Ser una mujer joven con el cabello oscuro y largo fue considerada una señal de peligro en Nueva York a mediados de la década del setenta, luego de que varias jóvenes con estas características fueran asesinadas con disparos anónimos y aparentemente hechos al azar.

La investigación policial y la del periodista Maury Terry, quien también siguió de cerca ese caso, sirven de base para la reciente miniserie de Netflix Los hijos de Sam: un descenso a los infiernos.

El primero en ser atrapado fue David Berkowitz, quien primero fue apodado el Asesino del Calibre 44 (en referencia al tipo de balas que escogía para matar), pero que luego se hizo llamar a sí mismo el Hijo de Sam.

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En junio de 1978, Berkowitz fue sentenciado a 365 años de cárcel tras declararse culpable de los asesinatos de Donna Lauria, Christine Freund, Virginia Voskerichian, Valentina Suriani y Alexander Esau y Moskowitz, más siete cargos de intento de asesinato.

En ese momento, afirmó que había sido obligado por una fuerza demoniaca que comunicaba sus demandas mortales a través de un labrador negro llamado Harvey, que pertenecía a su vecino Sam Carr.

Aunque nuevas pistas pronto arrojarían una luz diferente sobre cómo y por qué se organizaron esos asesinatos, Berkowitz, hoy de 67 años, permanece en el Centro Correccional de Shawangunk (Nueva York), luego de pasar un tiempo en un hospital psiquiátrico y otras prisiones, incluida Attica. De acuerdo con el New York Post, en diciembre de 2017 fue sometido a una cirugía cardiaca.

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Shawangunk Correctional Facility, prisión de máxima seguridad.

Tras convertirse al cristianismo escribió en 2006 su libro Son of Hope: The Prison Journals of David Berkowitz y ahora afirma que es un exhijo de Sam.