Es la mañana del 25 de diciembre y, si tiene niños o adolescentes en casa, también es probable que haya restos de papel de regalo y cinta en el piso, y también que alguna pista de carreras le esté cerrando el paso a la cocina, o que los nuevos peluches, princesas y superhéroes se hayan tomado el sofá.

En su libro Too Many Toys (Demasiados juguetes, Scholastic, 2008), el celebrado autor de libros ilustrados David Shannon presenta a Spencer, un pequeño que sufre un caso de exceso de pertenencias, que cubren el suelo de su dormitorio y se apilan en su clóset, se esconden debajo de la cama, ruedan por las escaleras y llegan hasta la sala.

Además, tiene carros de plástico y bicicleta para el jardín, patitos y naves sumergibles para el baño, juguetes silenciosos que lo ayudan a expandir su mente, y otros ruidosos y atrapantes que “le fríen el cerebro”.

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Todo el mundo le da juguetes. Hasta el día en que papá se cansa de pequeñas piezas de plástico que se le incrustan en los pies y mamá se cae con toda la ropa limpia, enredada en una pista de carros. Y empiezan las negociaciones para liberar la casa.

¿Sabe cuántos juguetes tienen sus hijos? Y, si quisiera hacer un recorte, ¿podría enfrentar la resistencia?

Cada regalo representa a una persona

“Creo que la época de Navidad es un buen momento para enseñar a los niños a dar”, empieza proponiendo el educador Eduardo Molina. “Me parece que los padres deben estimular a los niños a hacer una lista de las personas a quienes deseen regalar algún presente. Lo clave es que sus hijos tomen conciencia de que consideran a esas personas”.

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Con relación a los regalos que recibe el niño, esto debe ser una consecuencia de lo anterior. Es decir, los padres deben ayudar a que los niños tomen conciencia de que el regalo que reciben significa que alguien pensó en ellos, y debe aprender a valorar esa situación.

“Si se me pide cuantificar, opino que un regalo por persona es lo adecuado; pero lo esencial es que el niño sienta, más que el regalo, que quien se lo ofrece lo tiene a él muy presente como persona”.

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Navidad es una fecha para compartir

No se puede poner un número al hablar de juguetes, coincide la pedagoga Marta Ycaza Oelkhe. “Imagínate un niño al que se le da muy bien hacer rompecabezas y disfruta cada vez que recibe uno, cada vez con mayor número de piezas. No importa en ese caso que tenga muchos”.

En cambio, considera, muchos peluches no valen la pena, porque “el niño o la niña establecerán vínculo con pocos. Los otros están para llenarse de polvo”. Cuando hay afición a los superhéroes, es natural que los chicos quieran tener uno nuevo para su colección. “Una pelota es necesaria para los más pequeños; pero, a medida que crecen, a alguien le gusta más el fútbol, a otra el básquet…, y crece el número de pelotas”.

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Lo ideal para regalar sin caer en el exceso y sin crear más acumulación para los padres es conocer bien al niño y la niña para acertar. Y hay formas de manejar el exceso. “Una vez al año, los chicos deberían revisar sus juguetes y ver cuáles no utilizan; y, si están en buen estado, donarlos”. Hay que aprovechar las fiestas de Navidad, que son el mejor momento para hacerlo. “Le da más sentido al motivo de la celebración”.

Prefiera juguetes que permitan crear vínculos

Hay demasiados objetos cuando el niño no juega con ellos y su habitación está sobrepoblada de estímulos visuales y auditivos. ¿Cómo saber cuáles ya no van más? Hay varias señales.

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A medida que crece, el niño “migra” de ciertos juguetes, que se estancan en cajas y cestos, indica la neuropsicóloga y máster en psicología educativa Sarita Jotteaux. Vea qué cosas tienen la atención del niño, y analice si el resto es de uso y beneficio para la familia, y decida.

Observe si su niño no logra elegir un juguete, sino que duda entre todos y no sabe por dónde empezar. Otro indicador de exceso es que su hijo no desarrolle la habilidad de guardar-cuidar los juguetes, algo importante para su desempeño y autonomía. Si no los cuida, puede ser que no los aprecie, que los dé por sentado, justamente por su abundancia. Una aparente solución es que los adultos recojan todo, pero esto no permite cumplir una de las funciones de los juguetes, que es aprender a cuidar de algo.

Un juguete no debería ser visto solamente como algo para el niño, sino como un elemento familiar, opina Jotteaux. “Sea un muñeco, un objeto didáctico o un recurso, viene de una persona con la que el niño tiene un vínculo”, sea de familia o amistad. “Puede ser una botella de plástico con piedras, pero, si el papá se lo regaló, es significativo y tiene un sentido de pertenencia”.

Por eso, al entregar un regalo, cuide las maneras. No lo deje simplemente sobre la mesa. Tenga un encuentro con el niño: “Mira, te tengo esta sorpresa. He pensado en ti”. Mírelo, póngase a su altura, abrácelo. Incluso si regala un equipo didáctico, no lo haga desde la distancia o como si le asignara un deber.

Un niño realmente no necesita abundancia de juguetes. “Lo ideal es que tenga juegos que estimulen la parte cognitiva y el lenguaje, sobre todo los de mesa, que son familiares”.

Elija juguetes que rompan con la pantalla

Estamos en una sociedad de consumo, y esto puede llevarnos a pensar en el regalo como una cosa, olvidando que se trata de una experiencia. La sobreabundancia no es aconsejable, porque mientras más objetos tienen, los niños están más dispersos. Y el origen está en los adultos, dice Marcela Frugone, docente e investigadora en temas de familia, discapacidad e inclusión de la Universidad Casa Grande.

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La familia debe consultar entre sí para que los obsequios tengan variedad y coordinación, y no llenar a los niños de pinturas (aunque les guste pintar) o de muñecas de cierta marca. “Tenemos dificultades para la concentración. Demasiadas cosas de lo mismo nos aburren, y hacen falta otras que podrían ser más sencillas y sostener el entusiasmo del niño a más largo plazo”.

¿Y qué hacer el 25 de diciembre con las nuevas adquisiciones de sus hijos? Pensar en familia. “Detrás del juguete hay una vida útil, y todo tiene un impacto ecológico”, especialmente las envolturas de papel, plástico y cartón. Aunque esté cansado, tenga ese momento educativo con sus hijos, recomienda Frugone. Conversen sobre el reciclaje y ordenen los materiales descartables. Pero también hablen sobre el uso que le darán al juguete.

Frugone propone crear unas pequeñas normas. “Se te ha dado esto para que puedas pintar al llegar al colegio, hasta que nos sentemos a comer”. También recuerden de quién vienen esos regalos. “¡Qué bonito lo que te ha dado! ¡Cómo ha pensado el tío en ti!”. Así se puede mencionar que el juguete debe durar, no ser destruido, y que está hecho para compartir.

¿Cómo elegir regalos de manera creativa? Vea su potencial para integrar a la familia y para reemplazar la pantalla. “Entregamos la pantalla en lugar de propiciar que el niño juegue, porque cuando juega desordena, interrumpe, pregunta...”; un buen juguete hará que su hijo “rompa con la pantalla”.

¿Y si su hijo recibió un dispositivo? Con más razón, hay que hablar del uso. Tal vez en un largo trayecto en carro o en tiempos de espera, pero no cuando están disponibles otros juguetes con los que puede aprender reglas de convivencia, como prestar y devolver, respetar horarios, organizarse, trabajar en equipo.

Ahora que ha hecho un recuento y resulta que hay cosas repetidas o en exceso, piensen si conocen a otros que tengan pendiente recibir un regalo. Revisen juntos qué están utilizando, qué está en buen estado y puede pasar a un nuevo dueño. Y que esa charla sea un espacio de encuentro, de conversación, y también de educación. “Enseñamos los principios en los que creemos; les recordamos el cuidado al ambiente y la solidaridad con los demás”. (E)