Un día que mantenía relaciones sexuales, Brooke advirtió algo aterrador: “El condón ya no estaba”.

“Casi que se me paró el corazón en ese momento”, dijo Brooke, cuyo nombre fue cambiado para preservar su privacidad.

El incidente ocurrido el año pasado la dejó nerviosa, deprimida y preocupada por la posibilidad de haber quedado embarazada o de haber contraído una enfermedad venérea.

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Pero, más que nada, se preguntaba, “¿fue una agresión sexual?”.

El stealthing es un término acuñado recientemente que hace referencia a quitarse el condón durante la relación sexual sin el consentimiento ajeno.

La batalla contra esta práctica gana impulso en Estados Unidos. A principios de octubre California se convirtió en el primer estado en aprobar una ley que penaliza el stealthing práctica.

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Brooke, que entonces tenía 28 años y estudiaba en Tennessee, afirma que reaccionó como si hubiera sido víctima de una “violación”.

Encontró información contradictoria en internet, dijo, “hasta que finalmente supe que podría considerarlo como una forma de agresión sexual”.

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La experiencia la afectó mucho. Se sentía “muy asustada, muy estresada” cuando tenía relaciones sexuales; verificaba “constantemente” que el condón todavía estuviera puesto.

Pero “poder articularlo como una forma de agresión”, dijo a la AFP, “ayuda a procesarlo, aceptarlo, y entender que no es culpa de la víctima”.

Funcionarios electos de Estados Unidos bregan para prohibir por ley esa práctica, lo que allanaría el camino para presentación de denuncias.

Entre esos representantes está Cristina García, quien propuso la ley de California por experiencia propia.

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“Hay hombres que lo intentaron y lo advertí en el momento”, explicó. “Tuve la suerte de advertirlos y pararlos. Muchas mujeres no han tenido esa suerte”, añadió.

Cuando percibió cuan “frecuente” es el stealthing y descubrió que en la web hay comunidades que incitan a esa práctica y enseñan trucos para engañar a sus parejas sexuales, García consideró aprobar una ley. En 2017 hizo su primera propuesta legislativa.

“Incómodos”

García finalmente tuvo éxito, y en octubre el gobernador de California promulgó una ley que permite a las víctimas reclamar una indemnización económica.

En otras partes de Estados Unidos se intentó aprobar leyes similar pero sin la misma suerte.

Para Melissa Agard, una demócrata de Wisconsin que propuso un proyecto de ley contra el stealthing en 2017, el hecho de que legisladores sean mayormente hombres los hace más propensos a “menospreciar” el tema.

“Creo que les resulta difícil escuchar esas conversaciones que los hacen sentir incómodos”, dijo a la AFP.

García destacó el papel que tuvo la serie de televisión británica “I May Destroy You”, lanzada en 2020 y cuya protagonista es víctima de stealthing, para ayudar a “comprender y creer en el trauma” que genera esa práctica y ayudar a darle visibilidad.

Pese a sus riesgos, el tema se ha investigado poco, por lo que se desconoce su magnitud.

Un estudio publicado en Estados Unidos en 2019 mostró que el 12% de las encuestadas de entre 21 a 30 años habían sufrido stealthing.

Para Caroline Maloney, una integrante de la Cámara de Representantes que aboga por una ley nacional, las acciones federales deben comenzar con la recopilación de datos para que así los miembros del Congreso adviertan “los peligros y la preponderacia del stealthing.

Esa acción ya puede considerarse agresión sexual en algunos estados en donde el uso de la fuerza no se considera un requisito para determinar un caso de agresión, según Sherry Colb, profesora de derecho de la Universidad Cornell.

Colb apoya las leyes contra el “stealthing”, pero duda de su eficacia porque los acusados podrían alegar que “se les salió el condón o que ella accedió a que se lo quitara”. (I)