Ha pasado más de un año desde que Soledad Betancourt se contagió de COVID-19 y no se ha recuperado en su totalidad. En diciembre, Soledad iba camino a la peluquería y de pronto se dio cuenta de que conducía por inercia. “No sabía dónde estaba, qué hora era, a dónde iba; apenas pude darme cuenta de que estaba manejando sin rumbo y me desesperé intentando recordar”.

Pasaron varios minutos y Soledad no tenía noción de lo que estaba sucediendo; su alternativa fue llamar a su madre por teléfono para que se lo recordara, pues aunque se le olvidó por completo lo que hacía en ese momento, no había perdido la consciencia en su totalidad.

Ella es locutora de radio desde hace 16 años y su trabajo exige buena memoria y facilidad de palabra. Cuenta que, con confianza, podía llamarse a sí misma una “agenda humana”, pues retenía gran cantidad de información sin esfuerzo.

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Eso cambió desde que se contagió de coronavirus. Ahora, Soledad tiene que hacer un esfuerzo para conversar, pues es frecuente que se trabe al hablar. Tampoco retiene la misma cantidad de información que años atrás. Tiene problemas con la memoria y se desconcentra con mucha facilidad, por lo que pierde el hilo de sus acciones.

Algo parecido le pasó a María Laura Gómez. Ella trabajaba en una bolsa de valores y cursaba su séptimo semestre de la carrera de Derecho cuando se contagió de COVID-19.

Con notoria decepción en su voz, María Laura, de 25 años, cuenta que su memoria y retención eran su gran orgullo. “Todo se me quedaba en la cabeza y ni siquiera tenía la necesidad de anotar algo”, señala. Hoy eso ha cambiado. “Ya no puedo procesar información por más de 15 o 20 minutos, y me cuesta tomar apuntes en clases, porque ni siquiera puedo recordar lo que había dicho mi profesor en ese mismo rato”.

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Su preocupación la llevó a investigar sobre el tema. “He leído que es posible recuperarse después de mucho tiempo; pero, aun así, me da miedo no salir de esto y no volver a ser la de antes”, confiesa.

De acuerdo con un artículo publicado en la revista científica Nature, el pasado 7 de marzo, un grupo de científicos observó que, tras la infección de COVID-19, hay pérdida de materia gris en las partes del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria.

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A través de escaneos cerebrales, este estudio buscó determinar los cambios en el cerebro en 785 pacientes de Reino Unido de entre 51 y 81 años. De ellos, 401 habían contraído el virus y 384 no.

Los científicos aprovecharon el proyecto UK Biobank, de ese país, que ha dado seguimiento, desde hace quince años, a la salud de aproximadamente 500.000 personas. Gracias a esta base de datos, los investigadores encontraron la forma de estudiar el impacto del virus del COVID-19 a largo plazo.

No obstante, los investigadores no han determinado todavía si los cambios son reversibles o si serán significativos en el futuro.

En Ecuador, no está claro cuál es la política sanitaria para tratar estos casos. EL UNIVERSO solicitó información al Ministerio de Salud Pública sobre lineamientos o políticas aplicadas en el país para tratar a personas con afectaciones neurológicas tras el contagio de COVID-19, pero hasta la publicación de este reportaje no se ha obtenido respuesta.

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Síntomas leves, secuelas pesadas

El COVID-19 se manifestó en la vida de María Laura con una fatiga intensa y dolores de cabeza. “Mi contagio fue tranquilo dentro del contexto del COVID, porque no tuve síntomas respiratorios fuertes. Lo que me pasaba es que me sentía tan cansada que me la pasaba durmiendo”, afirma.

Ella se contagió en enero de 2021. Y, dos meses después, en marzo, el inicio de un nuevo semestre en su universidad fue el detonante para darse cuenta de que algo no andaba bien. Su retención no era la misma y su memoria lo era menos. Inicialmente ella atribuyó su falta de concentración a las clases virtuales, pero poco a poco fue dándose cuenta de su problema.

El neurólogo Jorge Moncayo comenta que las afectaciones a la concentración, retención y memoria en pacientes pos-COVID-19 pueden deberse a dos factores: sintomatología previa que después del COVID-19 se volvió más prominente o la aparición de los síntomas a raíz del contagio. En el caso de María Laura, fue la primera vez en su vida que sentía que su memoria y retención fallaban de forma tan abrupta.

Tiempo atrás, María Laura encontró en internet el término foggy, que traducido al español significa sentir una “niebla mental”. Ella no lo tomó en cuenta, sino hasta experimentar los cambios en su retención y memoria tras el COVID-19. Ahí fue cuando pudo darle nombre a lo que estaba experimentando.

María Laura vio que ese término se ha asociado a la sensación de fatiga, cansancio, pérdida de concentración, dolor de cabeza, trastorno del estado de ánimo, lentitud del pensamiento y alteraciones a la memoria.

Ella experimentó malestares correspondientes a la niebla mental por seis meses. “Durante este tiempo, mis actividades cognitivas en general no estaban bien. (...) Bajó muchísimo la calidad con la que hacía las cosas. Cuando empecé a sentir esta niebla, me demoraba el triple en lo que tenía que hacer para que tenga la misma calidad, pero sé que no se igualaba”, dice.

Sobre una escala de 10, María Laura, con total seguridad, afirma haber sentido que sus capacidades cognitivas apenas alcanzaban un 4. “En verdad, esto me ha afectado mucho. Para mí es frustrante cómo ha cambiado mi rendimiento, mis calificaciones, mis actividades en el trabajo y mi vida”, dice.

Por su parte, Soledad señala que ha tenido dos episodios más en los que ha olvidado por completo lo que estaba haciendo. “Se siente como si tu cerebro se desconectara y cuesta mucho volverlo a conectar y recordar lo que estabas haciendo”, indica.

Además afirma sentirse más dispersa y desconcentrada. “A veces me pasa que, cuando voy a hacer algo y por alguna razón me distraigo en el teléfono, pierdo el orden de las cosas, dejo lo que iba a hacer y me quedo haciendo algo totalmente distinto”, comenta.

”Siento que a raíz del COVID-19 mis capacidades cognitivas han disminuido mucho”, concluye.

QUITO (21-03-2022).- Después de superar el COVID-19, la locutora de radio Sol Betancourt empezó a experimentar dificultadles en su memoria. Carlos Granja Medranda. Foto: El Universo

Un estudio para la Universidad de Harvard, en el que participaron más de 40.000 pacientes de entre 17 y 87 años, rescata que el 27 % presentó desórdenes de atención que incluían dificultades en la memoria y toma de decisiones.

La psiquiatra mexicana Rosalinda Sepúlveda es coautora de esta investigación y cuenta que “los problemas de alteraciones cognitivas hacen que quienes los padecen dejen de ser personas 100 % funcionales para su trabajo y su vida en general”.

Además añade que el hecho de que sea una enfermedad nueva y estemos descubriendo información en el camino es preocupante para determinar cualquier tratamiento.

¿Qué hacer si falla la memoria?

Después de su contratiempo en el auto, Soledad cuenta que creyó que su problema de memoria era mera sugestión. Sin embargo, dos episodios similares al primero le hicieron notar que algo no andaba bien y buscó ayuda.

Se hizo diferentes exámenes médicos durante mes y medio para verificar su estado de salud. “Me revisaron exhaustivamente y no había nada. Mi cerebro estaba bien. Tampoco había algo raro en el corazón ni arterias. Resulta que, aunque había estado teniendo estos episodios con mi memoria, todo estaba en aparente orden”.

El neurólogo Moncayo afirma que Soledad hizo bien, pues lo primero que él recomienda es realizarse exámenes médicos. “Los exámenes que se realizan ponen en evidencia cómo están funcionando los diferentes procesos mentales. A los pacientes que presentan estas afectaciones se les tiene que dar seguimiento para verificar si los cambios en su memoria se mantienen, mejoran o empeoran”.

El especialista añade que una gran desventaja es que no se tiene la certeza de lo que va a pasar en el futuro con esta enfermedad y sus secuelas. “No sé si a la larga las estructuras que tienen que ver con la memoria van a cambiar o no. Todavía no hay una clarificación en cuanto a medidas y tratamientos que se deben poner en marcha”.

Ante esto, la neuróloga Sandra Espinoza señala que lo más pertinente para una persona que tiene secuelas neurológicas, como dolor de cabeza, fallos de la memoria o dificultad para concentrarse, es buscar a un profesional de la salud y mantener un buen estado físico y mental.

Además recomienda estar alerta ante neuropatías (debilidad, entumecimiento y dolor, generalmente en las manos y los pies), pues, al ser el COVID-19 una enfermedad que afecta a varios sistemas, repercute también en el sistema nervioso, lo que puede ocasionar estas molestias en el paciente como consecuencia de afectaciones neurológicas. Para esto se recomienda que, si existen síntomas, se los trate con analgésicos localizados a fin de aliviar el dolor neuropático.

Para cultivar la memoria, afirma la especialista, primero hay que tener buenas horas de sueño, correcta alimentación e hidratación adecuada. También se pueden hacer ejercicios para ejercitar el cerebro, como memorizar canciones, poemas o frases.

Otras actividades, como comer con la mano contraria o caminar hacia atrás, también ayudan a estimular los hemisferios cerebrales, agudizan los sentidos y obligan al paciente a que se mantenga mentalmente activo.

Soledad y María Laura tienen diferentes edades y se desenvuelven en diferentes campos laborales, pero sienten algo en común, que lo resumen en la misma frase. “Antes del COVID yo era otra persona completamente diferente”, dicen ambas, y esperan recuperar algún día la totalidad de sus capacidades. (I)