Sabemos, porque nuestro médico nos lo ha dicho, que el proceso de arterosclerosis (el estrechamiento de las arterias coronarias o cerebrales debido a la acumulación de placa) va de la mano con factores de riesgo conocidos como el colesterol, los triglicéridos elevados, el azúcar, el sobrepeso y los hábitos dañinos como el tabaco, el alcohol, las drogas y la falta de actividad física.

Pero el problema de la arterosclerosis se resume en la inflamación de las arterias, dice el cardiólogo clínico Luis Alberto Solines. “El tabaco, el colesterol, el azúcar y demás no son sino factores de riesgo para producir inflamación arterial”.

El aumento del proceso inflamatorio dentro de los vasos sanguíneos lleva a la formación de coágulos (trombos) y al cierre de las arterias coronarias o cerebrales.

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Pero hay quienes viven con colesterol normal, vida sana, deporte sostenido, no fuman ni son diabéticos, y aun así sufren un infarto. “Un 10 % de las personas sin factores de riesgo se infartan”, dice Solines, y la proporción es parecida en el caso de los infartos cerebrales, sobre todo en los mayores de 60 años.

La alimentación proinflamatoria también afecta al corazón. Cambie los granos refinados, las bebidas azucaradas y las carnes procesadas, rojas y vísceras por vegetales de hojas verdes, vegetales amarillos, granos integrales, café y té, como en la dieta mediterránea. Foto: Shutterstock

Este fenómeno debe investigarse a través de los marcadores de inflamación. “Pedimos colesterol, triglicéridos, azúcar, pero no los marcadores inflamatorios que pueden desarrollarse en pacientes sin factores de riesgo, en personas aparentemente sanas”.

Una persona joven, que no fuma, no bebe, tiene colesterol normal, hace ejercicio permanente, puede tener inflamación crónica. Esto se sabe, indica Solines, por una prueba de proteína C reactiva; dependiendo del resultado, habrá pruebas adicionales.

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¿Por qué una persona sana tiene altos niveles inflamatorios?

Parecería que es un proceso autoinmune; el organismo reacciona contra el tejido de las arterias de todo el organismo, entre las que están las coronarias, las carótidas y las arterias cerebrales; hay engrosamiento del interior de la arteria y esto produce coágulos.

Solines comparte que esto suele ocurrir en condiciones inflamatorias como la artritis reumatoidea, la tiroiditis y el lupus. “De hecho, hay varias enfermedades relacionadas con esto, la de Takayasu y la de Kawasaki”. Alguien que tiene una condición autoinmune tiene mayor propensión a sufrir un infarto.

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“La inflamación es una reacción compleja disparada por el sistema inmune cuando cree que hay una invasión”, explica la doctora Jun Li, investigadora de la Escuela T. H. Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard.

Si esa invasión es por una herida o por una infección (como en la gripe o el COVID-19, en que se produce una enorme respuesta inflamatoria), entonces es aguda. El cuerpo actúa rápidamente, se va a emergencias, hay medicación. Pero cuando la inflamación permanece en niveles bajos por largo tiempo, es crónica. “La persona ni siquiera se da cuenta”, señala el doctor Paul M. Ridker, del Hospital Brigham and Women, en Boston.

Algunas personas tienen un sistema inmune más activo de lo normal, dice Ridker. “No lo saben. No lo sienten. Sus médicos tampoco. Y si no se está midiendo la proteína C reactiva, no hay cómo saber si es uno de los que tiene una respuesta inmune avanzada”. Estas mediciones deberían incorporarse a la práctica estándar, pero muchos médicos no lo están haciendo. “Así que los pacientes tienen que pedirla”.

Solines también insiste en que la ficha médica del paciente asintomático no se limite a los marcadores básicos, sino que se verifiquen los marcadores inflamatorios para poder valorar las arterias coronarias y carótidas y dar tratamiento para desinflamar. “Ese debería ser el nuevo criterio para todos, con o sin niveles altos de colesterol, triglicéridos o azúcar”.

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¿Cómo revertir la inflamación crónica?

Se sugiere una evaluación a partir de los 20 años de edad si usted tiene antecedentes familiares de enfermedad coronaria. “Los factores más frecuentes son genéticos o familiares”, informa el cardiólogo y deportólogo Richard Salmon. “Las anomalías de las arterias coronarias, la hipercolesterolemia familiar e inflamaciones de las paredes de las arterias coronarias (enfermedad de Kawasaki) son las más comunes”, enumera, y añade que el consumo de cocaína es una causa importante. “Se calcula que un 25 % de los infartos cardiacos en menores de 40 años se deben a esto”.

Si usted no tiene ninguna de estas condiciones, entonces necesitará una evaluación a partir de los 40 años, sea hombre o mujer.

Puede iniciar tratamiento con medicamentos antiinflamatorios. “La aspirina es uno de ellos, pues las medicinas que bajan el colesterol también son antiinflamatorias arteriales”, indica Solines. “Mientras que la gente que está asintomática, pero llena de calcio en las coronarias, necesita un abordaje diferente”.

Enfermedad arterial en los deportistas profesionales

Un infarto cardiaco o cerebral en una persona joven y atlética causa sorpresa. Resulta que el ejercicio físico aumenta el trabajo del corazón, y cuando el deporte es competitivo, este órgano puede llegar al máximo de su capacidad. “Es allí donde se puede manifestar una alteración cardiaca que ha pasado desapercibida”, explica el doctor Salmon.

Algo más que puede hacer es estar atento a su frecuencia cardiaca en reposo, que no debe pasar de 60 a 80 latidos por minuto. Hay dispositivos caseros e incluso aplicaciones para dispositivos móviles. Foto: Shutterstock

Los casos de muerte súbita en deportistas jóvenes suelen deberse a una anomalía cardíaca, como un crecimiento muscular del corazón (miocardiopatía hipertrófica) y las alteraciones en el sistema eléctrico del corazón. El síndrome del QT largo y la displasia del ventrículo derecho son las causas más frecuentes.

En los deportistas, agrega Salmon, es importante la práctica de un ecocardiograma o ultrasonido, que permite ver la estructura del corazón y reconocer cualquier alteración muscular, de cavidades y de válvulas.

La prueba de esfuerzo, amplía el médico, ayuda a diagnosticar enfermedades de las arterias coronarias, el comportamiento de la presión arterial en ejercicio y la aparición de arritmias. “Con ella se puede determinar la capacidad física del deportista y prescribir un buen entrenamiento aeróbico”.

Cuando se produce uno de estos accidentes, hay tratamientos como la revascularización miocárdica (dilatar las arterias coronarias obstruidas y mantenerlas abiertas con stents o con baipás coronarios más tratamiento médico), que da a los pacientes una buena calidad de vida, siempre y cuando tengan un control adecuado (rehabilitación cardiaca) luego del evento agudo.

Ciertos tipos de arritmias pueden ser controladas con tratamiento médico y eléctrico (ablación, marcapasos). La corrección quirúrgica de los trastornos valvulares también mejora a los pacientes. “Controlada la patología, y luego de evaluaciones funcionales, se permite practicar cierto tipo de ejercicio controlado”, cuenta el doctor Salmon, aunque algunas enfermedades pueden inhabilitar a ciertos jóvenes a practicar deporte competitivo. “Lo más importante es el control periódico de estas dolencias para poder modificar su tratamiento cuando lo requiera”.

La rehabilitación viene después de evaluar el riesgo cardiaco y la capacidad funcional de cada persona. Así se puede prescribir un entrenamiento adecuado, con un control estricto de los parámetros cardiovasculares, monitoreo del pulso, la presión arterial, la saturación de oxígeno y telemetría del corazón. El cardiólogo siempre debe estar presente, y también es necesaria la educación sobre el control de los factores de riesgo, nutrición y soporte psicológico. (I)