Luchó durante meses por otros contra la propagación del virus, hasta que llegó el momento en que la atrapó a ella. Ahora Sabine Serr lucha desde hace meses con lo que el coronavirus hizo en su cuerpo. Su corazón, sus pulmones, sus nervios, todo resultó atacado. Ahora se cansa mucho y de repente.

La mujer de 43 años trabaja como higieniesta en un hospital en las cercanías de Ludwigshafen, en Alemania. Desde la primavera europea de 2020 estuvo trabajando permanentemente a causa de la pandemia. Su equipo realizaba testeos móviles en geriátricos, guarderías, empresas.

En una de estas incontables intervenciones, a principios de diciembre, se rompió su mascarilla. Por un breve tiempo, respiró el aire que había en el ambiente. Pocos días después llegaron los síntomas. Ella está convencida de que se contagió en ese preciso momento.

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El virus estaba en su cuerpo y terminó en el hospital, pero esta vez como paciente de COVID-19. Estuvo doce días allí con oxígeno. Dice que colapsó dos veces. “Tenía miedo de morirme, porque realmente ya no tenía control. Fue una experiencia horrorosa”. Dos días antes de Navidad recibió el alta. Pero no estaba sana.

Le costaba respirar al subir escaleras. Además, Sabine tenía serios problemas de concentración. Más adelante se sumaron anomalías neurológicas. Sentía hormigueo en los brazos. O de repente se le caía el bolígrafo de la mano.

Pero lo peor, dice, son esos estados de agotamiento que se le presentan de repente de la nada, como si alguien la desenchufara de la energía. “Y ese estado de agotamiento no es positivo, como por ejemplo, después de un paseo en bicicleta. Se siente horrible. Uno solo quiere dejarse caer y no levantarse nunca más”.

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Un hombre sigue sobre una cinta en la Clínica de Rehabilitación un entrenamiento para fortalecer su resistencia física, tras haber padecido una infección de coronavirus.

Algunas semanas después de sentirse con todas esas molestias, en el hospital su neumonólogo le recomendó hacer rehabilitación. A principios de febrero el médico hizo la solicitud y a fines de abril Sabine viajó a una clínica en Schömberg, en la Selva Negra.

El camino de la recuperación

Muchas clínicas ofrecen ya rehabilitaciones para los efectos a largo plazo del coronavirus.

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Cabe destacar dos variantes: Post Covid y Long Covid. A veces, se utilizan ambos conceptos como sinónimos, a veces bajo Post Covid se engloban todos los efectos que deja el COVID-19. ¿Cuáles son las diferencias también de cara a las rehabilitaciones?

De hecho, aún no hay una definición universal de ambos fenómenos. Pero tiene sentido hacer la siguiente distinción: Post Covid se refiere a los efectos más o menos inmediatos de un cuadro grave de la enfermedad. El hecho de haber estado tanto tiempo recostado reduce la masa muscular y hay que volver a aprender un patrón respiratorio sano. Es posible que hayan sufrido daños pulmones, corazón, riñones y el sistema nervioso central y que perduren temores y trastornos de estrés como consecuencia del miedo a morir.

Control de la capacidad pulmonar en pacientes con sintomatología Long-Covid.

“En esos casos, necesita una rehabilitación que trabaje con los daños en los órganos, pero que también ofrezca asistencia psicológica y un entrenamiento de recuperación dosificado individualmente, cuando sea necesario”, dice el profesor Volker Köllner.

La otra forma es Long Covid y puede afectar a personas que atravesaron un cuadro leve de la enfermedad. Durante semanas y a veces meses se sienten en forma, hasta que llega el golpe. “El agotamiento crónico y la dificultad para respirar es lo que más los limita”, dice Köllner. El tratamiento en esos casos es muchas veces una mezcla entre terapia conductual y ejercicio terapéutico.

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Pero para eso deben haber pedido ayuda médica. “Los pacientes de este grupo muchas veces son jóvenes y a primera vista no se perciben los síntomas”, dice la neumonóloga y experta en Long Covid Jördis Frommhold. “Muchas veces no son tomados en serio en sus síntomas. Aún no hay una verdadera aceptación del cuadro clínico del Long Covid”, agrega.

Frommhold aconseja a los recuperados que no se vuelvan locos. Si uno superó la enfermedad y en principio se siente bien, eso es bueno. Pero si meses o más tiempo después aparecen síntomas como agotamiento, pérdida de memoria, caída de cabello, dolores articulares y musculares, tendencia a un ritmo cardíaco más alto, miedos o depresiones que limitan mucho la vida hay que buscar ayuda.

Köllner, en cambio, considera que no cree que falte conciencia respecto del Long Covid. “En la medicina psicosomática estamos acostumbrados a enfermedades que no podemos ver en radiografías o en valores de laboratorio, sino en base a cómo se sienten los pacientes”. Si alguien superó la enfermedad pero semanas después sigue sin estar en condiciones de trabajar, para él es un caso que necesita rehabilitación. Aunque aún no hay cifras oficiales de las personas que padecen estas condiciones a largo plazo, tras haber contraído el virus. Köllner trató hasta el momento al menos cinco pacientes con Long Covid y a algunos más con Post Covid.

Una persona sigue en un ordenador un programa de entrenamiento de la memoria.

Todos se sintieron mejor después de la rehabilitación dice. Lógicamente los protocolos para el tratamiento aún no son perfectos, pero van mejorando a medida que va descubriendo más al respecto.

La cura del optimismo

Sabine Serr estuvo cuatro semanas en la clínica en Schömberg. Durante la rehabiltación en la Selva Negra también llevó su bicicleta eléctrica. En días buenos lograba hacer 30 kilómetros. Con pausas, pero los hacía. Antes de la enfermedad hacía más, recuerda la paciente. En la actualidad aún hay días en los que apenas puede subir las escaleras.

Cuando piensa en volver a su trabajo, a Sabine se le mezclan el optimismo con algunos miedos. Sobre todo debido a su estado tan variable y al agotamiento total que la asalta de repente (algo que persiste). Pronto deberá comenzar a reincorporarse a su trabajo en el hospital. ¿Podrá? “Soy optimista”, dice ella. “La voluntad está, pero aún no sé si físicamente lo lograré”.