Un turista se deja caer en el agua turquesa de Maya Bay con un ruidoso ¡splash! y sonríe satisfecho. De repente se escucha un silbido en medio del cálido aire tropical. Los cuidadores de esta playa tailandesa de ensueño le dan a entender sin rodeos al hombre que no está permitido bañarse allí.

Los tiempos en que Leonardo DiCaprio descubría esa misma playa en la película The Beach junto con un grupo de jipis para gozar allí de las más pura libertad ya son parte del pasado. También lo son los días de turismo masivo sin control tras el éxito de esta película de Hollywood.

Un poco de historia

En junio de 2018, las autoridades cerraron la playa de un día para el otro por presión, entre otros, de los ecologistas. Tiempo antes, había aumentado considerablemente el número de por sí ya alto de personas que la visitaban.

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Un gran número de embarcaciones para excursiones contaminaban el agua, los veraneantes dejaban su basura en la playa y los arrecifes de coral estaban gravemente dañados por las anclas y los turistas.

Las embarcaciones deben atracar ahora al otro lado de la isla de Phi Phi Leh. Para llegar a la playa de Maya Bay se debe cruzar la isla a pie sobre una pasarela de madera. Foto: Carola Frentzen

“Fue muy valiente ponerle fin a todo eso. Una decisión audaz que saludamos enormemente”, dice Bart Callens, director general del hotel SAii Phi Phi Village, de la isla vecina Phi Phi Don.

El Marine Discovery Centre está activo con varios proyectos para proteger el frágil ecosistema de la región y participó de la recuperación de los corales destruidos en Maya Bay.

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En realidad, la idea era reabrir la bahía en el mar de Andamán después de algunos meses, pero la fecha fue pospuesta en varias oportunidades, y luego llegó el coronavirus. “La pandemia le dio a la naturaleza la oportunidad de recuperarse”, afirma Callens, convencido.

Después de tres años y medio, The Beach vuelve a ser accesible desde principios de año, pero bajo reglas estrictas. La principal novedad es que los barcos ya no pueden acercarse a la bahía, así como tampoco los nadadores y quienes practican esnórquel. La regla es: “Solo hasta la altura de las rodillas y no más”.

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Quien contraviene esta orden es alertado con un silbido de las autoridades. Como resultado, vuelve a ser posible contemplar sin alteraciones esta impactante bahía con su mar transparente y sus formaciones rocosas redondeadas.

Muy cerca de la orilla nadan pequeños tiburones de punta negra. Tampoco se ve basura en la playa. “¡Qué belleza!”, “¡se ve como en la película!”, exclaman entusiasmados los visitantes.

Turistas caminan sobre una pasarela de madera que lleva a Maya Bay. Las reglas de protección de esta playa paradisíaca son severas. Foto: Carola Frentzen

Los botes deben atracar ahora del otro lado de la isla. Desde allí, hay que caminar por unas pasarelas de madera durante unos pocos minutos hasta Maya Bay, donde se pueden leer las nuevas reglas en grandes carteles.

En ningún momento puede haber más de 375 personas en la playa. Si bien este número parece elevado, la realidad es que antes del cierre de la playa pisaban sus arenas blancas varios miles a la vez.

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El biólogo marino Kullawit Limchularat explica que, para ayudar al fuertemente atacado ecosistema, se plantaron durante el cierre y en el marco de un complejo proyecto más de 2.500 fragmentos de coral acropora, un tipo de coral especialmente resistente.

“En buenas condiciones, estos corales pueden crecer unos diez centímetros al año”, señala el experto. “El arrecife de Phi Phi Leh se encuentra nuevamente en buen estado y los corales se desarrollan a la perfección”, indica.

Cuando se retiraron las personas, también se animaron a salir los peces. El biólogo marino afirma que los primeros tiburones de punta negra aparecieron poco después de un año, lo que asegura lo sorprendió mucho. Después de décadas, también pasea nuevamente por la playa una especie de cangrejo llamada Pu Kai en Tailandia.

“Que a Maya Bay le vuelva a ir tan bien es un verdadero milagro. Pero eso es lo que pasa cuando le damos una oportunidad a la naturaleza”, afirma Limchularat.

Algunos ejemplos

Foto aérea de Playa Escondida, en México, donde no se permiten más de 15 visitantes simultáneos, para preservar el medioambiente. Foto: Conanp/dpa. Foto: ---

También otros lugares paradisíacos del mundo demuestran el daño que puede causar el turismo masivo y cómo en muchos casos las autoridades están priorizando la protección de la naturaleza.

México: los mexicanos cuentan con una pequeña pero no por eso menos impactante playa llamada Playa Escondida, también conocida como Playa del Amor, ubicada en un grupo de islas rocosas del océano Pacífico. Lo realmente especial de esta playa de arenas blancas es que se encuentra escondida dentro de una cueva cuyo techo se derrumbó parcialmente. Para llegar a ella hay que nadar primero a través de un túnel de rocas.

Sin embargo, llegaron a ella tantos turistas que en 2016 fue cerrada durante cuatro meses por los daños sufridos. Luego volvió a abrir tras la restauración de los corales, pero bajo reglas estrictas. Hoy en día se admiten solo 116 visitantes diarios, con un máximo de 15 por vez y durante solo media hora. Además, está prohibido bucear y hacer esnórquel.

Islandia: la música también puede arruinar la naturaleza, como demostró un hermoso cañón en Islandia con el llamativo nombre de Fjadrárgljúfur. Convertido en un solicitado destino turístico después de que Justin Bieber filmara allí el video musical I’ll Show You en 2015, actualmente se lo cierra con regularidad de forma transitoria.

Los daños son especialmente visibles cuando los visitantes abandonan los caminos demarcados y no respetan las indicaciones de los carteles para seguir los pasos de Bieber por el paisaje virgen. Esto es incluso peligroso para los turistas, que no saben evaluar bien la en parte peligrosa naturaleza de Islandia.

En tanto, quienes ofrecen actividades turísticas tienen reglas claras y estrictas: “Nada de trepar más allá de las sogas. No pisen nunca el musgo, por más que lo hayan hecho otros antes de ustedes. No se desvíen como los demás”.

Mientras, la autoridad medioambiental islandesa intenta recomponer la vegetación, un trabajo que podría llevar décadas. Y todo por un videoclip de tres minutos y medio.

Islas Galápagos: antes de la pandemia, viajaban a este remoto archipiélago del Pacífico unos 270.000 turistas al año. Las islas, que pertenecen a Ecuador, son consideradas un El Dorado para los amantes de la naturaleza por su flora y su fauna únicas. La idea es que las reglas claras eviten los daños que causa el turismo de masas. Es por eso que solo es posible una visita al parque nacional con guías certificados y a través de los senderos marcados.

Además, solo se puede acampar en lugares específicos con un permiso especial. Practicar deportes acuáticos con jetskis, por ejemplo, está completamente prohibido. El mayor riesgo para el ecosistema de las islas, ubicadas a unos 1.000 kilómetros de tierra firme, son las especies de flora y fauna introducidas. Por eso mismo, se controlan estrictamente mochilas y bolsos.

Por otra parte, muchos productos, como los cereales y determinados frutos, no pueden ser introducidos para proteger las especies endémicas.