En el área para recoger a los niños a la salida de la escuela, Janet Pérez siempre busca la mochila color naranja neón que hace que su hijo de 6 años, Jayden, sea tan fácil de identificar. Pero una tarde de primavera reciente en Perris (California) no podía encontrarlo. Su primera respuesta fue instintiva: alguien se lo llevó. Luego trató de recordar qué llevaba puesto y se dio cuenta de que no estaba segura de haberlo llevado a la escuela esa mañana. Un miedo conocido se apoderó de ella: ¿qué estaba pasando? ¿Acaso su distracción era una señal temprana de que tenía la enfermedad de su madre, alzhéimer?

Janet Pérez comenzó a cuidar de su madre, Rita, después de que la viuda de 74 años comenzó a dejar prendidos los quemadores de la estufa y su paranoia se hizo tan fuerte que comenzó a atrancar la puerta de su recámara con una silla. Janet Pérez, de 35 años, sería demasiado joven para tener alzhéimer —en la mayoría de los casos, los síntomas aparecen después de los 65— y ninguna otra persona en su enorme familia padece esa enfermedad.

En Estados Unidos, la enfermedad de Alzheimer afecta a 6,5 millones de adultos de más de 65 años; para 2050, se contempla que esa cifra casi se duplique, según la Asociación de Alzheimer, la organización activista más importante para quienes padecen esta enfermedad.

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Pero como ahora esta enfermedad, la forma más común de demencia, es más conocida, suele aparecer en las encuestas de consumidores como una de las más temidas. Entre familiares que han visto el avance de este mal en un ser querido, la amenaza percibida puede ser incluso mayor, según muestran las investigaciones. En algunos casos, estas personas están en extremo atentas a sus propios recuerdos, cada nombre olvidado o llaves perdidas parecen un síntoma de algo más grave.

La preocupación de llegar a padecer esta enfermedad motiva a muchos miembros de la familia a hacerse pruebas. También inspira cambios en el estilo de vida, como tener una mayor actividad física y cognitiva.

Por supuesto que no todas las personas cuyo historial familiar incluye el alzhéimer viven con temor. Pero para quienes lo hacen, la preocupación puede ser abrumadora. Cristiane Passarela, consejera de salud mental certificada en NYC Cognitive Therapy, ha visto a sus clientes quedarse sin aliento por la preocupación de que tienen la misma enfermedad que un familiar. “Lo peor es cuando vienen y no pueden hacer su vida normal”, comentó.

Cuando la gente dice que su memoria se está deteriorando y las pruebas no revelan ningún deterioro, estas quejas suelen describirse como un declive cognitivo subjetivo. Estos síntomas autoidentificados pueden ser indicadores tempranos de alzhéimer, pero el seguimiento a largo plazo sugiere que, la mayoría de las veces, no eran eso.

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No obstante, sentir cierto temor puede ser benéfico. La preocupación motiva a muchos miembros de la familia a hacerse pruebas. También inspira cambios en el estilo de vida, como tener una mayor actividad física y cognitiva, lo cual se ha asociado con un menor riesgo de declive. “Logras que la gente transforme el temor en algo positivo al hacer actividades relacionadas con su estilo de vida que pueden ser benéficas para ellos”, comentó David Wolk, profesor de Neurología de la Universidad de Pensilvania y director del Centro Penn para la Investigación de la Enfermedad de Alzheimer.

Sin embargo, el temor también puede dificultar a las personas sanas disfrutar su vida en este momento. ¿Cómo se puede vivir bien a pesar de lo que pueda o no pasar?

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No sobrestimes su propio riesgo

La gente que tiene al menos un familiar cercano con alzhéimer presenta un mayor riesgo de morir de esta enfermedad. A pesar de ello, la mayoría de la gente con un historial familiar de alzhéimer no desarrollará la enfermedad.

Para quienes notan lapsos de pérdida de memoria recurrentes, el siguiente paso puede ser una evaluación.

La genética desempeña un papel más importante en el caso de los enfermos de alzhéimer familiar de inicio temprano, también conocido como alzhéimer autosómico dominante. Esta forma de la enfermedad solo afecta a entre el uno y el dos por ciento de la población general y suele aparecer antes de los 65 años.

Sin embargo, el mayor factor de riesgo de la forma más común de la enfermedad, el alzhéimer de inicio tardío, no son los antecedentes familiares, sino el simple hecho de envejecer. A partir de los 85 años, afecta a una tercera parte de los adultos. Muchos médicos desaconsejan las pruebas genéticas, que no son la forma más precisa de predecir o confirmar el diagnóstico de alzhéimer tardío.

Las personas con antecedentes familiares de alzhéimer pueden beneficiarse si se dicen a sí mismas: “Puede que tenga un riesgo ligeramente mayor, pero eso no significa que vaya a padecerlo”, afirma la doctora Kristine Yaffe, profesora de Psiquiatría, Neurología, Epidemiología y Bioestadística de la Universidad de California en San Francisco. “Puede que padezca otras cosas, puede que viva hasta los 100 años y que esté bien”.

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Para quienes notan lapsos de pérdida de memoria recurrentes, el siguiente paso puede ser una evaluación.

Convierta el miedo en una posible protección

Según un informe de 2020 de la Comisión de The Lancet sobre Demencia, Prevención y Atención, que identificó y clasificó doce factores asociados a la reducción del riesgo de deterioro cognitivo, abordar los llamados “factores de riesgo modificables”, como la presión arterial alta, la escasa actividad física y el consumo frecuente de alcohol, puede prevenir o retrasar hasta el 40 % de los casos de demencia. Corregir cualquier pérdida de audición y dejar de fumar también ocupan un lugar destacado en la lista.

En particular, no hay muchas pruebas de que las vitaminas o los suplementos dietéticos ayuden a mejorar la cognición o a prevenir la demencia; los datos sobre la dieta son limitados, pero sugieren que una dieta saludable para el corazón, como la dieta mediterránea, puede ser preventiva.

Los expertos hacen especial hincapié en mantenerse activo desde el punto de vista cognitivo a lo largo de la vida: aprender a tocar un instrumento, viajar a nuevos lugares o, incluso, realizar trabajos estimulantes: “Hacer participar al cerebro de cualquier manera”, afirma la doctora Gill Livingston, autora principal del informe de la Comisión de The Lancet y profesora de Psiquiatría de Personas Mayores en el University College de Londres.

Como sucede con otro tipo de preocupaciones, los psicólogos recomiendan la práctica básica de la atención plena. Aquí entran muchas actividades: la meditación, la oración, movimientos como el yoga o el chi kung o incluso el senderismo o la caminata, cualquier cosa que ayude a bajar la velocidad y observar el momento presente, sin juicio ni vergüenza.

Cuando un miedo provoca una angustia importante o interfiere en la vida cotidiana, puede que sea necesaria la orientación de un profesional.