La depresión afecta a más de 300 millones de personas, lo que equivale al 4,4% de la población mundial, según la OMS. Este es un estimado prepandémico.

Además, se ha evidenciado que desde el inicio de la crisis sanitaria los casos de suicidio en Ecuador han aumentado, argumentan médicos del Instituto Psiquiátrico Sagrado Corazón de Jesús. De marzo a noviembre del 2020, el ECU-911 registró 220 suicidios y 429 intentos. Las ciudades con mayor número de incidencias fueron Guayaquil, Quito y Santo Domingo. “Confusión, temor, incertidumbre y los duelos por seres queridos son los estresores sociales más agresivos que están sufriendo las personas”, afirma el equipo.

El doctor José Luis Ibáñez, médico psiquiatra, menciona que la depresión se identifica, principalmente, por los trastornos del ánimo: tristeza que dura más de dos semanas y se acompaña de otros síntomas: dificultad para disfrutar las actividades, falta de energía, insomnio, falta de apetito, ideas de minusvalía y de muerte.

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Los síntomas varían entre el niño, el adolescente, el adulto joven o el adulto mayor.

Incremento de consultas por depresión infantil

El doctor Ariel Acosta, psiquiatra pediátrico, explica que en situaciones infantiles depende mucho de la edad del niño y de la etapa de desarrollo en que se encuentre. En ellos se combinan factores biológicos (pueden ser hereditarios), psicológicos (si el niño es introvertido, tiene dependencia emocional, baja autoestima o dificultad para adaptarse al cambio), ambientales —acoso escolar, difusión familiar o problemas en casa (enfermedades)— y socioculturales, como la pobreza.

Los adultos manifiestan tristeza profunda y prolongada, pero los niños tienen otras manifestaciones, como irritabilidad, problemas para dormir y aislamiento.

“Según la OMS, uno de cada 20 niños y adolescentes tendrá un episodio depresivo antes de cumplir los 19 años”, comparte Acosta, quien en su práctica clínica ha visto un incremento de casi un 50% de menores de edad con esta patología en consulta externa.

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El doctor Rubén Chiriboga, director del instituto psiquiátrico, dice que la pandemia se ha convertido en un detonante para la depresión en niños y adolescentes. “Estamos viviendo una etapa muy complicada, porque las circunstancias les impiden compartir y jugar con sus compañeros, esto quedó relegado a las redes sociales. Tenemos conflictos emocionales, porque los padres trabajan más que antes y les prestan menos atención, el horario ya no es de una jornada. Los niños absorben los conflictos familiares con una carga de responsabilidad”.

“Solo en 2019, el INEC presentó un informe nacional con 232 fallecidos por lesiones autoinflingidas, niños y adolescentes”. ¿Qué relación tiene esto con la depresión? “Algunos niños solo tienen estados de tristeza, pero otros tienen estados autolesivos”.

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Atención a los rasgos de la depresión en los niños

Los rasgos que podrían sugerir depresión en los niños son diferentes a los que podemos ver en los adultos. En estos se presenta como marcada y prolongada tristeza, pero en los pequeños se evidencia como aislamiento y trastornos al dormir.

Los adultos manifiestan tristeza profunda y prolongada, pero los niños tienen otras manifestaciones, como irritabilidad, problemas para dormir y aislamiento.
  • Tienen cambios en el estado de ánimo.
  • Tienen cambios en la conducta.
  • Muestran irritabilidad y agresividad.
  • No pueden dormir bien, no pueden conciliar el sueño.
  • Sienten que no pueden hacer sus actividades normales, que no pueden participar de la vida del hogar, que son relegados por la familia.
  • En el caso de los bebés y niños que no manejan el lenguaje verbal, no quieren comer, están enojados, les incomoda estar en casa.

Estas circunstancias pueden predisponer a situaciones de violencia y agresividad, e incluso al consumo de drogas.

El mejor tratamiento para la depresión infantil y juvenil

Chiriboga, especialista en medicina familiar, dice que el hogar es la principal fuente de apoyo para la prevención y el tratamiento de los estados depresivos en el niño.

“Es esencial dedicar tiempo. Me refiero a sentarse con ellos, hablar con ellos, jugar con ellos. Necesitan ser, que sus ideas, sus sueños y sus planes sean escuchados. Compartan anécdotas y experiencias. Permita que los niños y adolescentes participen en acciones y en decisiones en casa, que los hagan sentirse útiles”.

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Los adultos manifiestan tristeza profunda y prolongada, pero los niños tienen otras manifestaciones, como irritabilidad, problemas para dormir y aislamiento. Foto: Shutterstock

Estos eventos pueden evitar que el niño entre en estados depresivos, que esté solo, que se encierre, que pase demasiado tiempo frente a los dispositivos electrónicos.

Si usted nota cualquiera de los cambios enumerados en su hijo, la recomendación inmediata es llevarlo al médico para que discrimine si está entrando en un estado depresivo y tome acciones. “Mientras más pronto haya atención y se diagnostique, más pronto se podrá tratarlo. El tratamiento hoy es fácil, porque hay medicación, pero recuerde que la medicina no es el tratamiento”. La familia es el sitio donde el niño se recuperará de mejor manera y en el menor tiempo posible.

“Esto no significa que la depresión se cura ‘de la noche a la mañana’. Tenemos cuadros que se curan, en el mejor de los casos, en seis meses o un año; otros van más allá. Depende del apoyo familiar”.

¿A quién acudir si mi niño parece deprimido?

Si no cuenta con un pediatra cercano o en su servicio de salud local, acuda a un médico general que los pueda orientar. Lo ideal sería que un pediatra evalúe al niño y pueda derivar al médico especialista en psiquiatría, el encargado de tratar este tipo de problemas.

El niño está creciendo y aprendiendo, idealmente a través de la experiencia en el entorno y con los pares, pero también con personas de toda edad con las que pueda jugar, a las que pueda escuchar y de las que pueda aprender.

“Ese proceso le permite desarrollar su capacidad emocional, neurológica y adaptativa. Si el niño no tiene esta oportunidad, su mundo se reduce demasiado; y las circunstancias pequeñas, como conflictos caseros o ficticios, como los que ve en las películas, se convierten en sus referentes, los que marcan su estado de ánimo”. La ficción de las películas, los videojuegos y las redes sociales puede convertirse, en su mente, en la realidad por la cual miden todo lo demás.

Por eso, opina Chiriboga, los niños no deben pasar “pegados” a las pantallas, y sí jugar, leer e incluso vivir su mundo de sueños y fantasías, si eso es lo que necesitan para que su perspectiva se amplíe y para aprender a diferenciar lo real de lo irreal.

La pandemia nos debe dar la oportunidad de rescatar a la familia, y para ello los padres deben, insiste el médico, dar tiempo para conversar, y no solo en grupo.

“Primero, converse con cada uno de sus hijos de forma individual. Escúchelo, sepa qué piensa, cómo le va, qué ha mirado, qué perspectivas tiene. Sugiera, aconseje. Que el niño sienta que es valorado. Abrácelo. Hágalo sentir que lo que él está pensando es importante”.

Mientras más pequeño es el niño, mayor cantidad de información del exterior necesita, por eso trate de sacar a los niños pequeños, bien protegidos, al menos por los alrededores de su casa. Disfrute con ellos el tiempo de las comidas, el tiempo antes de acostarse.

Luego, si hay más hijos en la familia, programen actividades, juegos, bailes, pintura, historias que hagan que todos se sientan parte de la familia, y que cada aporte, incluido el del niño, haga que siga creciendo. “Que se sienta protegido, pero también sepa que está aprendiendo, y que al enfrentarse a la ficción pueda distinguir entre ella y la realidad, entre lo bueno para él y lo malo”. (F)