En agosto de 2020, Rosa Jiménez (56) tuvo COVID-19 y fue intubada. Estuvo un mes en cuidados intensivos. Luego de eso, necesitó de un traqueostomo por seis meses, para poder respirar.

“Me dieron el alta, pero volví a los quince días para saber si me podían retirar el traqueostomo, y me dijeron que no. Recibía terapia respiratoria todos los días”, cuenta Rosa, que decidió buscar otra opción, principalmente por el bien de su salud mental. No podía caminar, hablar ni coordinar los movimientos de las manos, y había salido del hospital “con todo borrado” y con pesadillas. “Hasta ahora tengo miedo. No voy a un supermercado ni a un centro comercial, aunque dicen que ya no hay tanto riesgo”. Por esto, tiene acompañamiento psicológico.

Pero había algo más. La desesperaba escuchar que podía estar respirando a través del tubo hasta un año, así como saber que había personas que tenían que vivir con él de manera permanente.

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La terapia respiratoria ayuda a rehabilitar la función de los pulmones. Foto: Shutterstock

“El otorrinolaringólogo y la neumóloga me hicieron nuevos exámenes para descartar posibles lesiones”, y la ayudaron a depender cada vez menos del traqueostomo, hasta que estuvo lista para retirar la cánula exitosamente, con un seguimiento al estado de la tráquea. Volvió a respirar por la nariz y recuperó el habla; también regresó a su trabajo como trabajadora social; cuida su alimentación. Aún sigue en rehabilitación por pérdida de sensibilidad en el pie.

El procedimiento de retirar el traqueostomo

Cuando el paciente debe pasar mucho tiempo con una intubación orotraqueal, más de cinco días, generalmente se le hace una traqueostomía, para ayudar a que la persona respire y evitar complicaciones en la vía aérea, explica el doctor Fernando Silva Gando, otorrinolaringólogo del centro de medicina especializada Nucleomed.

Muchos pacientes fueron traqueostomizados durante las primeras olas de COVID-19, y algunos dependen del traqueostomo hasta hoy, porque lo necesitan para respirar; pero, a cambio, no pueden hablar y viven con incomodidad.

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El tubo orotraqueal (el que se usa en la intubación) tiene un balón que, al inflarse, comprime la tráquea. Si esto permanece por muchos días, el tejido comprimido puede cicatrizar y cerrarse, y se crea una complicación llamada estenosis subglótica. Esto podría hacer que el paciente dependa indefinidamente del traqueostomo.

La intubación orotraqueal que se mantiene por más de 5 días puede tener complicaciones, al comprimir la tráquea. Foto: Shutterstock

En ciertas ocasiones, la intubación lesiona la vía aérea y hay que hacer otra intervención mayor para sacar la cánula del traqueostomo y que el paciente pueda tener una vida normal.

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Es algo muy complejo, dice el doctor Silva, y que se ha visto más a partir de la pandemia. “Como otorrino me corresponde realizar la decanulación (quitar el tubo de traqueostomía). Esto se hace después de una observación, certificando que la persona pueda respirar aun con la traqueostomía ocluida. Si la vía aérea está bien, se retira el tubo y se realiza, de ser necesario, una pequeña cirugía para cerrar el agujero en el cuello”.

Según reporta el otorrinolaringólogo, a un 90 % de los pacientes se le puede retirar el traqueostomo sin mayores problemas. Pero un 10 % sufre lesión de la vía aérea por una intubación prolongada o defectuosa, o porque se demoró mucho tiempo en hacer la traqueostomía. Ellos no pueden respirar bien sin el dispositivo.

La principal complicación de la traqueostomía, después de la posible dependencia para la respiración, es la parálisis de las cuerdas vocales. Algunos pacientes tienen disfonía y voz alterada. Silva explica que pudo haber una lesión en una o ambas cuerdas durante el procedimiento. Esta es irreversible en muchos de los casos, mientras que un grupo mejora con la ayuda de la fonoterapia y con el paso del tiempo. “Si las cuerdas se paralizan abiertas, el paciente no habla, pero respira. Si las cuerdas se paralizan cerradas, el paciente puede hablar, pero no respira solo”.

La fonoterapia tiene múltiples recursos para quienes necesitan nuevas técnicas para recuperar el habla. Foto: Shutterstock

El movimiento de las cuerdas vocales es necesario también al tragar, para evitar que los alimentos caigan hacia la vía aérea. “Entonces, cuando hay parálisis en que las cuerdas quedan abiertas, el paciente puede broncoaspirar alimentos y tener neumonías de repetición. Muchos no entienden por qué tienen ronquera y frecuentes neumonías”.

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Cuando hay parálisis de cierre de ambas cuerdas, explica Silva, se hace una cirugía de corte para ampliar el espacio y que el paciente pueda respirar (cordectomía posterior), con la desventaja de que la voz queda alterada. Pero de momento, añade, existen distintos métodos de fonoterapia, e incluso dispositivos de voz artificial, para ayudar a pacientes que han tenido cirugías por tumores y cánceres, y que aprenden nuevas técnicas para hablar.

Las alergias como secuelas del COVID-19

“Es importante recordar que el COVID-19 ha pasado por varias etapas de evolución. Actualmente, gracias a la vacunación y a los avances de la medicina, hemos podido controlar las infecciones”, opina el doctor Pablo Torres Córdova, médico alergólogo.

Las complicaciones poscovid se ven especialmente en quienes estuvieron graves y pasaron intubados alrededor de tres semanas. “Quienes sobrevivieron quedaron con secuelas relacionadas con la falta de aire y la tos crónica (uno de los síntomas más vistos)”.

Las alergias respiratorias se agravan con las infecciones virales, por una reacción fuerte del sistema inmune. Foto: Shutterstock

“Recordemos que no toda falta de aire es COVID-19″, subraya Torres. “Una de las enfermedades más importantes del mundo, cerca de 200 de millones de afectados, es el asma alérgica y no alérgica. Tiene como síntomas la disnea, la tos, el silbido y la opresión en el pecho”. Otra afección común es la rinitis alérgica.

La tos crónica también puede deberse al reflujo gastroesofágico o a un cuadro de secreción posterior nasal. “La tos crónica y la falta de aire deben ser valoradas siempre por un equipo de especialistas”: neumólogos, otorrinos y alergólogos.

Torres considera que muchos pacientes se volvieron alérgicos después de la infección por COVID-19, y quienes tenían cuadros leves de asma o rinitis desarrollaron un cuadro moderado o grave. “Las infecciones virales son gatillos de alergias respiratorias o hacen empeorar las alergias preexistentes”. Se ve en niños, adolescentes y adultos.

Cuando las personas con alergias o rinitis leves pasan por procesos respiratorios fuertes, tienden a quedar con bronquios inflamados, más sensibles a elementos cotidianos, como el detergente, los perfumes, el polvo, el aire acondicionado. “La nariz se convierte en un radar de los aromas y los cambios de clima. Ese epitelio nasal y bronquial puede restablecerse para dejar de responder de forma exagerada y así tener un día a día más normal”.

El médico es optimista: dice que el sistema inmune es altamente inteligente y puede entrenarse por medio del desorden causado por el virus para recuperar un estilo de vida normal. “Recordemos que las alergias son reacciones de hipersensibilidad; no ocurren por un sistema inmunológico deficiente; al contrario, es tan fuerte que reacciona de manera exagerada contra ciertas cosas”. (I)