debió suspender por segundo año consecutivo la tradicional fiesta de la cerveza Oktoberfest, en Múnich, el famoso Wildfoods Festival de Nueva Zelanda reunió en marzo a 10.000 personas en Hokitika, en la isla Sur.

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Como es habitual, el menú incluía platos exquisitos a los que hay que primero acostumbrarse, como larvas del escarabajo huhu, saltamontes fritos y pezones de cerdo, los que pudieron ser degustados en rondas de amigos sin medidas de distanciamiento.

El público festeja en masas en Auckland el triunfo del equipo neozelandés en la Copa América de navegación a vela. (DPA) Foto: Rebekah Lyell

Por otra parte, decenas de miles de fanáticos de la náutica celebraron en marzo la cuarta victoria del equipo neozelandés en la Copa América de vela en Auckland. Y los partidos del certamen Super Rugby Aotearoa reúnen cada semana hasta unos 20.000 espectadores en estadios colmados.

“Es muy loco pensar que acá prácticamente llevamos una vida casi normal, mientras el resto del mundo se encuentra encerrado en su casa, haciendo teletrabajo y estudiando de forma virtual en el hogar”, dice la maestra jardinera Liddington.

En vez del saludo pandémico con el pie o el más jovial choque de codos, los neozelandeses se saludan estrechando las manos. Algunos pueden enumerar con precisión las ocasiones en las que han llevado una mascarilla, por ejemplo, en los aviones y otros transportes públicos.

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Sí hubo protocolos

Pero esta nación insular también supo atravesar un estricto confinamiento desde marzo hasta mayo de 2020. A eso le siguió una inteligente estrategia de rastreo exacto de los contactos y el objetivo declarado de no solo mantener el virus a raya, sino de erradicarlo por completo.

Para ello, el Gobierno de la primera ministra Jacinda Ardern cerró hace catorce meses las fronteras. Los viajes son engorrosos y solo posibles con un motivo justificado. Este es el precio que la gente tiene que pagar por su gran libertad.

Mientras tanto, pueden volver a viajar libres de cuarentena a Australia y, a partir del 17 de mayo, a las Islas Cook. Desde el inicio de la pandemia, los cinco millones de habitantes de Nueva Zelanda viven un poco como Asterix y Obelix en su aldea gala con el lema: “El mundo entero ha sido golpeado por un virus. ¿El mundo entero? ¡No! Una nación poblada por neozelandeses indomables no dejará de presentar resistencia al invasor”.

Por ello, Ardern denomina orgullosamente a su pueblo como su “equipo de cinco millones”. Si de todos modos aparece aquí o allá un caso de coronavirus, la región afectada es puesta bajo un estricto pero en general breve confinamiento, mientras que en el resto del país la vida continúa normalmente su curso.

“Solo cuando a la noche vemos las noticias recordamos todo lo que está pasando en todas partes. Especialmente ahora con estas imágenes horrorosas de la India”, afirma la periodista Laura Mills, que vive en la ciudad portuaria de Greymouth, en la isla Sur.

Mills está muy contenta con la política que adoptó Nueva Zelanda para hacer frente a la pandemia. Pero a la vez, reconoce sentirse aislada del resto del mundo. “Mis padres están en el Reino Unido. Y si esto sigue así como ahora, entonces deberán pasar años hasta que ellos puedan volver a verme a mí o a sus nietos”, reflexiona. (I)