Visitar la población de Baños de Agua Santa, en la provincia de Tungurahua, de por sí genera mucha satisfacción en quienes buscan momentos de relax y aventura extrema gracias a su oferta turística que aumenta año a año. Y, durante el reciente feriado de cuatro días que disfrutamos en Ecuador, visité la parroquia Río Verde. La idea era hospedarme lejos de los turistas que habían abarrotado las pequeñas calles del cantón tungurahuense.

La parroquia se ubica en una zona privilegiada por ser parte del Parque Nacional Llanganates y por ser una de las poblaciones que sirven de entrada al Oriente ecuatoriano. Desde Baños hacia Puyo se debe pasar por tres túneles; justo en el cuarto se encuentra este sitio, que posee un sinnúmero de atractivos naturales, tales como el río que hace honor a su nombre y diversas cascadas, entre las que destacan Pailón del Diablo, Encanto del Rocío de Machay, El Dorado, El Corazón y otras. Y ni hablar de su biodiversidad encantadora, gracias a su clima privilegiado que permite observar coloridas flores, como orquídeas, y árboles de frutos propios de la zona, como guayaba, tomate de árbol, limón, naranjilla y otros.

Vista de Río Verde y del río que le da nombre a esta población cercana a Baños de Agua Santa. Foto: Alex Carrillo J.

Los diferentes accesos al Pailón del Diablo han mejorado, y están más organizadas las zonas de parqueos de vehículos, tanto públicos como privados.

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Me hospedé en una cabaña (Lulú Cottage), muy cerca del perímetro urbano de la parroquia. Es ideal para quienes gustan del contacto directo con la naturaleza. Desde allí uno se dirige, incluso a pie, a cualquiera de las atracciones que ofrece esta parroquia, que ha tenido significativos avances en cuanto a los servicios para los turistas. Es seguro y el paisaje es incomparable.

Aparte del Pailón del Diablo, el favorito de la zona, Río Verde cuenta con una oferta tentadora para los amantes de la adrenalina y las aventuras. “Después de la pandemia, los pobladores se han reactivado y han emprendido en algunos temas. A esto se suma lo que se hizo con la regeneración urbana”, dice Noemí Tipán, presidenta del Gobierno Parroquial de Río Verde.

Entre los atractivos se encuentra una piscina artificial donde se puede remar en botes inflables, un renovado patio de comidas, senderos, miradores, un pequeño malecón, entre otros encantos que permiten una estadía inolvidable. “Al patio de comidas se le hicieron algunas mejoras y está operativo desde el 2021. Fue gracias a un préstamo del Banco de Desarrollo, el cual ya se terminó de cancelar. Y de allí, en conjunto, los emprendedores privados han ido también creando nuevas alternativas, entre ellas Los Duendes Mineros del Corazón, el cual se abrió recientemente. Hay otros, como El Laberinto de los Duendes, que se encuentra en el segundo ingreso al Pailón del Diablo; el Paso al Cielo, que es un puente que tiene tramos de vidrio; las ruinas de la primera hidroeléctrica que se construyó en Ecuador...”, destaca Tipán.

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Al ser una transición entre la Sierra y el Oriente, las caminatas son ideales para quienes desean observar fauna y flora propias de allí. “Los senderos ecológicos, como el de Chin-Chin o el de San Pedro... En el primero hay una tarabita comunitaria, El Bosque de los Duendes, que está a cargo de la comunidad. Se puede acceder también de forma peatonal por el puente que cruza sobre el río Pastaza y que llega hasta las orillas de la cascada Manto de la Novia. Otro sendero es el de San Pedro, donde se encuentra la primera tarabita que se construyó en la zona; se trata de un sendero vistoso donde se ven árboles de guayaba y unas ruinas de los incas. Otro de los atractivos es la trucha, que es el plato típico de allí y que se puede consumir frita, asada o en maito (servida en hoja de plátano)”, comenta Noemí.

Ya por la zona de Machay puede llegar a la cascada Encanto del Rocío. También cuenta con senderos, como uno que se recorre peatonalmente y llega hasta un observador donde se puede apreciar la altura de la cascada y sentir la brisa del agua que le llega (de allí su nombre). “También se habilitó el mirador de La Delicia, desde el cual se aprecia, especialmente en la noche, todo lo que es el casco parroquial”.

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Si es de los que quieren arriesgarse un poco más, existe la cascada El Corazón. “No es un acceso habilitado”, advierte la presidenta del Gobierno Parroquial de Río Verde. “Tiene el ingreso hasta cierto tramo; luego hay monte. Lo ideal es que contrate personas nativas para que lo guíen, porque aún no está explotada en su totalidad”. Es para verdaderos aventureros.

‘Duendes ladrones’

Justo en el camino a la cascada El Corazón se encuentra un nuevo atractivo. Se trata de la cueva Los Duendes Mineros del Corazón. Su acceso no es complicado desde el poblado Río Verde, pero sí tiene una subida con dos curvas que, para quienes no gozan de buen estado físico, es cansada, pero vale la pena hacerlo. El aire limpio, un sitio en medio de montañas con abundantes árboles, el río: estos de por sí merecen la subidita. También puede avanzar en vehículo: un 4x4 lo lleva hasta arriba; pero, en otros casos, debe dejarlo un poco más abajo, en la zona de parqueo.

Interior de la cueva conocida como Los Duendes Mineros del Corazón. Foto: Alex Carrillo J.

En Baños y sus alrededores tienen un montón de relatos sobre duendes, esas criaturitas que incluso están plasmadas en artesanías, pintadas en paredes, en el nombre de un bar-discoteca (Leprechaun) y que forman parte de la oralidad baneña. Los locales conocen muchas historias.

A mí me pasó algo muy particular. Caminé en la noche hacia el poblado de Río Verde. En el camino de tierra y en algunas piedras están pintados tréboles a modo de “siga el camino” a la mencionada cueva. A mi regreso, como a la medianoche, bajo una moribunda luz amarilla de los postes de alumbrado público, noté que algo brillaba en el piso. Iba avanzando y noté que ese resplandor provenía de monedas de 5 y 10 centavos de dólar tiradas en el piso, separadamente. Lo que llamó mi atención fue que estaban justo sobre los tréboles pintados. Recogí 35 centavos en total y me los llevé a la cabaña.

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Al día siguiente visité la cueva. Cuando le conté sobre las monedas a una señora (que no quiso dar su nombre) que recibe a los turistas en Los Duendes Mineros del Corazón, puso cara de espanto. “Tuvo suerte —me dijo—: son trampas que ponen los duendes para molestar en la noche; son capaces de meterse hasta su casa para recuperar su dinero”. Verdad o mentira, esa noche dormí plácidamente escuchando solo el agradable sonido del río.

Ella contó la historia de esta cueva. “Años atrás, los habitantes de Río Verde intentaron hacer el camino a El Corazón, una cascada hermosa en forma de corazón. Cuando ellos se retiraban en la tarde, luego de sus labores, dejaban las herramientas guardadas, escondiditas. Al cabo de unos días, los trabajadores empezaron a notar que no estaban todas las herramientas, o sea, iba desapareciendo unita, unita; hasta que, en cierta ocasión, se quedaron escondidos, por decirlo de alguna forma, para mirar qué sucedía. Es cuando vieron a unos pequeños seres que se llevaban las herramientas, por lo que decidieron seguirlos. Fue cuando notaron que estaban cavando en la pared de la montaña, por lo que bajaron para observarlos; pero, ante la presencia de los hombres, los pequeños seres desaparecieron, dejando a medio construir la cueva. Allí encontraron las palas, picos y otras herramientas que habían sido sustraídas”.

Debe bajar algunos escalones y apreciar este emprendimiento que recrea la historia que le da nombre a esta misteriosa cueva.