Si pasó por un cambio de escuela en la niñez, habrá sentido al menos una de estas reacciones: terror al estar en un lugar desconocido, tristeza por no ver a sus amigos, enojo con los padres por una decisión apresurada o alegría de haber llegado por fin a un lugar que sintió correcto. ¿De qué depende esto? No de la suerte, dicen los educadores consultados por este Diario.

Durante catorce años, su hijo estará ligado a la vida escolar, antes de cambiar su rutina radicalmente cuando entre a la educación superior o empiece su primer trabajo. En ese lapso formará algunos vínculos muy significativos, tanto con personas como con instituciones, sus sistemas de valores, principios, estilos de aprendizaje e interacción social.

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Mover a los niños de ese ambiente, a menos que ellos también lo estén deseando o necesitando, puede crear incomodidad para ellos y para toda la familia. Algunos niños se adaptarán rápidamente, pero no todos; cualquier padre sabe que ni siquiera entre sus propios hijos hay dos cuyas personalidades y formas de ver el mundo sean idénticas.

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¿En qué condiciones es recomendable pensar en el cambio de escuela o colegio? Además de situaciones externas o no modificables (en el centro no hay el nivel al que debe ir el estudiante, la familia tiene un cambio de domicilio o alguna situación especial), hay otros motivos comunes, expresa el educador Mauricio Pinchevsky. Y nombra algunos muy válidos.

Algunas familias llegan a enero con la urgencia de encontrar una nueva escuela; otras lo piensan desde ya para el próximo año escolar.

“Hoy, muchos estudiantes necesitan algún tipo de adaptación curricular, acompañamiento psicopedagógico o, simplemente, el ambiente del centro en el que se encuentran es muy tenso por motivo de otros estudiantes o incluso de los docentes”. También medite si desea que su hijo ingrese en una institución con alguna orientación particular, como un centro educativo bilingüe, bachillerato técnico, artístico o bachillerato internacional (IB).

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Piense siempre en el bienestar del niño. “Cuando los padres sienten que las necesidades de su hijo no están siendo atendidas como lo esperaban o como se lo prometió la institución, y el niño también está expresando inconformidad, es momento de dialogar con el niño y la escuela para revisar la situación”. Este es el planteamiento de Andrea Sotomayor Medina, coordinadora académica de posgrado de la Universidad Casa Grande.

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“Si el niño presenta dificultades académicas, de adaptación, de relación con sus compañeros o uno de sus profesores, y estas afectan su comportamiento, autoestima y motivación, inmediatamente los padres deben trabajar junto con la escuela e identificar las acciones más pertinentes”. ¿Qué tal si el problema persiste a pesar del diálogo y los acuerdos? Entonces habría que pensar en el cambio de escuela.

Asegúrese de que el cambio no se realice de un momento a otro, en la mitad de la cursada escolar, sino que sea natural; permita que (el niño) acabe el periodo de estudio, que pueda despedirse de sus amigos, maestros y de su escuela, de tal forma que cierre esa etapa con serenidad y gratitud.

Cómo integrar al niño en la decisión de encontrar un nuevo centro de estudios

En este tema, importa mucho la edad del estudiante. Si ya es un adolescente, dice Pinchevsky, es importante que tenga una participación muy activa, preguntarle su opinión y presentarle los motivos por los cuales se ve conveniente transferirlo. “En el caso de los niños, es importante tener una posición común entre ambos padres o figuras de autoridad en el hogar”. Las divisiones causarán dudas en el niño, que suele tener gran sensibilidad ante las tensiones hogareñas.

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“¡Siempre hay que darle voz al niño o adolescente!” es la opinión de Sotomayor, quien aconseja comunicarse con ellos desde la verdad. “Debe tener conocimiento de lo que está sucediendo: ¿por qué se va a cambiar de escuela?, ¿qué espera de su nueva escuela?, ¿cómo quiere sentirse allí?”. Muestre a sus hijos las opciones o busquen juntos nuevas, vayan de visita, conozcan la comunidad educativa.

A su vez, las escuelas deberían estar abiertas a varios encuentros de conversación, demostración de situaciones de aprendizaje, recreación, trabajo en equipo… “Permitir que puedan experimentar uno o varios días en el plantel”.

Asesórese bien, con padres y educadores

Encontrar un buen centro educativo es como encontrar un buen trabajo, considera Mauricio Pinchevsky. Se necesita dedicar bastante tiempo, preguntarles a muchos amigos y conocidos, “y no descartar el pedir alguno que otro favor, especialmente si se desea encontrar un buen centro en estas fechas, puesto que la mayoría de centros reconocidos abren su proceso de admisión entre agosto y septiembre; en enero quedan pocos cupos”.

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Hable con los que tienen hijos educándose o están conectados con algún centro educativo. Si usted sabe lo que está buscando, podrá identificar en los comentarios de los otros si ese lugar es lo que busca para sus hijos. Sotomayor anima a buscar a un especialista en educación, psicopedagogo o psicólogo educativo que lo acompañen en la reflexión y decisión.

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Ahora, al elegir, fíjese en los siguientes rasgos de la nueva escuela o el colegio:

  • Una propuesta clásica, con acento en valores, lectura comprensiva o desarrollo del pensamiento.
  • El manejo del bilingüismo, que Pinchevsky admite que no es nuevo, pero no siempre bien resuelto.
  • Propuestas actuales como la robótica o el uso intensivo de tecnología.

“Todo esto tiene sus virtudes; sin embargo, lo que los niños más valoran es un ambiente sano y feliz en el que crecer”, dice el docente.

Sea muy curioso, aconseja Andrea Sotomayor.

  • No se deslumbre por la infraestructura o los premios institucionales. No son los únicos aspectos que garantizan la calidad educativa.
  • Revise la filosofía, misión, visión, modelo pedagógico, valores institucionales, su nivel de responsabilidad social y amplíe toda esa información en las reuniones que tendrán.
  • Conozca quiénes conforman la unidad educativa, los directivos, los docentes, el personal de bienestar estudiantil.
  • Pregunte sobre el modelo pedagógico, formación en valores y educación emocional.

“Si la escuela sostiene que es innovadora, pida que le expliquen cómo es una clase innovadora de literatura o de matemáticas. Si la escuela expresa que lo más importante para ellos son las emociones de sus estudiantes, pregunte cómo abordan la situación cuando un niño golpea a otro, cómo acompañan el proceso de duelo de un niño que pierde a uno de sus seres queridos o cómo manejan la frustración del estudiante ante una baja nota”, puntualiza la educadora.

Inquiera personalmente, no se conforme con la información de la página web, y lleve las dudas de sus hijos. “No solo debe interesar el CV profesional (del equipo docente), sino tener referencias sobre la calidad humana. Ya lo ha dicho Howard Gardner: debe existir un equilibrio entre el compromiso, la ética y la excelencia para ser un buen educador. Este es un aspecto que los padres no pueden pasar por alto”.

Finalmente, ¿cómo asegurarse de que el niño no sienta un choque al llegar a un sitio nuevo? Aquí lo crucial será el acompañamiento que reciba. Esta es una recomendación para la escuela: designar un equipo especial que se encargue de la integración del niño y su familia.

Ese equipo, enumera Sotomayor, deberá tener metas en relación con las estrategias de integración del niño en el aula (proceso de enseñanza aprendizaje, relación con sus pares y maestros), desarrollo del vínculo familia-escuela (escucha activa, atención a las necesidades, empatía), participación de la familia en actividades específicas (olimpiadas, día de los abuelos), interacción de la familia con otras y con los maestros. “Luego de un tiempo, habrá que evaluar las metas y determinar qué se ha logrado, qué falta por mejorar o qué descubrieron sobre aquel niño o adolescente y su familia que les parece interesante documentar y trabajarlo”. (F)