Perder a un ser querido es uno de los impactos psicológicos más fuertes que afrontamos las personas, pero la pandemia originada por el COVID-19 hace que este proceso traumático sea mucho más complejo y difícil de asumir.

El no poder atender al familiar enfermo, no estar a su lado en sus últimos días, no poder ver su cuerpo (si muere a causa del virus) y no organizar un funeral de manera tradicional para poder despedirlo y recibir el consuelo de los allegados hacen más trágica la muerte.

La psicóloga Martha Martínez Hidalgo perdió, el año pasado, a su esposo debido al COVID-19 luego de 34 años de casados. La última vez que lo vio fue cuando él se iba al hospital, pero no regresó. Afirma que no por ser una profesional de la salud mental la experiencia es menos traumática.

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“Además, no es que quiera decir que nos duele más, pero es, sin duda, más complejo porque aun sabiendo todas las etapas y las herramientas el dolor se apodera de tu ser y nada de lo que te dicen o aprendiste te sirve”, dice.

Ella enfrentó la muerte de su esposo sola, ya que sus hijas viven en Alemania. También tuvo que lidiar con los síntomas del virus al mismo tiempo, ya que se contagió: “A mí me ayudó mi parte espiritual y hablar con mis hijas. El hecho de hablar con personas que te aman y retomar el trabajo rápidamente para ayudar a otros me ayudó a superarlo”.

Tan fuerte fue su experiencia que llegó a pensar que se iba a morir: “Y quise morirme porque yo también tengo mis falencias emocionales, mi papá se suicidó, vengo de familia depresiva”.

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Al cuarto mes de fallecido su esposo tuvo que buscar ayuda psiquiátrica y medicamentos. “Lo más inteligente que podemos hacer es buscar ayuda. En mi caso, por mi historial, tuve que recurrir a los antidepresivos”.

La salud mental está tomando actualmente más relevancia, ya que llevamos sometidos a situaciones complejas más de un año y todo indica que seguiremos así al menos hasta finales del 2022. Por eso, entes internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) han instado a los Gobiernos a reforzar los programas de ayuda psicológica y que, además, se extiendan al personal sanitario que trata los casos de COVID-19.

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El duelo, el ‎aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo están generando o agravando trastornos de salud mental. ‎Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y sufren crecientes problemas de insomnio ‎y ansiedad. Por otro lado, la misma COVID-19 puede traer consigo complicaciones neurológicas y mentales, ‎como estados delirantes, agitación o accidentes cerebrovasculares”, dice la OMS.

Personal de salud en Ecuador estaría al borde de sufrir ataques de pánico, ansiedad y depresión por COVID-19

Es que la pandemia tomó por sorpresa a los seres humanos y por nuestra propia naturaleza, frente a situaciones imprevistas, entramos en estado de shock. En ocasiones no entendemos lo que pasa hasta que empiezan a morir personas de nuestro círculo cercano.

“En ese momento, al tomar conciencia de lo que podía suceder y que no dependía de uno lo que suceda, las personas entran en inseguridad, ansiedad y pánico. Empezamos a pensar que si nos vamos a infectar o nuestros hijos. A esto se suma la pérdida de los trabajos y el empeoramiento de la economía, las deudas y, a su vez, nos piden que nos quedemos en casa sin hacer nada”, dice Martínez.

Otro de los factores que empeoran la situación es que hemos empezado a tratar todo el tiempo con personas que antes de la pandemia no lo hacíamos: “El tener que ver a los hijos, la pareja o los padres 24 horas y empezaron los roces que provocan el estrés”.

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Entonces, estamos rodeados constantemente de ansiedad, inseguridad, pánico y estrés, que si bien son sentimientos necesarios en el ser humano, al estar sometido a largos periodos de tiempo a estas sensaciones el organismo colapsa, el sistema inmunológico baja y se afectan el cuerpo y la mente, añade la OMS.

“Y luego de todo esto vemos que las personas se siguen muriendo y tendemos a pensar que solo los individuos buenos son los que fallecen, comenzamos a sentir tristeza y llegamos a la depresión”, dice Martínez.

Es compleja la situación que estamos pasando, pero sí se puede superar la muerte de un ser querido. Hay que vivir el dolor intensamente, nunca se va a ir, pero lo aprenderás a manejar. El amor a ese ser querido es lo que más te debe impulsar”, añade.

Hay que cumplir las fases del duelo

Cuando una persona pierde un ser querido normalmente tiene, por lo regular, un tiempo de preparación para la muerte. La gente enferma y si la patología es grave, la familia va aceptando la idea de que va a morir, pero con la llegada del COVID-19 esto no se da, ya que las personas a los diez días pueden fallecer.

Lo peor es que no puedes atender a esa persona cuando está enferma, no la puedes socorrer y no puedes tener un funeral donde tú lloras, la gente te da el pésame, te abraza. Todo esto no te permite cerrar un ciclo de manera saludable”, dice Martínez.

El duelo tiene un proceso dividido en varias etapas y que son inevitables vivirlas para poder superar la muerte del ser querido. La primera es cuando la persona está en shock, luego se siente el dolor de la pérdida y el sentimiento de culpabilidad por no haber hecho lo que supuestamente no se hizo o dijo.

“Por qué no le dije que lo amaba, por qué no le di muestras de cariño, eso se piensa y es normal vivir esta fase”, dice Martínez.

Respetar los diferentes duelos de un año de pandemia

En tanto, la tercera fase es sentir rabia y pensar ideas como “si hay tanto delincuente, por qué se murió mi familiar o por qué se mueren las personas buenas”. Entre esa culpa y esa rabia pasan unos seis u ocho meses.

En este lapso de tiempo la familia tiende a no comprender el sufrimiento de la persona y no entiende que es un proceso normal para sanar.

Luego está la última fase que, por lo general, se da casi al llegar al año del fallecimiento del ser querido, donde se siente un dolor fuerte porque se comienza a cuestionar si realmente la persona está muerta.

En todas las fases está el llanto, pero la familia, los amigos te dicen que no llores y te pasman el llanto, y no se logra curar a la persona. Hay que dejar que la persona llore y saber que habrá lapsos donde se llora muchísimo, pero al final, si se hace todo de forma correcta, el llanto empieza a declinar. Luego de llorar bien llorado la persona se sentirá bien”, señala Martínez.

Todo el proceso normalmente dura un año, aunque puede llegar hasta dos. Si pasado este tiempo la persona se mantiene en fase de no aceptación, se tiene que buscar ayuda psicológica. Ahora, si el trauma es más grande y no se puede dormir, las manos sudan, no dan ganas de comer, es necesario ayuda psiquiátrica.

En las primeras fases del duelo no se deben tomar antidepresivos o calmantes, ya que al callar el sufrimiento de manera sintética se pueden generar secuelas como dolores de cabeza, ser propensos a tumores o enfermedades como el cáncer.

La pandemia no causa suicidios, pero sí los detona

Todas las situaciones que actualmente se están viviendo por la pandemia no serían las causas de los suicidios en la actualidad, pero sí el detonante. Los problemas que llevan a una persona a suicidarse vienen de traumas anteriores que incluso se pueden remontar a la infancia.

En 2020, según cifras del Sistema Integrado de Seguridad ECU911, se reportaron más de 200 suicidios a nivel nacional y 429 alertas de intento por el confinamiento declarado.

Así como vamos al médico, al odontólogo también debemos ir al psicólogo a conversar. Una persona que intenta suicidarse tiene tendencia depresiva y eso sucede cuando de niño se pudo haber sentido solo u obligado a guardar dolor para tener cierta compostura. El COVID lo que ha hecho es acelerar y disparar la situación”, dice Martínez.

El suicidio es un tema que poco se debate en la sociedad ecuatoriana, de hecho hay ciertos conceptos errados que existen en la población. En el estudio Mitos y verdades del suicidio, en el que participaron instituciones como la Asociación Ecuatoriana de Psicólogos, la Alcaldía de Guayaquil, la Escuela Politécnica del Litoral, la Policía Nacional y la Universidad de Guayaquil, se revelan varias falencias de los ecuatorianos a la hora de hablar del tema.

Cuando se les preguntó a los encuestados, por ejemplo, si era verdadero o falso que los suicidios suceden de forma repentina y sin advertencia previa, el 53% indicó que era verdadero, pero, según Martínez, la mayoría de suicidios han sido precedidos por advertencias verbales o conductuales.

En el estudio también se preguntó si se pensaba si una persona suicida está decidida a morir. El 59% contestó que sí. Sin embargo, estos individuos son ambivalentes y actúan impulsivamente.

Charlas, programas, hablar del tema dentro del núcleo familiar son estrategias que se deben tomar para evitar el suicidio de un ser querido. (I)