Ella es la autora de Cómo hacer que te pasen cosas buenas (Espasa 2018) y Encuentra tu persona vitamina (2021). El primero fue uno de los libros más vendidos de 2019 en más de 40 países.

Pero, si no los ha leído todavía, es probable que haya visto y oído en algún video en YouTube, Instagram o TikTok a Marian Rojas Estapé, médico psiquiatra (Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas). Desde esa plataforma escribe sus libros, producto de su interés por entender el cerebro, el optimismo, el estrés, la felicidad y el bienestar, como explica en su sitio web oficial, y ha popularizado la expresión persona vitamina: alguien que nutre, energiza, beneficia una relación, en vez de drenar emocionalmente. Pero también se ha vuelto un éxito de vistas en YouTube, donde cada uno de sus videos acumula millones de visualizaciones.

Las conferencias de Rojas abarcan la unión de mente y cuerpo (somatización), gestión del estrés, personas vitamina, la educación de los hijos, el mundo de la pantalla y afectividad sexual. Actualmente indaga el impacto de la pantalla en los niños y jóvenes, y el peso de la tecnología en las relaciones de los adultos.

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Hace poco compartió con La Revista de EL UNIVERSO algunas apreciaciones sobre el paso del teletrabajo por nuestras vidas, y cómo moldearlo e integrarlo a nuestro futuro.

¿Qué efecto tiene en la salud mental el ejercicio que hemos hecho, presencialidad-teletrabajo-presencialidad?

Uno de los temas más importantes que tenemos que entender es que el teletrabajo nos salvó durante la pandemia; sin él, probablemente el colapso económico, social y personal hubiera sido mucho mayor. De hecho, muchas personas pensaron que era la solución al estrés y a la mala conciliación del trabajo con la familia o con la vida personal.

Cuando el teletrabajo se alargó, nos dimos cuenta de que también tenía consecuencias a nivel empresarial. Lo primero que sucede es que hay mucho menos compromiso con el trabajo: tendemos a distraernos mucho más en casa.

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Tener que salir, vestirnos y prepararnos para ir a trabajar genera un cambio mental y psicológico y emocional que a la larga nos puede quemar, pero de forma concreta nos ayuda muchísimo.

Por otro lado, el teletrabajo es muy solitario, y ya sabemos que la soledad es un riesgo terrible para las enfermedades mentales o para la ansiedad. En mi opinión, hay que fomentar la presencialidad; tenemos que vernos, tenemos que tratarnos. Me parece clave que la sociedad se vea, se trate. Tener algún día de teletrabajo a la semana me parece muy bien, pero yo apoyo mucho la parte presencial.

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¿Es natural que se haya generado resistencia a las dos modalidades, dependiendo de la personalidad y experiencia de cada quien?

Efectivamente, porque cada uno viene de una historia: unos, muy quemados de su trabajo, y el teletrabajo los ha salvado; a otros, ir a trabajar a un sitio, ver personas, socializar era lo que le salvaba, porque el ambiente en casa es negativo, porque es su vía de escape, porque es donde sacan su mejor versión, ya que a nivel personal, de pareja o familiar se sienten más vacíos.

¿Cómo trabajar con esa resistencia, desde lo personal y lo organizacional?

Esta es una pregunta muy interesante y me parece que es clave. No todas las empresas funcionan igual. Desde la pandemia he ido a empresas de todo tipo donde se hace teletrabajo o hay doble modalidad, y otras donde se obliga a la presencialidad.

Foto: Cortesía

Creo que la empresa tiene que hacer un análisis. No viene mal hacer un cuestionario anónimo de lo que la gente prefiere, cómo se sentía antes, cómo se sintió cuidada por el teletrabajo durante la pandemia y el confinamiento, y cómo se siente ahora.

El otro día me contaba un paciente que, en su caso, la presencialidad es voluntaria, y solo va él. Echa de menos estar con todo el equipo, algo que nos ayuda a socializar, nos ayuda a salir de nosotros mismos y genera cambios neuronales en las redes cerebrales.

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Nunca podría dar una respuesta global para que todo el mundo lo hiciera de la misma manera, porque he visto que hay trabajos donde hay que fomentar sí o sí la presencialidad, porque genera mucha más sensación de compromiso, de unidad. En otras no pasa nada porque las cosas se hagan a distancia, sobre todo si hay mujeres que tienen que conciliar con su familia y sus hijos.

¿El modelo híbrido sería una especie de consenso? ¿Es posible y beneficioso para la salud mental de todos?

En mi opinión, el modelo híbrido es a lo que tenemos que aspirar, si bien no en todas las empresas. Yo hago todas las consultas presenciales desde mi consulta en Madrid, porque estoy mucho más metida en mi papel que cuando estoy en casa, que es mi lugar de relax, de ocio o de familia.

Creo que tiene que existir un híbrido. Es una buena solución siempre y cuando seamos conscientes de que el tiempo se distribuye de otra manera; es mucho mejor saberlo y aceptarlo que criticarlo desde el punto de vista de la empresa o los empleados que están trabajando presencialmente. Nos da cierta flexibilidad para poder organizarnos a lo largo del día. Creo que esto es mucho mejor para la salud mental que la rigidez de un horario de cierta hora de la mañana a cierta hora de la tarde, en los que a veces uno no rinde o tiene sensación de frustración; es peor para la productividad y el estado de ánimo.

El mercado laboral se ha encogido en ciertas áreas y ha fluido hacia otras. ¿Cómo canalizar los sentimientos y emociones de los que han tenido que irse y los que se quedan en los equipos de trabajo?

La pandemia significa un antes y un después a nivel de salud mental; nos hemos dado cuenta de algo que yo siempre decía antes de la pandemia: que la gran enfermedad del siglo XXI era la necesidad de controlarlo todo. Y vino la pandemia a demostrarnos que no podíamos controlar nada, y me refiero a nivel personal, profesional, empresarial y político.

Aprendimos a vivir con la incertidumbre, y creo que uno de los dones o herramientas que necesitamos es ser capaces de adaptarnos a los cambios. Creo que hay que educar a los jóvenes en esto; es una cosa que trabajo mucho en terapia: la flexibilidad. Tenemos hábitos muy asentados en nuestra vida que nos impiden a veces cambiar, y la pandemia fue un trauma gordísimo, pero hay que saber adaptarse a los cambios y entender en quiénes nos hemos convertido. No somos los mismos que antes de la pandemia; eso está clarísimo. La aceptación es un paso maravilloso para el equilibrio y la salud mental.

¿Cómo medir también indicadores como la salud mental de los colaboradores y hacerlo un ítem importante para las organizaciones?

Hace unos años monté con mis hermanas una empresa que se llama Ilusso, en la que hacemos temas de salud mental en empresas. Comenzó al darme cuenta de que muchas personas venían a la consulta cuando ya se habían roto. Entonces dije: “Hay que prevenir”. Y mi reto a través de mis libros, de mis conferencias, de mis pódcast es prevenir para que, cuando nos lleguen las cosas malas, la muerte, la enfermedad, el despido, los problemas económicos, tengamos herramientas para ello.

Foto: Cortesía

La salud mental de los empleados es clave en la productividad de la empresa; cuando uno se siente parte del proyecto, importante, querido, cuidado, la empresa funciona muchísimo mejor. Para esto, los directivos, los jefes, los CEO tienen que tener un punto de inteligencia emocional.

Me han invitado a muchísimas charlas y conferencias en los últimos meses, porque quieren hacer concienciación de este tema, haciendo encuestas, preguntando por la salud, para entender qué está sucediendo si hay gente de baja (permiso médico), para profundizar.

¿Cómo podemos comunicarnos mejor entre equipos de trabajo para evitar añadir carga emocional a la que ya existe?

Para que una pareja, una empresa, un grupo de amigos o la relación padres-hijos funcione, una de las cosas más importantes es cómo me comunico, y por eso tengo que entender si tengo habilidades de comunicación. Hay gente que solo sabe comunicarse desde la rabia, desde el rencor, desde la agresividad, desde el desprecio, desde el no. Y hay gente que solo dice que sí, porque no sabe decir que no; y entonces acaban haciendo cosas que no les corresponden. Y me parece que las habilidades de comunicación empiezan en el líder: una persona que tiene un mensaje, que sabe comunicarlo y que es optimista al respecto. En el hospital me pasaba, con médicos jefes a los que yo admiraba por su forma de ser, su coherencia en la forma de enseñar. Bueno, pues, todos podemos tener impacto en los que están debajo de nosotros, en nuestros compañeros; y los que están por encima deben saber que su forma de ser y su forma de comunicar imponen. (F)