Por Jenny Estrada, especial para La Revista *

Para dimensionar en su exacta valentía todos los hechos históricos que protagonizó esta ilustre ecuatoriana y poder evaluar la trascendencia e importancia de los mismos, necesitamos situarlos en su tiempo y circunstancia.

Nacida en la ciudad de Loja (1889), en el seno de un modesto hogar y huérfana de padre, creció rodeada del afecto y cuidados de la madre y hermanos mayores, en plena época en que las pugnas entre liberales y conservadores se disputaban el poder. Loja era para entonces una recoleta y señorial ciudad con una población que fluctuaba entre los 10.000 y 12.000 habitantes, cuyas élites vivían orgullosas de su pasado y de sus rancias tradiciones.

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El rol de la mujer

Mientras Matilde crecía, eran su madre y su hermano mayor, Antonio, joven músico que ejercía las funciones de organista de la iglesia, quienes se preocuparon de enseñarle a leer y escribir. Luego seguiría la enseñanza primaria en el colegio La Inmaculada, regentado por religiosas de la Caridad. Por ejemplar aprovechamiento fue escogida como auxiliar de enfermería para ayudar a las monjitas en la asistencia a los enfermos del Hospital de la Caridad, que funcionaba en la parte posterior del mismo colegio. Y seguramente en ese quehacer, su sensibilidad, impactada profundamente, determinó el despertar de su vocación hacia la medicina, por cuyo estudio, con el tiempo, ella realizaría grandes hazañas.

Pero el rol que la sociedad tenía adjudicado a las mujeres de Loja, como a las del resto del país, era el matrimonio, la formación de una familia y la dedicación al hogar y al finalizar la primaria, Matilde siguió ayudando a las monjitas en el hospital. Luego encontró trabajo de preceptora. Mientras, los años pasaban y su ideal no decaía.

Matilde Hidalgo Navarro de Procel. Foto: entregada por Jenny Estrada, su biógrafa. Foto: El Universo

Matilde Hidalgo rompe esquemas

Conversando con su madre y hermano, una noche les expresó que quería ser bachiller porque soñaba ser médica para poder aliviar y curar a los dolientes, especialmente a los pobres que no tienen ningún amparo. Es el año 1907 y en Loja no existen colegios secundarios para mujeres. Recién se están poniendo en práctica los cambios de la Reforma Educativa, que ahora sí considera a la mujer apta para el estudio del bachillerato. Se han abierto normales femeninos en Quito y Guayaquil. Ellos no tienen familiares ni recursos económicos para enviarla a estudiar lejos de casa.

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Antonio, de convicción liberal, trabaja entonces como director de una banda militar en Guayaquil y recuerda haber escuchado el caso de una joven guayaquileña llamada Aurelia Palmieri Minuche, a quien el general Eloy Alfaro, en calidad de Jefe Supremo, apoyó en su lucha por entrar a la Universidad de Guayaquil, precisamente para seguir la carrera de Medicina (1895), expidiendo los primeros decretos a favor de la educación media y superior como un derecho de la mujer ecuatoriana y en esa seguridad, él le propone ingresar al colegio Bernardo Valdivieso.

Abierto el periodo de matrículas, acompañada por su madre, Matilde acudió a plantear su solicitud al rector del tradicional plantel, quien efectuadas las consultas, un mes después comunicó a la interesada que estaba admitida y de ese modo, el 22 de octubre de 1907, el ilustre colegio, baluarte de la tradición cultural lojana, fundado en 1826, abrió por primera vez sus aulas a una mujer.

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Una lucha despiadada

Pero a partir de ese día nada volvería a ser fácil para ella, pues los habitantes de la muy noble y conservadora ciudad, perturbados por tan descabellada acción, condenan implacables a su autora. A su paso cierran puertas y ventanas, prohíben a sus hijas todo trato con esa “loca, endemoniada” y piden intervención de las autoridades eclesiásticas para obligarla a desistir de tan absurdo propósito por considerarlo un mal ejemplo.

El colegio Bernardo Valdivieso desde su fundación (1826) era solo para varones. Las hermanas de la Caridad, por su parte, la humillan en un acto público arrancándole la cinta de Hija de María. Acosada por el medio, la madre se enfrenta al clero que la amenaza de excomunión y a las increpaciones del obispo responde que pase lo que pase, ella apoya a su hija.

Son años de soledad y sufrimiento en los que Matilde irá templando su carácter para las luchas que vendrán. En sus momentos de angustia, a fin de superar la incomprensión del medio, encuentra refugio espiritual en la poesía.

Primera bachiller del Ecuador

Al arribar a sexto curso ella redobla sus jornadas de estudio, la discriminación en el aula ha ido cediendo, algunas revistas literarias han publicado sus poemas con elogiosos comentarios. Al término del periodo lectivo, el 8 de octubre de 1913, Matilde Hidalgo Navarro rinde pruebas de grado calificadas con sobresaliente y obtiene el ansiado título de Bachiller, grabando su nombre en los anales de la provincia y del país, por ser la primera mujer que culmina la enseñanza secundaria en Loja y la primera también con dicho título oficializado en el Ecuador.

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1914.- Camino a la Universidad

Superados algunos inconvenientes personales, acompañada por su hermano se encaminan hacia la Universidad Central, donde deben solicitar audiencia al rector. En la cita, Matilde le expuso el deseo de ingresar a la Facultad de Medicina y mostró su título de Bachiller. Después de examinar los certificados del colegio lojano, el rector la felicitó despectivamente, aconsejándole inscribirse en Obstetricia o Farmacia, especialidades donde habían ingresado unas cuantas mujeres por estudios libres, porque la Universidad de su rectoría no admitía mujeres para el estudio de la Medicina, ciencia que, a su criterio, estaba reservada a los hombres.

Venciendo obstáculos

¡No hay que desanimarse! ¡Hay que seguir adelante! El hermano la alienta con la posibilidad de que en la Universidad de Cuenca, ciudad donde le han ofrecido el cargo de director de banda del batallón Guayas, es posible que la admitan, como en efecto sucede, cuando Antonio, valiéndose de amistades, consigue que el rector de la Universidad del Azuay la reciba y la escuche, antes de concederle matrícula en la Facultad de Medicina.

Serán años de esfuerzos dolorosos, en los que no solo la discriminación por ser mujer sino la ancestral rivalidad entre lojanos y azuayos se acrecienta cuando los compañeros de aula se le burlan cuando habla. No faltan las miradas procaces pendientes de su rostro, los dibujos obscenos en sus cuadernos y las propuestas donjuanescas que vuelven tan ingratos esos primeros años en los que las damas piadosas la insultan y lanzan piedras al pasar. “¡Laica! ¡Sinvergüenza!...”. Y epítetos más fuertes con los que repudian su atrevimiento.

Superando tragedias

La situación personal se agrava cuando la esposa de Antonio fallece y Matilde debe hacerse cargo de la casa y seis sobrinos. Para poder estudiar aprovecha las frías madrugadas, cubierta con una gruesa cobija sale a un pequeño balcón al que llega la luz del farol de la calle, pues a las ocho de la noche la dueña de casa corta el fluido eléctrico a los inquilinos. Esta es la época más dura de su vida y ella heroicamente la sobrelleva. Su ideal la sostiene y le imprime nuevo ritmo a la lucha.

Y el 29 de junio de 1919, después de haber sido examinada por el tiempo de dos horas y calificada con cinco votos de primera clase, máxima nota otorgada de acuerdo con la Ley de Estudios Superiores, Matilde Hidalgo Navarro recibe el título y la investidura de Licenciada en Medicina. Ha culminado la segunda etapa con honores.

Matilde Hidalgo Navarro fue la primera médica ecuatoriana. Imagen: entregada por Jenny Estrada, su biógrafa. Foto: El Universo

1921.- Primera médica del Ecuador

Le falta el título de doctor, sin el cual es imposible ejercer legalmente y ese requisito debe cumplirlo en la Universidad Central. Evidentemente la época no es la misma. La Primera Guerra Mundial ha cambiado muchos conceptos y la incorporación de la mujer es ya un hecho positivo en Europa y Norteamérica. En octubre de 1919, Matilde Hidalgo entra sin dificultad a la Universidad Central, siendo la primera mujer admitida para optar por el título de doctor en Medicina.

Los cupos para el internado se reparten por influencia o amistad y en unión de otros compañeros pide al Consejo Universitario que dichos puestos sean provistos por concurso, a lo que las autoridades acceden, siendo la primera en inscribirse y triunfar en dicha lid. Asignada a la sala de varones del hospital San Juan de Dios, el profesor director de sala la rechaza, diciéndole: “Yo no trabajo con mujeres”, siendo finalmente asignada a otra sala del mismo hospital, donde cumplido el tiempo reglamentario comienza a preparar su tesis doctoral, escogiendo como tema “El estudio sintomático de los accesos eclápticos”.

Matilde Hidalgo de Procel realiza conquistas de repercusiones continentales, cuando el mes de julio de 1924 se convierte en la primera sufragista del Ecuador y de América Latina.

El 21 de noviembre de 1921 se presenta ante el tribunal examinador para rendir pruebas finales. Y ese mismo día, la Universidad Central del Ecuador le confiere el título de Doctora en Medicina, con la votación de cinco primeras, nota máxima de calificación.

De ese modo, Matilde Hidalgo Navarro pasa a ocupar sitio de honor en la historia de la medicina, al constituirse en la primera mujer ecuatoriana en recibir el título académico de Doctor. Su heroica y brillante trayectoria abrió el camino para futuras profesionales de la medicina en nuestro país.

No solo en el campo profesional, sino también en la conquista de los derechos políticos de la mujer ecuatoriana, Matilde Hidalgo Navarro realiza conquistas de repercusiones continentales, cuando el mes de julio de 1924 se convierte en la primera sufragista del Ecuador y de América Latina. Su legado de insigne pionera es inmensurable.

* Historiadora y biógrafa de Matilde Hidalgo Navarro de Procel.