La educación corre el riesgo de convertirse en el mayor factor de división a medida que la pandemia de COVID-19 se adentra en el tercer año, según Unicef. El número de estudiantes que abandonan la escuela está a punto de aumentar, mientras que en 23 países los establecimientos educativos aún no abren por completo.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia publicó en marzo de 2022 el informe ¿Están aprendiendo realmente los niños?, que presenta datos sobre la repercusión de la pandemia de COVID-19 y el cierre de las escuelas sobre la infancia, y que ofrece un análisis del estado del aprendizaje de los niños antes de que iniciara la pandemia. El informe también pone de relieve que 147 millones de niños y niñas perdieron más de la mitad de la educación presencial en los últimos dos años.

“Esta desigualdad creciente en el acceso al aprendizaje puede hacer que la educación se convierta en el mayor factor de división, en lugar de ser el mejor instrumento para la igualdad. Cuando el mundo no consigue educar a sus niños, todos sufrimos las consecuencias”, asegura Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef.

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Ni presencialmente ni por Zoom: los que no regresaron a la escuela

Además de los datos sobre la pérdida de aprendizaje, el informe sostiene que muchos niños no regresaron a la escuela cuando se reanudaron las clases. En Liberia, el 43 % de los estudiantes de las escuelas públicas no regresó cuando estas volvieron a abrir en diciembre de 2020. En Sudáfrica, el número de niños y niñas que no volvieron se triplicó al pasar de 250.000 a 750.000 entre marzo de 2020 y julio de 2021.

Un estudiante de primaria en una escuela de Ntchisi, Malaui, uno de los países más pobres del mundo. Foto: Shutterstock

En Uganda, alrededor de uno de cada diez niños y niñas en edad escolar no regresó a la escuela en enero de 2022 tras un cierre de dos años. En Malaui, el índice de abandono entre las niñas de secundaria aumentó de un 6,4 % a un 9,5 % entre 2020 y 2021. En Kenia, una encuesta realizada entre 4.000 adolescentes de 10 a 19 años reveló que el 16 % de las niñas y el 8 % de los niños no regresaron a clase cuando las escuelas volvieron a abrir sus puertas. Treinta y dos países y territorios fueron analizados en este reporte, la mayoría en África, Europa del Este y Asia.

Los niños y las niñas que no van a la escuela tienen menos probabilidades de saber leer, escribir o resolver ejercicios básicos de matemáticas, y no cuentan con la red de protección que proporciona la escuela. Esto los expone a un mayor riesgo de ser víctimas de la explotación y sufrir pobreza y privación durante toda su vida.

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El informe subraya que, si bien los niños y las niñas que no van a la escuela son quienes sufren las peores consecuencias, los datos de antes de la pandemia ya revelaban un nivel de aprendizaje alarmantemente bajo que probablemente haya empeorado.

En los países analizados, el ritmo actual de aprendizaje es tan lento que la mayoría de los niños en edad escolar tardaría siete años en adquirir las competencias básicas de lectura que debería haber aprendido en dos años, y once años en adquirir las competencias básicas de aritmética. Una cuarta parte de los niños de 14 años no contaba con las competencias básicas de lectura, y más de la mitad no había adquirido las competencias de aritmética que se esperan de estudiantes de 7 años.

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Nivelar y acelerar el aprendizaje en Ecuador, ¿es posible?

En Ecuador, aunque no es uno de los países contemplados en el análisis reciente, Unicef impulsa el programa de Nivelación y Aceleración Pedagógica (NAP), implementado a través del Centro de Desarrollo y Autogestión (DYA), en coordinación con el Ministerio de Educación.

En los países de América Latina y el Caribe, las escuelas estuvieron totalmente cerradas por un promedio de 37 semanas hasta febrero de 2022. Foto: Shutterstock

A través del NAP, 4.364 estudiantes de entre 8 y 18 años de edad han retomado sus estudios en 18 provincias de Ecuador. Ellos esperan recibir apoyo con su problema de rezago escolar, y así no abandonarán los estudios.

Aunque los niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe no hayan sido considerados entre los 32 países vulnerables del estudio ¿Están aprendiendo realmente los niños?, de todas formas se encuentran entre los más afectados por el cierre escolar. En la región, las escuelas han estado cerradas un promedio de 37 semanas desde marzo de 2020, y se calcula que en la región solo el 39 % de los estudiantes de primaria puede leer un texto sencillo, según cálculos de la Unicef de marzo de 2022, basados en la Respuesta Educativa de UNICEF LACRO al COVID-19, el Módulo de Habilidades Fundamentales de Aprendizaje de la Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS) y el Índice de Pobreza de Aprendizaje de la Unesco y el Banco Mundial.

En Ecuador, según encuestas desarrolladas por el Ministerio de Educación y Unicef, en los hogares que se mantuvieron en la educación virtual, el 70 % afirmó que estaba aprendiendo menos, de acuerdo a un monitoreo de octubre-noviembre de 2021.

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Ante esta situación, la labor de los docentes del NAP es fundamental. Uno de ellos, Richard Mendoza, explica que uno de los efectos del rezago escolar es que, a pesar de que el estudiante tenga un aprendizaje significativo, tiende a olvidar ciertas cosas. “Es como volver a empezar”, explica.

Los estudiantes de Mendoza tienen problemas con la lectura y las matemáticas. “Ellos leen, pero no entienden lo que están leyendo; eso ha pasado casi con la mayoría. También estamos atendiendo sus falencias en operaciones básicas: sumas, restas y multiplicaciones”.

Este programa de nivelación condensa tres años en uno, y se imparten las materias básicas de manera integrada. En una misma clase los jóvenes pueden aprender más de una destreza. Por ejemplo, mientras se analiza un problema de lógica desarrollan habilidades de lenguaje y matemáticas.

Estudiantes durante un paseo escolar en Baños, Ecuador, 2018. Foto: Shutterstock

Además de los vacíos académicos, los docentes deben reforzar los hábitos de estudio y las habilidades socioemocionales. Volver al aula y rencontrarse con otros jóvenes de su edad es un desafío. El cierre de escuelas ha afectado el bienestar y la salud mental de los niños, niñas y adolescentes. “Han perdido habilidades de relacionamiento. Sufren ataques de pánico, crisis de ansiedad al tener que hablar frente a sus compañeros, temen no tener amigos y no ser aceptados en el grupo”, afirma María Fernanda Porras, oficial de Educación de Unicef.

“Debemos evitar que los niños, niñas y adolescentes sigan perdiendo. Para ello es clave evaluar a cada estudiante, brindarles un apoyo integral y garantizar que la comunidad educativa, especialmente los docentes, cuenten con la formación y los recursos educativos que necesitan para acompañarlos no solo en lo académico, sino también en su salud mental”, recomienda la especialista. (F)