Por Rodolfo Pérez Pimentel

El historiador israelita Efraim Zadoff se halla empeñado en estudiar las políticas hispanoamericanas respecto de la concesión de pasaportes y visados de protección a personas judías, que trataban de huir de la persecución nazi, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y ha encontrado que aunque no existían leyes ni decretos limitantes, mediante simples instrucciones de rutina la Cancillería ecuatoriana solicitaba a los cónsules entre 1938 y el 44 “investigar detenidamente cada solicitud y denegar en los casos que se descubriera su identidad de judíos”. Sin embargo, hubo cónsules que a pesar de estas disposiciones pusieron en riesgo sus cargos y atendieron peticiones procedentes de ciudadanos judíos, aunque en ocasiones obraron por razones económicas y para su beneficio personal.

Los pasaportes podían ser entregados mediante libretas con la foto y datos de vida del solicitante, y en hojas de papel simples autenticadas por un notario. En este caso se llamaban Visas de Protección Humanitaria y podían ser canjeadas por pasaportes definitivos en cualquier consulado ecuatoriano donde fueren presentadas.

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El caso del cónsul Manuel Antonio Muñoz Borrero ha llamado la atención. Nació en Cuenca el 4 de febrero de 1891, hijo legítimo del Dr. Alberto Muñoz Vernaza, abogado, y de María Teresa Borrero Moscoso. Siguió la carrera de Jurisprudencia y actuaba de cónsul general honorario del Ecuador en Estocolmo, capital del reino de Suecia, desde 1931. Austero, intelectual, con poco trabajo por la inactividad del consulado, para 1935 se había producido su divorcio de Carmen van Arkem Mallarino, dama colombiana que contrajo segundas nupcias con el Ing. Alfredo Tinajero Albornoz, natural de Ambato, quien gerenciaba en Guayaquil la compañía Fénix de Construcciones, en sociedad con sus socios los Ings. Pedro Pablo Gómez Gault y Luis Federico Orrantia Cornejo.

A principios de 1941, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, Muñoz Borrero era el único ecuatoriano que ejercía funciones de representación del Ecuador en Suecia, y de acuerdo con el rabino Abraham Israel Jacobson, envió ciento dos pasaportes en blanco, debidamente firmados y sellados, a la compañía naviera Johnson Line, que había negociado la posibilidad de migrar hacia el Ecuador con un grupo compuesto de ochenta judíos polacos residentes en la zona ocupada por la Unión Soviética, para ser llenados con los nombres y fotografías de los pasajeros, completándose así la triangulación de la operación: navío, documentación y viajeros, pero cometió el error de utilizar las oficinas del consulado chileno en la capital turca por no existir consulado ecuatoriano en dicha ciudad.

Manuel A. Muñoz Borrero fue un diplomático ecuatoriano nacido en Cuenca que ayudó a judíos a escapar del Holocausto. Foto: Wikipedia

Emitir pasaportes en blanco estaba expresamente prohibido por las normas del Derecho Internacional y el asunto se hizo público cuando los diplomáticos chilenos lo denunciaron a la Cancillería ecuatoriana, mientras tanto, los ciento dos pasaportes le habían sido devueltos al cónsul por la línea naviera sueca.

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En Quito fue tapado el escándalo con su inmediata cancelación, que recién se efectivizó en febrero de 1942 a causa de las demoras y dificultades propias de la guerra, cuando el Gobierno sueco fue informado. Muñoz Borrero intentó su reincorporación, pero fracasó por la oposición del canciller Tobar Donoso y el consulado ecuatoriano permaneció cerrado varios años; mientras tanto, conseguía trabajo en el consulado colombiano como relacionista público y continuaba vinculado en el cuerpo diplomático, y lo más extraño es que sus pasaportes circulaban salvando familias judías, pues durante el año 43 volvió a utilizar los mismos ciento dos pasaportes como simples documentos de Protección Humanitaria, para beneficio de otros tantos judíos residentes en Polonia, porque los nazis habían iniciado un Plan de Concentración de Rehenes en la población de Bergen-Belsen, situada en la baja Sajonia (Alemania), y se abría la posibilidad de canjear judíos documentados en Latinoamérica con prisioneros de guerra alemanes.

Quienes intervinieron en estas nuevas gestiones fueron el mismo rabino Jacobson y un grupo de empresarios judíos formado por Jacob Ettlinger, Fritz Hollander, Morits Pineas y Jhon Brezian. Lamentablemente no se ha encontrado la lista de los judíos enviados desde Varsovia para Bergen-Belsen y como casi ninguno sobrevivió es imposible saber si se llegaron a utilizar los documentos ecuatorianos. En cambio, entre los judíos enviados a otro campo, el de Vittel, hay diez registrados con nuestros pasaportes, ignorándose la suerte que corrieron sus portadores.

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Un segundo grupo de judíos sin ciudadanía por haber perdido la alemana a manos de los nazis fue enviado desde la ciudad de Westerbork hasta Bergen-Belsen para canje con prisioneros de guerra alemanes, librándose de morir en las cámaras de gases de Auschwitz. Y cuando en 1944 los Aliados ocuparon dicho campo de concentración encontraron a 96 de ellos con vida.

Mientras tanto, en los Estados Unidos, a medida que se iban conociendo los horrores de los campos de concentración nazis cambiaba la forma de pensar del gobierno y este influenció en las demás naciones para que revieran sus políticas migratorias. Ecuador aceptó en marzo del 44 la validez de los pasaportes emitidos fuera del conocimiento de su Cancillería, pero con una declaración muy dura: “Se accede a no cancelar públicamente estos pasaportes, pero sus poseedores no se acreditarían a recibir visas de inmigración y debían entregarlos ni bien fueran liberados”, declaración que tardó mucho en ser conocida en Alemania en razón de la burocracia imperante en las cancillerías de España y Suiza, países que representaban a Latinoamérica en Europa y cuando las autoridades nazis la conocieron recién en mayo, los beneficiarios judíos habían sido asesinados en Auschwitz.

Terminada la Guerra el 45, Muñoz Borrero siguió viviendo en Estocolmo como ciudadano particular, divorciado y sin hijos. A mediados de los años sesenta viajó a México, donde tenía sobrinos, y falleció en 1976 de avanzada edad, manteniendo en secreto sus actuaciones consulares aun ante sus familiares, quienes recién se enteraron cuando les fue a entrevistar el historiador Zadoff, demostrándose que saltarse las leyes para servir al prójimo es acción loable si se trata de salvar vidas.

¿Cuántos judíos obtuvieron documentación ecuatoriana? Nunca se sabrá a ciencia cierta, se calcula que pudieron sobrepasar los doscientos, aunque por las condiciones infrahumanas existentes en Bergen-Belsen la mayor parte falleció allí.

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